jueves, 3 de octubre de 2013

EL PELIGRO HAITIANO

Por José Carlos Nazario
nazario@nazariocomunicacion.com


Dos factores (la actuación abusiva de tropas haitianas en 1805 en Moca y el proceder de los veintidós años de ocupación encabezada por Boyer) sembraron el resentimiento. Luego vino la conveniencia. El despotismo local necesitaba justificar su afán de poder a toda costa y se valió del miedo (un factor efectivo según todos los manuales políticos y de propaganda). Así sacó provecho Pedro Santana y su bando conservador de la extensión de la guerra contra Haití para, con su poder absoluto, eliminar toda forma de oposición interna bajo la excusa de traición.

Pasado el tiempo, un núcleo de intelectuales trujillistas vio en el arraigo del sentimiento antihaitiano un excelente terreno para la justificación histórico-política-comunicacional del régimen. La identidad dominicana fue moldeada a la imagen y semejanza de la apuesta de la dictadura a través de claros programas de adoctrinamiento que están vigentes hoy en la psiquis de muchos. El supuesto nacionalismo de Trujillo (quien fuera formado, protegido y cómplice directo de la criminal ocupación norteamericana de 1916) se vale del antihaitianismo. Se creó la identidad arraigada en la hegemonía cultural y racial (oh, paradoja) española. Se alimentó la idea de que lo local es dominicano a partir de la oposición con lo haitiano. Esto trajo serias consecuencias culturales, políticas y sociales así como horrendos hechos como el genocidio de 1937.

Luego el balaguerismo (que había prohijado la entrada de braceros ilegales para proveer de mano de obra barata los ingenios del CEA) utilizó el mismo elemento para combatir a José Francisco Peña Gómez. Volvió a instalarse en la opinión pública una retórica hostil hacia los nacionales haitianos. Se hablaba en todas partes de “el peligro haitiano”. Muchos escribieron libros planteando la peligrosa situación que la presencia extranjera representaba. Otros (desde tribunas erigidas y utilizadas para la extorsión y el tráfico de influencia a costa del Estado dominicano) sustentaron su vigencia política en el discurso xenófobo de apelación al miedo. Se difundieron formal e informalmente estereotipos que hoy son verdades populares sobre la cultura haitiana y sus supuestos peligros. El gran perdedor fue siempre el débil, el inmigrante que por lograr una vida mejor deja a los suyos y sale a buscar trabajo en una tierra vecina. Hoy sus descendientes nacidos en el país se encuentran en un limbo jurídico por el hecho de que sus padres, abuelos y bisabuelos no tenían papeles.

El odio centenario sembrado por el autoritarismo y su manipulación de la historia ha parido una bomba de tiempo. Tanto llamaron al lobo, tanto invocaron el “peligro haitiano”, que al ver pasar las décadas sin que la migración proyectara la aludida catástrofe, decidieron crearlo. Ahora sí podemos decir que hay un sector social importante despojado de sus derechos y que, en el tiempo, habrá de asumir los medios a su alcance para recuperarlos.

El fallo del Tribunal constitucional (TC 168/13) dispone que no ostentan la nacionalidad dominicana los hijos de ilegales nacidos en nuestro país a partir de 1929. Es absurdo equiparar la ilegalidad con tránsito (volviendo al yerro de la sentencia de la Suprema Corte de Justicia que nos ganara una condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2005). Es triste observar que el tribunal encargado de garantizar la constitucionalidad desconozca tanto el texto constitucional (el constituyente distingue ilegalidad de tránsito en el artículo 15) como el bloque de constitucionalidad que rige y compromete al Estado dominicano. Es vergonzoso que los profesionales del Derecho, que laboran en las mal llamadas altas cortes, desconozcan un principio tan elemental como la irretroactividad. Es patético que un tribunal presidido por Milton Ray Guevara (quien fuera promotor de la doble nacionalidad y, además, es descendiente de inmigrantes cocolos) defina el despojo de nacionalidad a quienes descienden de indocumentados.

Algo positivo trae este fallo fallido: el proceder temerario y antijurídico de la sentencia (más allá de la segura condena al Estado dominicano por parte de la Corte Interamericana) supondrá una evolución en la opinión pública respecto a la temática. Si los sectores liberales asumimos una estrategia efectiva, la jugada nacionalista por insostenible, podría allanar el camino para una solución racional a la problemática migratoria. Es una interesante coyuntura para lograr una salida. Pongamos fin a tantos años de irresponsabilidad estatal que han dejado en desamparo (para la explotación de su condición) a miles de personas.

Tomado de acento.com.do

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