jueves, 31 de mayo de 2012

LE ENSEBARON EL PALO AL HOMBRE...

PSIQUIATRAS AL PALACIO
Por Ramón Colombo

Sugiero a Danilo Medina que, después que jure lo que vaya a jurar, el primer acto de gobierno sea integrar su principal consejo de asesores con las siguientes personas, entre otras: Secundino Palacios, César Mella, Enrique Silié, Pedro Paredes, Ernesto Cabrera Vargas, José Gómez Montero, Milciades Romero Ventura, Mario Espinal, Francis Báez, Rose Emily Nina, Fernando García Boden, Fernando Sánchez Martínez, Emilio Guillén y José Roedán, coordinados por la Sociedad de Psiquiatría. Porque lo que le están dejando como país (y, si no lo cree, que lea las noticias) es una verdadera locura.

UNO DE LOS COMENTARIOS A ESTE ESCRITO EN NOTICIA LIBRE:

Miguel Díaz
30/05/2012 at 6:30 PM
Sé que Colombo propone eso de buena fe, sin embargo creo que ni los psiquiatras japoneses, que dicen que son muy buenos, podrían apaciguar la demencia que desde ya obnubila el raciocinio de las huestes moradas y de sus acólicos parásitos, a los cuales solo les interesa concluir la tarea de succionar la poca sangre que todavía le queda a la desguañangada economía nacional. ¡Que Dios meta sus manos para evitar que el primer paciente psiquiátrico sea Danilo Medina y para que el Palacio Nacional no se convierta en el nuevo manicomio llamado “El 28″! ¡Pobre país con tantas sanguiijuelas, fruto de la escuelita de Leonel!
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O ENDEREZAMOS TANTA INSENSATEZ O JODEREMOS VARIAS GENERACIONES DE DOMINICANOS...

TAREAS PENDIENTES
Por FRANKLIN BÁEZ BRUGAL

El momento es propicio para repasar tareas pendientes

Después de una larguísima y costosísima campaña electoral, en donde la utilización de recursos públicos fue más que evidente, se ha concluido con la elección de un nuevo Presidente de la República, momento propicio para repasar tareas que desde hace tiempo se encuentran pendientes.

Es impostergable el que se acorte de manera drástica la duración de la campaña electoral; ningún país puede concentrarse en los temas verdaderamente importantes, en medio de un laborantismo y un activismo político que nunca termina. El período de transición entre la elección y la toma de posesión, es innecesariamente largo, y se presta para hacer de todo, treinta días serían más que suficientes.

Nuestros partidos políticos se han convertido en uno de los principales problemas del país. Son costosos, prepotentes, insaciables y obsoletos. Existiendo además el riesgo de que entremos en un período de partidocracia dinástica.
Por esa razón, debe ser aprobada sin más dilación la famosa Ley de Partidos Políticos, que en alguna gaveta del Congreso debe estar llena de polvo.

Los políticos dominicanos son una clase poderosa e intocable, un colectivo en donde impera la impunidad y el descaro; pienso que necesitamos políticos distintos, otro tipo de gobernantes, que acepten la transparencia y la rendición de cuentas como la norma, y no como una excepción para casos de emergencia.

El sector privado ha pagado sus errores y un buen número de sus representantes, purga condena en la cárcel. Sin embargo, la acción pública no ha movido un dedo, para investigar hechos que a ojos vista tienen la turbiedad de lo doloso, corroborando los mencionados en esos actos, por su costoso estilo de vida las acusaciones que se le hacen.

La corrupción es un cáncer que corroe las entrañas de la nación, drenando una enorme cantidad de recursos que podrían destinarse a paliar las innumerables necesidades de la población. Esperamos que la promesa de Danilo Medina de no tolerar este flagelo se cumpla.

Pienso que somos indiferentes y permisivos, como en otros lugares deberíamos indignarnos y exigir que todos cumplan con las leyes que norman nuestras vidas. Sólo cuando tengamos instituciones fuertes, integradas por hombres y mujeres probos y responsables, la justicia podrá ser una realidad, eso no ocurrirá si la sociedad civil no se organiza, y más que pedirlo, lo impone.

Creo que el anhelo de todos los que habitamos este pedazo de isla es tener un país gobernado con sensatez, sentido de responsabilidad y sentido de rumbo, en donde se combata tanto la evasión de impuestos como la corrupción de cualquier género, en donde no haya vacas sagradas, y tengamos fiscales y jueces que investiguen y condenen a todo aquel que viole la Ley.

Todos debemos aunar esfuerzos para sacar a la nación de los vergonzosos puestos que ocupa en los “rankings“ internacionales de educación, manejo de recursos públicos y seguridad ciudadana.

Más que líderes mesiánicos y soñadores, necesitamos equipos de gobierno con gran capacidad, profundo compromiso social y acrisolada honestidad. Esperamos que Danilo no defraude al país.

Tomado de hoy.com.do

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DIARIO DE LA CIGUAPA

EL TOLLO
Sara Pérez

Las campañas y las elecciones en República Dominicana, no deben seguir transcurriendo como han transcurrido los tollos que acaban de celebrarse y cuyas tensiones explícitas y subterráneas se prolongarán incordiando la vida del país, como si no hubiera ya suficientes desgracias y añadiendo legítimas inconformidades a las existentes.

Así, como se hizo esta, no se hace una campaña y así, como se hicieron estas, no se hacen unas elecciones. Las elecciones, elíjase o no algo diferenciado con ellas, tienen que trabajarse de otra forma. Así, como se hicieron ahora, son social, política y económicamente incosteables.

Quien no esté consciente de eso, debe dedicarse a otra cosa, pero no a participar en procesos pretendidamente democráticos, ni a aspirar a representar a nadie y mucho menos a ser presidente de un país, mediante mecanismos tan ostensiblemente viciados y tan irracionalmente costosos, como para corroer las estructuras que debían fortalecer.

No es que sean honestos. No, no, no. Yo sé que esa palabra lo que da es risa. Ni que sean menos codiciosos. Ni que les remuerda algo por dentro cuando envilecen, prostituyen e idiotizan a su pueblo. Ni que tengan más sensibilidad ante los problemas del país, ni siquiera que ese país les importe un bledo. No. Eso es demasiado pedir y forma parte de un discurso desfasado, típico de los resentidos.

Es simplemente que para que esto funcione, aunque sea a niveles muy básicos, para que les funcione a ellos mismos y para que los restantes no acaben comiéndose vivos unos con otros, hay que poner y cumplir algunas reglas.

Cada episodio es un trauma y en algún momento se desencadenarán confrontaciones violentas de dimensiones y desenlaces trágicos, aunque esa eventualidad no parece preocupar en serio a mucha gente, que se siente absolutamente inexpugnable. Y probablemente lo es.

En este caso en particular, el PRD e Hipólito tienen razón. Las elecciones fueron un fiasco, un tollo más extremo que el fiasco habitual.

El partido en el gobierno y el Presidente Fernández, cada vez más brutales y lo suficientemente embriagados por su prolongada ostentación del poder, actuaron siempre con absoluto desenfreno y como si las dependencias gubernamentales fueran sus propiedades y extensiones, sin que ninguna instancia los frenara.

El PLD, el Presidente Leonel Fernández y Danilo, que no por simular ser un monigote es inocente, hicieron un uso abrumador y masivo de los bienes públicos para comprar los resultados de esas elecciones e impusieron una Junta Central Electoral que no es la Junta Central Electoral del país, sino la Junta Central Electoral de Leonel y que así como se prestó, delante de todo el mundo, a hacerse de la vista gorda con el despilfarro de bienes públicos en la campaña, bien pudo prestarse a hacerse de la vista gorda con cualquier otra irregularidad.

La falta de credibilidad de la JCE es la consecuencia de los manejos temerarios e irresponsables de Leonel Fernández.

Por suerte, los del PRD han hecho galas, en esta ocasión, de una prudencia muy loable, que ojalá también sea cuantiosa, pero insistente en la minuciosidad. Si hubo irregularidades en el conteo de la JCE, deben ser conocidas y sancionadas; y la forma en que se hizo la campaña y se organizaron las elecciones tiene que arreglarse.

Es acertadísima la decisión del PRD de asumir con ecuanimidad la posición que le ha conferido la Junta Central Electoral, pero sin reconocer como legítimo el triunfo de Danilo Medina. Con lo primero se preserva lo que hay de paz social, pero con lo segundo se confronta una situación que tiene que ser confrontada y corregida de alguna forma.

Ciertamente, el PLD no es el único partido responsable de la naturaleza y el carácter que tienen las contiendas electorales y el ejercicio mismo de la función pública. El PRD es igual. Ambos partidos son corporaciones mafiosas, asociaciones de malhechores, dirigidas por ladrones, (con sus muy aisladas, honorables y escasas excepciones) e integradas por masas clientelares, cuya aspiración promedio es pegarle un mordisco al presupuesto nacional: vivir del erario a título de parásito.

Algunos pueden ver muy claro las lacras en la acera del frente pero no las perciben en su propia barandilla, donde las tienen más cerca, así es que los desbarres solo ocurren cuando los ejecuta el oponente.

A eso han reducido la vida política. A eso han reducido a la gente. De esa forma se han reducido a sí mismos.

Se diferencian, quizás, en que el PLD ha desarrollado destrezas más eficientes para robar a mayor escala, concentra el dinosaurismo político más extremo, como el de Vincho y el del Cardenal y ha captado la confianza y las simpatías de los depredadores económicos más poderosos.

Pero la oposición que hace el PRD no es para enmendarlos, sino para sustituirlos. Se admiran mucho mutuamente. Entre ambos, nadie aspira a ir en la vía contraria a la de su contrincante, sino a rebasarlo en la misma dirección.

Para tener esa patética caricatura de elecciones a la que cada cuatro años acude, paciente y civilizadamente, lo que anda por alrededor de dos tercios de la población apta para votar, hubo que matar a Trujillo, armar una conflagración en el 1965, pelear con una parte de los guardias dominicanos y con los gringos, soportar –y confrontar- a Balaguer por 12 años, (con su saldo de 3,000 muertos en crímenes políticos); aguantarlo posteriormente por 10 años más y sacarlo a la mala, sin que realmente se fuera, ni cuando se murió.

Es mucho lo que se ha pagado por las tenues libertades políticas que tan dificultosamente se han conquistado y es demasiado lo que se ha tolerado, especialmente en términos de marginalidad social y económica.

El PRD y el PLD han sido una acumulación continua de decepciones, robos, prevaricaciones, abusos y escándalos intolerables, llegando a abismos como Félix Bautista, con el que yo no sé qué van a hacer, pero el país no puede mantener y apadrinar una cosa así cuatro años más, si es que no son ocho o doce.

Los dos partidos que se disputan el poder con el primordial –y en realidad con el exclusivo- propósito de ir a robar a la administración pública, no solo con lo que extraen directamente de ella, sino con lo que desde la plataforma gubernamental pueden depredar hasta en el extranjero, lo han hecho mal. Terriblemente mal.

No me detengo en las políticas económicas y sociales, que se prestan a controversias en cuanto a qué tan acertadas o desacertadas pueden ser sus distintas direcciones. Me refiero a la parte que es indudablemente un desastre, sin importar la perspectiva desde la que se observe: La fangosidad de la administración pública, la falta de un mínimo de pulcritud en el manejo de los recursos, el uso de los bienes públicos para enriquecimiento de los funcionarios y para la compra de adhesiones políticas.

De lo que tan amargamente se queja hoy el PRD es exactamente lo que él mismo ha hecho, en la proporción que le ha correspondido, cuando ha tenido la oportunidad y lo que repetirá, si encuentra ocasión. Lo que el PLD ha hecho es lo mismo ante lo que protestará enérgicamente cuando sea el PRD que lo haga. Y así no se puede seguir. El problema está yendo a más.

Leonel Fernández y quienes están en el gobierno sobrepasaron todos los extremos con el desenfreno en los gastos, en el uso de bienes públicos y al enviciamiento y contaminación de las “elecciones”.

Al terrible sacrificio económico que se impone al país con esas francachelas, se suma la dudosa legitimidad de lo presuntamente electo y todos los conflictos, tensiones e incertidumbres subsecuentes.

Tal vez defendiendo sus intereses, el PRD también le haga, sin que sea su intención primordial, desde luego, un gran favor al país, el de comenzar a romper ese círculo vicioso.

Si no presiona en este momento por la ley de partidos (y no solo por la ley, porque esa ley y todas las demás se las pasan ya ustedes saben por dónde) y para implantar con hechos, controles y reformas que salvaguarden los bienes públicos de usos proselitistas, van a volver a pasar dentro de cuatro años exactamente por el mismo río que están pasando ahora.

Y no solo para ellos, sino para nosotros y para el país, el mismo tollo se repetirá de nuevo.

Tomado de acento.com.do
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LO QUE OPINA MELVIN

ODIO EQUIVOCARME
Por Melvin Mañón
WWW.FINES.ORG.DO

En esta ocasión no es mi intención enumerar aciertos como los que consigné al decodificar los planes del gobierno para mantenerse en el poder y las conductas que emprendieron a fin de asegurar ese resultado con las elecciones del 20 de mayo 2012. Vi las acciones del gobierno con suficiente claridad y antelación y así mismo las publiqué en www.fines.org.do. y en varios periódicos digitales desde el momento en que dos hechos cruciales tuvieron lugar.

1ro.- En junio de 2011 se celebró la convención del PLD para escoger candidato a la presidencia. El Dr. Leonel Fernández trató pero no pudo postularse para un tercer periodo consecutivo lo cual le obligó a diseñar una estrategia alternativa que protegiera su inmunidad una vez fuera del poder y un plan de contingencia que le sirviera para regresar a la presidencia en el 2016.

2do.- Hipólito Mejía, temprano en la campaña electoral, amenazó con llevar ante la justicia a los personajes más conspicuamente corruptos del gobierno con lo cual desató el pánico que unificó a sus adversarios; los hizo zanjar diferencias y forzó a Leonel, primero a apoyar a Danilo y luego a apropiarse de la campaña electoral, lo que a su juicio, los alejaría de la cárcel y protegería sus enormes fortunas.

Justamente debido a ello señalé una y otra vez el fraude que, en innumerables formas; disciplinada e implacablemente ya se consumaba y alerté sobre el otro fraude que estaba aún pendiente de ejecución el mismo día de las elecciones sencillamente porque la corporación peledeista necesitaba seguridad absoluta de que iba a mantenerse en el poder y esa seguridad absoluta solamente podía significar y significó inseguridad absoluta para todos los demás.

También, y por eso mismo, produje un documento confidencial que será revelado cuando disponga la edición e impresión de todas estas advertencias en forma de libro como me apresto a hacer. El día 2 de mayo advertí, en dicho documento, sobre la conveniencia de amenazar al gobierno con retirarse de las elecciones si no cesaban de inmediato y sin condiciones los manejos fraudulentos denunciados bajo la lógica de que, acudir en esas circunstancias, despojaba de antemano a la víctima del fraude de una parte de la validez y credibilidad de su propia denuncia. Hasta ahí todo estaba absolutamente claro y diáfano.

Entonces tuvo lugar la visita que hicieron 12 embajadores al Palacio Nacional el día 8 de mayo antes de las elecciones. Mi lectura e interpretación del hecho fue un error que por respeto a mí mismo y a la credibilidad que algunas personas me dispensan, no puedo dejar de consignar.

La conducta del gobierno y el instrumento que organizaba las elecciones, la JCE, a favor de su candidato era tan obvia, tan ilegal, tan aplastante y tan desproporcionada que no dejaba espacio para una interpretación que no fuera aquella que publiqué. Concluí entonces que, preocupados por la transparencia y credibilidad de las elecciones, estos embajadores le habían dado un tirón de orejas al gobierno para que cesaran esas prácticas o al menos se mantuvieran dentro de esa zona opaca de ilegalidad generalmente aceptada. Me parecía tan segur y cierta la conclusión que estuve tentado de pensar que me había precipitado al sugerir la amenaza de abstención o la abstención real. La evidencia sugería ahora que la comunidad internacional no estaba ajena a las maniobras del gobierno y había acudido a Palacio con una advertencia.

Pero no solamente no fue así sino que hay indicios persistentes de que fue todo lo contrario con lo cual yo me habría equivocado, no una, sino dos veces.

Como el lector recordará, la noticia de la visita de los embajadores no recibió atención ninguna de la prensa escrita; el embajador de Venezuela se desmarcó de la iniciativa y el gobierno, en lugar de destacar el acontecimiento como una verificación previa de la buena marcha y organización de los comicios, ignoró el hecho por completo lo cual fortaleció mi creencia de que, tanto la intención de la visita como sus resultados le habían sido adversos.

Mi conclusión de que estos doce embajadores –según mi creencia estimulados a ello por el embajador de los EE.UU.- habían actuado de manera preventiva ante la evidente distorsión y parcialización del gobierno a favor de su candidato, se afirmó sólidamente en mi mente adquiriendo estatus de convicción. Curiosamente, todo el mundo había aceptado mi interpretación de la visita o ya había arribado a ella por sus propios medios, excepto un dirigente político muy conocido y muy amigo, José Miguel Soto Jiménez. Soto me decía que los EE.UU. no bajan línea a través de embajadores ni personal fijo de embajada sino por medio de enviados especiales y que esa visita de 12 embajadores no condenaba sino que santificaba lo que había hecho el gobierno hasta entonces.

Me parecía un absurdo que esos embajadores ignoraran lo que estaba sucediendo y de qué manera esos hechos ilegitimaban un proceso electoral. No entendía qué beneficios derivaban de callar ante los desmanes del gobierno y especialmente, en el caso de los EE.UU., no lograba ni logro aún entender como podía servir a sus intereses dejar que el gobierno sacrificara al PRD para favorecer la instauración de una dictadura de partido que a su vez obliga a la oposición a replanteárselo todo, incluyendo de manera especial, su contribución u oposición a la gobernabilidad del nuevo gobierno.

El día de las elecciones el gobierno demostró que no se detendría ante nadie y no se detuvo. Produjeron intimidación selectiva, control y manipulación de la información y compra masiva de votos bajo dos modalidades. Una ordenando la compra de votos afirmativos a favor del Partido Reformista y, en menor medida, otras franquicias de las que concurrieron como aliados al PLD para esos mismos fines. En elecciones anteriores el gobierno había ordenado votar por la APD y otros aliados porque solamente de esa manera pueden controlar y saber cuando un voto afirmativo comprado y pagado se depositó según lo acordado. El voto comprado afirmativo, dicho sea de paso, es el dinero entregado por los agentes del gobierno para que el vendedor vote según las instrucciones que le son impartidas y que pueden variar de una provincia a otra. El voto de abstención por el contrario es cuando la misma gente del gobierno da dinero para evitar que la persona vote. El PLD tiene maestría y PhD en esta práctica debido a que conocen, colegio por colegio y mesa por mesa la cédula de quién comprar. El 20 de mayo se practicaron ambas modalidades y en gran escala. ¿Se confirmaba así la puesta en práctica de la ecuación? El gobierno necesitaba seguridad absoluta de imponerse y eso implicaba inseguridad absoluta para todos lo demás.

Pero entonces. . .

Temprano en la noche, el embajador americano fue a bendecir las elecciones y los resultados que aún no se habían publicado y un día después, embajadores y observadores santificaron el fraude. Soto y no yo había hecho la lectura correcta de la visita de los embajadores. El gobierno se había anotado una victoria importante y decisiva no solamente porque se impuso (como temía y dije siempre) sino porque dejó a su adversario, el PRD, despojado de espacio para reclamaciones legales que pudieran, como en 1994, prosperar. El PRD al acudir a las elecciones aceptó tanto el fraude cometido antes y durante (que ellos subestimaron) como la legalización que a dicho fraude produjeron estas instancias, en lo esencial manipuladas y desconocedoras de la realidad nacional. La gente del gobierno demostró control, sangre fría y agallas para atreverse a hacer lo que hicieron, sin embargo, nada de eso, ni siquiera la ejecución de la siguiente etapa del plan maestro con el protagonismo especial de Miguel Vargas desmiente un ápice la magnitud de las consecuencias que se avecinan.
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miércoles, 30 de mayo de 2012

¿CAMINO A LA DIVISIÓN?

PRD: CUERPO GRANDE SIN CABEZA
Por Rosario Espinal

No es mi intención aquí criticar el PRD para azuzar como hacen en estos días muchos opinantes en los medios de comunicación. Asumir una derrota cuando se estuvo cerca de la victoria y las condiciones se presentaban favorables, es duro para cualquier organización política. El tiempo curará algunas heridas y otras requerirán quizás de mayor escisión.

De todas maneras, la importancia del PRD para el sistema político dominicano obliga a ofrecer pinceladas de reflexión, porque lo que suceda en las próximas semanas tendrá gran impacto en el devenir de ese partido en los próximos años.

Por los resultados de las elecciones del pasado 20 de mayo, es evidente que el PRD tiene un gran cuerpo electoral.

En 2004 perdió las elecciones presidenciales con 33.6% de los votos en medio de una crisis económica, en 2008 aumentó su caudal de votantes a 40.2%, en 2010 a 42.3%, y en 2012 a 46.9%. O sea, entre 2004 y 2012, el PRD incrementó su masa votante en 13.3%.

Dos factores fundamentales dan cuenta de este caudal electoral. La persistencia del voto duro del PRD, que podría estimarse en alrededor de 30% si tomamos como referencia los votos que obtuvo en las condiciones adversas de 2004, y el descontento con el gobierno peledeísta.

La cuestión ahora es qué hará el PRD con esa fortaleza electoral, y cómo construirá una mayoría que le permita llegar al poder.

Hay dos posibles caminos: que el PRD espere el desplome del PLD, o que se unifique y fortalezca. Para trillar este segundo camino, el PRD necesita buenas cabezas políticas y acciones inteligentes.

Primero, que Hipólito Mejía y Miguel Vargas depongan sus intereses particulares y piensen en el fortalecimiento de la organización. Esto es fácil de decir y difícil de conseguir, pero si no lo hacen, el PRD pasará por una fuerte crisis divisionista. El gobierno y muchos en los medios de comunicación instigarán la división y el debilitamiento.

Segundo, que Mejía y Vargas envíen señales claras a sus dirigentes y adeptos para que cese la confrontación y la animadversión.

Tercero, que el partido organice múltiples eventos de consulta y educativos en un período de varios meses, donde dirigentes altos y medios tengan un espacio para interactuar, pensar y forjar un sentido de propósito partidario más allá del objetivo clientelar y del apego a liderazgos personalistas. Esto debe culminar con una nueva convención que renueve la dirección. La asesoría de la Internacional Socialista sería muy útil.

Este camino podrá parecer risible a muchos y aburrido a la dirigencia perredeísta, pero las alternativas son peores. Una fuerte crisis interna del PRD le restaría apoyo en la población y beneficiaría al gobierno.

Ni Hipólito Mejía ni Miguel Vargas se curtieron en la política mediante la formación intelectual. Ambos son empresarios que llegaron al PRD cuando José F. Peña Gómez suplía las ideas, pero Peña desapareció y nadie lo ha remplazado en esa función.

Mejía tiene ahora los votos y el carisma, Vargas la presidencia legal del partido con una legitimidad cuestionada por el distanciamiento de la campaña.

No habrá elecciones hasta el 2016. Durante este tiempo, el PRD no podrá satisfacer muchas expectativas clientelares de su base, ni tendrá una elección próxima que obligue al reagrupamiento. Proyectar unidad, dinamismo y coherencia política sería la mejor opción.

Si en el PRD no surgen buenas cabezas políticas que promuevan la restructuración y gesten un sentido de propósito partidario hacia el futuro, le será difícil construir una mayoría electoral en el 2016. A eso apuesta el PLD y su coalición de aliados.
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BUENAS NUEVAS PARA PERIODISTAS

LA UCE Y EL CDP ACUERDAN UN PROGRAMA DE FORMACIÓN UNIVERSITARIA PARA PERIODISTAS

Incluye cursos semipresenciales por Internet

El Dr. José Hazim y Aurelio Henríquez firmando el acuerdo.

SANTO DOMINGO. La Universidad Central del Este (UCE) y el Colegio Dominicano de Periodistas (CDP) anunciaron un acuerdo para la formación profesional de los comunicadores, con cursos presenciales y semipresenciales apoyados en Internet, que incluye cursos técnicos, maestrías, diplomados y educación continuada.

El convenio suscrito por el rector de la UCE, doctor José Hazím Frapier, y el presidente del CDP, licenciado Aurelio Henríquez, establece la reapertura de la carrera de comunicación social del centro académico. La ceremonia de firma se llevó a cabo en la sede nacional del gremio periodístico, en Santo Domingo.

Ambas entidades se comprometen a desarrollar programas presenciales en las instalaciones del Colegio Dominicano de Periodistas y programas semipresenciales utilizando las facilidades tecnológicas de la Plataforma de la Universidad Central del Este.

Este convenio se concreta considerando que un gran número de periodistas y trabajadores de la prensa ejercen en los diferentes medios de comunicación sin contar con un título que avale su formación profesional, y el interés del CDP de regularizar esta situación de acuerdo al espíritu y la letra de la Ley 1091 que crea la institución.

La UCE ofrecerá igualmente programas de maestrías, diplomados y de educación continuada, a través de sus correspondientes Vicerrectorías de Estudios de Graduados y Educación Continuada y de la Vicerrectoría de Sistemas Virtuales y Educación a Distancia, de acuerdo a los requerimientos del CDP y a los avances en el campo de la comunicación.

El CDP presentará a la UCE los candidatos idóneos para la maestría, diplomados, seminarios, cursos talleres y otras actividades, y la UCE es responsable de la selección de los participantes, comprobando que los mismos cumplan los requerimientos académicos y los reglamentos del Ministerio de Estado de Educación Superior Ciencia y Tecnología (MEESCYT) y de la Universidad.

El doctor Hazím Frapier valoró la confianza del gremio periodístico al considerar a la UCE como la institución idónea para afianzar el proceso de profesionalización, uno de los objetivos más revelantes de la ley de colegiación periodística.

Asimismo el licenciado Henríquez agradeció la disposición de la UCE al acoger la propuesta del CDP y ofrecer todas las facilidades de la alta casa de estudios para elevar el nivel técnico y académico de los periodistas dominicanos.///

Servicios de prensa CICOM
Contacto: Andrés Lora / 809-683-3881 / andreslora@cicom.com.do / mayo 2012

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martes, 29 de mayo de 2012

A LOS 51 AÑOS DEL AJUSTICIAMIENTO DE CHAPITA

LOS TRES ENTIERROS DE RAFAEL LEONIDAS TRUJILLO
Por Francisco R. Figueroa
franciscorfigueroa@gmail.com
www.apuntesiberoamericanos.com

Cuando Rafael Leónidas Trujillo Molina bajaba a su primera sepultura, Portifio Rubirosa sonreía a la sombra de un flamboyán.

Apodado desde niño «Chapita» y de viejo «el Chivo», venerado y temido como «el Jefe» y situado a la par de Dios por sus adulones, el «Benefactor de la Patria», como también era conocido, había sido eliminado en una emboscada nocturna sesenta horas antes, la noche del 30 de mayo de 1961.

Llevaba 31 años ejerciendo el poder de manera desmedida y despótica. Cuando fue baleado en una carretera al bordo del Caribe, Trujillo iba camino de una nueva gesta de macho cabrío: desflorar otra niña en su Casa de Caoba.

En traje de lino azul, con sombrero panamá, Porfirio Rubirosa, «Rubi» como era conocido este afamado donjuán dominicano, con aquella macana tan portentosa celebrada incluso por Truman Capote, había preferido la frescura de los árboles a entrar en la pirámide del faraón Trujillo, repleta aquel 2 de junio de 1961 de familiares, conmilitones, cortesanos, alcahuetes y jaladores.

En la apoteosis de su megalomanía, el «Padre de la Patria Nueva», un granuja que se había dado maña para adueñarse del poder, mandó construir, en 1947, un templo de sultán en el lugar de la casa de madera con tejado de zinc donde había nacido en 1891, en un poblacho llamado San Cristóbal, a unos 30 kilómetros al oeste de Santo Domingo.

En esa iglesia, dedicada a Nuestra Señora de la Consolación y con 1,200 metros cuadrados de planta, una cripta con doce nichos esperaba a los Trujillo. Solo el tirano ocupó el suyo, pero sería por poco tiempo.

Mirando el colosal panteón, «Rubi», de 52 años, recordó que llevaba media vida ligado indisolublemente a aquella encanallada familia, en la que entró al casarse con Flor de Oro Trujillo, una mulata de entrepierna bravía, hija mayor del tirano, de la que se había divorciado hacía ya 24 años y que tuvo luego otros siete maridos. A Flor de Oro se la conocía como «el fondillo más caliente de la República».

Ahora, con el dictador muerto, posiblemente él pudiera salir del séquito de principito mimado del general Rafael Leónidas Trujillo Martínez, de 31 años, el primogénito de «Chapita». Todos le llamaban «Ramfis», como el sumo sacerdote del dios Amón que aparece en la ópera «Aída».

«Ramfis» y «Rubi», más que amigos, eran cómplices y coleccionadores de placeres. Practicaban asiduamente dos de las tres actividades que, según cierta tradición musulmana, más le gusta ver a los ángeles: el polo y el fornicio. El tercero es el tiro con arco. Al general «Ramfis» le gustaba tirar a matar.

«Rubi» salió de su abstracción cuando oyó arrancar un Mercedes negro. Vio el perfil nebuloso de «Ramfis», con gafas oscuras, su bigotito atusado y el quepis de general. Parecía que era la vez del delfín desde el mismo momento que en recibió en Paris la noticia de que su padre había sufrido un percance y él presintió que lo habían liquidado.

Porfirio Rubirosa sabía bien que «Ramfis» era un crápula y un hombre errático, emocionalmente inseguro, que requería de tratamiento psiquiátrico. No tenía una ambición seria por el poder, pero era el hijo malcriado del «Jefe» y tenía que actuar. Bajo aquel flamboyán, «Rubi» tuvo presagios siniestros y se le congeló su atractiva sonrisa.

Cuarenta y cinco años después, el domingo 30 de abril de 2006, Manuel Mateo Fernández, un mulato canoso septuagenario, con un traje de telilla gris, se sentó cerca de donde estuvo «Rubi» y recordó. «Cuando se supo que habían matado a Trujillo, las madres corrieron a recoger a sus hijos de la escuela. Los hombres en la calle se daban golpes de pecho: “mataron al Jefe. ¿Qué va a ser ahora de nosotros?”». El mulato jadeaba como un enfisematoso.

En la mente de los dominicanos comunes, como era Manuel Mateo Fernández, se confundía las voluntades de Dios y «Chapita». «¡Dios y Trujillo!», proclamaban millares de letreros por todo el país. «¡Trujillo en la tierra y en el cielo Dios!», cantaba un merengue.

Se sabe que Trujillo había tenido premoniciones de muerte antes de que cayera desplomado, boca arriba, en la carretera a San Cristóbal y le dieran luego un último tiro, que pudo ser de gracia, con su propio revólver del 38.

Había sentido la llamada de la tumba y así se lo dijo a algunos de sus corifeos, a sus dos mejores amigos y a su amante más íntima, a la que fue a hacerle el amor la noche que lo mataron, pero no pudo porque tenía la menstruación.

La noche del domingo en que el mulato Manuel Mateo Fernández se sentó ante la iglesia de San Cristóbal, María del Pilar Amiama, de 46 años, hija de uno de los dos únicos organizadores del atentado que escaparon con vida, vio «La fiesta del Chivo», la película de Luís Llosa basada en la novela homónima de su primo hermano Mario Vargas Llosa. Volvió emocionada a su ático en el ensanche Piantini, en Santo Domingo. Recordó la galanura de «Ramfis», sin mencionar que el lindo hijo de Trujillo hubiera matado a su padre sin un pestañeo de haberlo hallado.

Era «Ramfis» Trujillo tan apuesto y espigado que algunos dudaban que pudiera ser hijo del mulato «Chapita». Había nacido bastardo en 1929, cuando su madre, Maria Martínez Alba, «la españolita», era aún una amante de Trujillo. Ella seguía casada con un cubano. Cuando eso ocurrió a Trujillo le faltaba un año para convertirse en sátrapa dominicano. Había conocido a la que solo en 1935 se convertiría en su tercera esposa en un cambio de parejas de cama durante una parranda. Quién divulgó esta historia fue asesinado en México por sicarios de Trujillo.

Rubirosa había retornado a Santo Domingo desde París, con «Ramfis», Radamés, la otra criatura de Trujillo, de 19 años, también de nombre operístico, y cinco amigos del equipo de polo y francachelas.

Avisado de que algo serio pasaba en su tierra, «Ramfis» fletó por 27,000 dólares un Boeing 707 de Air France con tanta rapidez que «Rubi» no tuvo ni siquiera tiempo de cambiarse el traje de montar. Por una ventanilla «Rubi» vio el «Air Force One», otro Boeing 707, en el que John Kennedy, su amigo, llegaba a París en escala hacia Viena, a su primera cita con el líder soviético Nikita Kruschev.

Sobre el Atlántico tuvieron la certeza por un radiotelegrama que habían matado a Trujillo.

Cuando arribaron a Santo Domingo, «Ramfis» fue recibido como heredero. El cadáver del «Chivo» olía bajo el calor sofocante y le habían arrimado bloques de hielo. El cuerpo regordete acribillado del «Jefe» había sido hallado apretujado en el portamaletas de un Chevrolet negro, escondido en el garaje de uno de los complotados.

«Seré tan implacable como papi», proclamó «Ramfis» al llegar de París. «Los quiero a todos vivos», ordenó el general a sus secuaces.

Le obsesionaba saber si durante la encerrona su padre había llorado o implorado y si se defendió. Eso fue preguntando a los autores del crimen mientras los iba torturando y no descansó hasta que tuvo en su poder el pequeño revólver paterno del 38 de cinco balas del tiro final.

El general «Ramfis» no veneraba a su padre, pero se obsesionó con el desquite y se esmeró en la crueldad. Era una venganza antillana en su estado más elemental y un escarmiento estéril. Pero «Ramfis» sólo se dio cuenta de eso ocho años después, al volante de un poderoso auto deportivo hecho un amasijo en la salida norte de Madrid.

Centenares de personas, incluidas mujeres y hasta niños de cuatro años, fueron hacinadas en verdaderas pocilgas. Los suplicios del general «Ramfis» entraron en la galería de los horrores de la humanidad.

Aunque actuó la Justicia, al heredero le importaba una higa. Sentía que tenía derecho a cobrarse su cuota de sangre con la vida de aquellos cabrones. Salvó a quienes desesperadamente buscaron suicidarse para darse el gusto de matarlos con aquel revólver del 38 que había sido de su padre.

Un antiguo burócrata del régimen murió de un ataque cardiaco en la cárcel cuando le mostraron la cabeza de su hijo después de haberle dicho que le habían servido en el almuerzo carne del cadáver.

El general José René Román, de sobrenombre «Pupo», se había comprometido en el complot a asumir el poder, pero luego se echó atrás. «Ramfis» le torturó de decenas de maneras, todas espantosas, hasta que malherido y al borde de la muerte el hijo del sátrapa vació contra él dos veces aquel revólver del 38. Luego mandó arrojar el cadáver a los tiburones del Caribe, donde acabaron tantos y tantos enemigos de los Trujillo en esas tres décadas de oprobio.

Para entonces, el general «Ramfis» estaba en un laberinto. Le desagradaba profundamente la idea de convertirse en un remedo de su padre. Refugiado en unos fieles, el alcohol y su última amante, una corista francesa llamada Hildegarde, sentía una indiferencia atroz ante la idea de sostener el régimen, de ser el nuevo «Jefe», de perpetuar una dinastía y de vivir en aquel país bárbaro.

«Ramfis» detestaba la política, le repugnaban las simulaciones y aborrecía a los cortesanos que como sabandijas habían pululado en torno a su padre. Se consideraba idealista, susceptible y sentimental, mal amado por culpa de su temperamental madre, y muy superior al resto de su familia, sobre todo a su tosco, severo y orgulloso padre, a quien reprochaba no saber hacer otra cosa que ser siempre «el GeneralísimoTrujillo».

Tenía en el extranjero una nueva mujer, la actriz norteamericana de padres húngaros Lita Milan, de 28 años, otro hijo en camino y montañas de dinero para seguir aquella vida regalada, disipada y libertina que le había consentido su padre. Bien mirado, acabaría lo que comenzó para que no le llamaran pendejo.

«La Españolita», sus hijos Radamés y Angelita, aquella que un día había sido proclamada reina por su padre, y otros parientes partieron en agosto.

Resultaron inútiles los esfuerzos que «Rubi» hizo en Washington para que Kennedy respaldara a «Ramfis». Lejos de eso, el presidente estadounidense mandó a la Dominicana una flota de barcos de guerra con dos mil infantes de marina prestos al desembarco. Dos estrafalarios tíos de «Ramfis» que querían apoderarse del poder, aceptaron dinero que le facilitó el gobierno y se marcharon al extranjero.

A mediados de noviembre, una noche, «Ramfis» y unos secuaces suyos fueron en busca del generalísimo «Chapita» a la cripta de San Cristóbal. Cuando abrieron el ataúd sintieron un hedor insoportable. La visión del cadáver ennegrecido hizo que el general «Ramfis» maldijera.

El difunto no se había descompuesto posiblemente debido a que el embalsamador lo atiborró de formol. La disolución del aldehído fórmico rebosó por las arterias agujeradas por las balas y entró a raudales en el cuerpo de «Chapita».

Finalmente, como en una paradoja del destino, Trujillo era negro, él que acostumbraba a cubrir con polvo de arroz sus genes haitianos, que declaró a la República Dominicana un país oficialmente de blancos y que decretó libertad para la inmigración de blancos con el objetivo de mejorar la raza dominicana.

«Ramfis» Trujillo trataba de evitar que el pueblo descargara su ira en el cadáver de su padre. Despachó al difunto y una jugosa fortuna con destino a Cannes, en el fantástico «Angelita», un lujoso yate de cuatro mástiles con 29 velas bautizado con el nombre de su hermana. Antes de zarpar, por la noche, sobre la cubierta, el féretro volvió a ser abierto. La imagen del muerto era fantasmal, horrible, pavorosa y maléfica, según testigos.

Cuando el general «Ramfis» dejó para siempre Santo Domingo llevaba 33 cadáveres, a Hildegarde, la bella corista del Lido parisino, de la que no se volvió a saber, y una fortuna desproporcionada.

Aquel 18 de noviembre de 1961, antes de zarpar desde Boca Chica hacia la isla caribeña de Guadalupe en el «Presidente Trujillo», un destructor de 1,340 toneladas de desplazamiento convertido en yate, «Ramfis» había matado, uno tras otro, a los seis últimos autores del tiranicidio que aún quedaban presos, en una orgía de sangre, alcohol y balas, en su finca preferida, la Hacienda María, que mira al mar cerca de San Cristóbal.

Aquel atardecer brillante, «Ramfis» también uso el revólver del 38 que fue de su padre. Sentía que había saldado todas sus deudas. Desde Guadalupe, Ramfis voló a Paris con su séquito.

El resto de los Trujillo, entre ellos la madre del dictador, Altagracia Julia Molina Chevalier, de 96 años, fue mandado al extranjero en sendos aviones «DC-6» de la «Pan-American», en los días inmediatos.

La capital, que desde 1936 se llamaba Ciudad Trujillo recobró el fundacional Santo Domingo de Guzmán que le dio en 1496 Bartolomé Colón. Las 1,880 estatuas erigidas a la mayor gloria de «Chapita» comenzaron a ser pulverizadas y a arrancarse los letreros de las calles dedicadas a los Trujillo.

«La Era de Trujillo ha terminado», proclamó el nuevo presidente, Joaquín Balaguer, que había servido hasta de títere al Generalísimo y que se había salvado por poco de que «Ramfis» le diera cuatro tiros, pues le creyó cómplice.

Pero Rafael Leónidas Trujillo Molina volvería pronto a su patria.

El gobierno conminó al «Angelita» a retornar cuando estaba a 1,535 millas náuticas (unos 2,850 kilómetros) de Santo Domingo. Buscaron a bordo un tesoro que la imaginación popular cifraba en 90 millones de dólares en efectivo y muchos lingotes de oro, pero hallaron solo a «Chapita».

Abrieron el ataúd y sobrecogidos vieron y olieron al «Chivo», que había adquirido el color del pellejo seco. Alguien hizo fotos que misteriosamente se velaron. Aparecieron en el yate cheques certificados por 24 millones de dólares, una importante suma en dinero nacional, las medallas y condecoraciones a las que tan aficionado era desde niño «Chapita» —de ahí el mote— y el archivo del dictador.

Después el cadáver fue despachado por avión a Paris. Antes del embarque, Trujillo fue aireado por quinta vez, para certificar que se iba. Los oficiales que lo vieron en la base aérea de San Isidro, el centro del poder militar de la dictadura, estuvieron inquietos y nerviosos por días. Sólo algunos pocos dominicanos estuvieron al tanto del retorno del «Chivo».

En el aeropuerto de Orly, a la Gendarmería francesa no le convenció la respuesta del embajador dominicano, Carlos Ronsemberg. De modo que mandó abrir el ataúd de caoba, que se llenó del aire frío parisino de diciembre. Una vez los papeles en regla, «Chapita» bajó a su segunda sepultura, esta vez casi en solitario.

Pero el pérfido sultán antillano no podía durar mucho en el mausoleo de 45,000 dólares que le habían comprado en el más famoso de los cementerios franceses: el Père Lachaise. ¿Qué pintaba allí un personaje emplumado de opereta como él en compañía de Chopin, Modigliani, Apollinaire, Proust, La Fontaine, Moliere, Balzac, Ingres, Delacroix, Corot y tantas otras glorias de la cultura? Otra cosa hubiera sido el cementerio de Montparnasse, cerca de la tumba del general mexicano Porfirio Díaz.

«Ramfis» Trujillo se olvidó pronto de su padre y siguió su buena vida. Cuando se cansó de París, se mudó a Madrid, en el verano de 1962, bajo el manto protector del Generalísimo Francisco Franco y con el cuerpo bien forrado de dinero.

Se aseguraba con convicción que los Trujillo habían amasado una fortuna de 800 millones de dólares, cifra fabulosa en 1961 y descomunal para un país con tres millones de habitantes y una renta media de 210 dólares anuales por persona. Juan Bosch, cuando era presidente dominicano en 1963, cifró el robo en 250 millones de dólares.

Fuere la cantidad que fuese, los Trujillo se enredaron en pleitos por la fortuna. «Chapita» había nombrado herederos a María Martínez y sus tres retoños, en detrimento de los hijos nacidos del primer matrimonio (del segundo no tuvo), entre ellos Flor de Oro — aquella mujer bravía que tuvo ocho maridos — y una treintena larga de bastardos.

La tajada del león del botín de Trujillo estaba depositada en Suiza, pero a María Martínez la clave de la cuenta se le traspapeló en su memoria senil. El secreto se fue con ella a la tumba en el mismo taxi que llevó su cadáver al cementerio en Panamá, donde la gruesa y malhumorada viuda de Trujillo murió de forma natural.

Rubirosa sobrevivió a Trujillo cuatro años y unos pocos días. Muy contrariado con «Ramfis» y muy deseoso de distanciarse de él, «Rubi» se mudó a vivir a las afueras de Paris con Odile Rodin, su última mujer.

A los amigos les pareció que «Rubi» había perdido el vigor y estaba deprimido. Una mañana temprano, tras una noche de fiesta en la que confesó a algunos amigos de que no quería llegar a viejo, se subió borracho a su Ferrari, enfiló por la avenida Reine Margaritte, en el Bois de Boulogne, y se estrello en un árbol. Porfirio Rubirosa murió al instante con 55 años.

Mientras, en Santo Domingo, un taxista que compró el Chrevrolet Belait, color azul pálido, con sus bocinas gemelas sobre los guardafangos delanteros y un cisne cromado coronando el capó, y para atraer clientela le colocó un cartel anunciando «Aquí mataron a Trujillo», moría al volante del coche, de un tiro. Se aseguró que fue por una bala perdida.

En cambio, el General Vitalicio Antonio Imbert Barrera, el único de los que le dispararon a «Chapita» que se le escapó vivo a «Ramfis», tuvo mejor suerte: el 20 de marzo de 1967 sobrevivió a una emboscada, en plena vía pública, en Santo Domingo, en la que recibió cinco balazos en la espalda que le dieron desde un auto sin placa unos posibles sicarios de «Ramfis».

Leónidas Radamés Trujillo, el menor de los hijos del dictador, murió en una finca cercana a Cali (Colombia) en 1994, a los 53 años, en un supuesto ajuste de cuentas del crimen organizado suramericano. Una versión reciente asegura que fue víctima del clan de los Rodríguez Orejuela, por delator. Es posible que le hubieran cubierto la cabeza con una bolsa de papel, que le pusieran una soga al cuello y la jalaron hasta que murió por asfixia. Su cuerpo, como el de tantas y tantas víctimas de su padre y hermano «Ramfis», nunca fue hallado.

A los ochos años del desenterramiento de «Chapita» en San Cristóbal, la maldición alcanzó finalmente a «Ramfis» en España. Eran las nueve de la mañana del 17 de diciembre de 1969. Conducía a gran velocidad su Ferrari plateado con placa 2-M-7726 en la salida norte de Madrid por la N-1 cuando en una curva chocó con un Jaguar amarillo conducido por la duquesa de Alburquerque, Teresa Bertrán de Lis y Pidal Gurowski y Chico de Guzmán, de 46 años. La mujer murió casi en el acto y el hijo de once años al que llevaba al colegio resultó herido de consideración. Hoy Juan Miguel Osorio y Beltrán de Lis es el 29º duque de Alburquerque.

«Ramfis», al parecer, volvía de una juerga a su casa en el barrio señorial de La Moraleja. Pero sus allegados declararon que se acostó a las tres de la madrugada y que se dirigía al aeropuerto de Barajas a pilotar su avioneta, como afirmaban que hacía cinco días por semana. Jamás pudieron aclarase las circunstancias exactas del accidente ni en qué estado iba él en ese momento o dónde había pasado la noche.

Sus heridas no inquietaron en principio a los médicos, más allá de lo razonable, pero ingresado en la clínica privada Covesa, ubicada en la entonces llamada avenida del General Mola y ahora del Príncipe de Vergara, empeoró alarmantemente a causa de importantes estragos internos que los médicos no habían advertido.

Traído a las prisas de Estados Unidos, su médico personal desde la infancia, Claude Forkner, tampoco pudo hacer nada para salvarle. Ni siquiera sirvieron las oraciones de su madre, María Martínez, junto a la cabecera del lecho de su primogénito. «Después de la desgracia que tuvimos allá (en República Dominicana), esto», se lamentó la viuda de «Chapita».

«Ramfis» murió el domingo 28 de diciembre de 1969 en la habitación 506 de la clínica Covesa, prácticamente a la misma hora del choque, once días atrás, en el que pereció la duquesa de Alburquerque, esposa de uno de los nobles de más rancia alcurnia de España. Tenía 40 años.

Paradójicamente falleció el día en que la Iglesia católica, en la que él creía, celebra cada año los Santos Inocentes, y, además, en circunstancias parecidas a las del otrora fiel amigo, el playboy Porfirio Rubirosa.

Dejó al menos dos viudas, Octavia Ricart, su primera esposa, y la actriz Lita Milan, más conocida como Lita Trujillo, así como ocho huérfanos (María Altagracia, Ramfis Rafael, Aida Azilde, Mercedes, Claudia y Rafael Leónidas, del primer casamiento) y Ramsés y Rafael Ricardo, del segundo.

A su funeral, celebrado la víspera del Día de Reyes de 1970 en la iglesia san Pedro Apóstol de Alcobendas, asistió el exiliado expresidente argentino general Juan Domingo Perón, agradecido con «Chapita», que le había acogido en enero de 1959 tras la caída del dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez, quien lo cobijaba en Caracas. Antes, a Perón le había protegido el general paraguayo Alfredo Stroessner y en España después lo haría el Generalísimo Franco.

El cadáver de Rafael Leónidas «Ramfis» Trujillo Martínez, amortajado con un traje oscuro y cubierto con la bandera dominicana su féretro metálico con incrustaciones de plata, fue enterrado en un nicho del cementerio madrileño de La Almudena a la espera de reunirse con su difunto padre.

Aquel día, el diario británico Daily Express especulaba con la posibilidad de que el difundo fuera el sexto hombre más rico del mundo, con una fortuna que cifraba en unas 300 millones de libras esterlinas, mayormente provenientes del expolio de República Dominicana.

Casi seis meses después, el 24 de junio de 1970, el cadáver de «Ramfis» fue trasladado de La Almudena al panteón que la familia Trujillo había mandado construir, entre los de la familia Fierro y la familia Banús, en el cementerio de El Pardo, el pueblo en los alrededores de la capital española con un palacio donde vivía entonces su buen amigo el dictador Franco.

Seguramente cuando Trujillo visitó allí a Franco, en junio de 1954, le sedujo aquel paisaje europeo de bosque de pino, poblado de animales de caza mayor, donde tantos reyes españoles habían gozado. En El Pardo, en la vecindad del generalísimo Franco, de quien él había destacado en aquella visita su «nobleza y heroicidad», el generalísimo Trujillo quedaba a buen recaudo. Descansaría para siempre en el país donde había tenido un apoteósico recibimiento junto a toda su familia digno de un emperador o un papa y donde había sido tratado de «sabio», «prudente», «fecundo» y «egregio» por una prensa totalmente entregada a la dictadura franquista.

El generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina tuvo allí su tercer y último entierro. Exhumado en París, fue llevado por carretera a Madrid para ser sepultado cerca de las cinco de la tarde del 19 de noviembre de 1970 en aquel panteón de 25 metros cuadrados forrado con placas de mármol negro en presencia de su hermano Héctor Bienvenido, su hijo Radamés, dos nietos y la nuera Lita. Tres años y algunos días después le haría compañía en aquel mismo cementerio de El Pardo el almirante Luis Carrero Blanco, el presidente del Gobierno de Franco asesinado por la ETA. Dos años más tarde, en las mismas fechas, el propio Franco pasaba a la historia tras una agonía horrible.

Parece que nadie ha vuelto a molestar a los Trujillo. Aunque Lita recordó poner una esquela en el diario ABC en el primer aniversario de la muerte de «Ramfis», pocos se han vuelto a acordar de ellos.

«Por aquí no viene nadie», dice el sepulturero del cementerio de El Pardo parado frente a aquella tumba, mientras señala el cielo raso de escayola caído dentro del mausoleo.

La luz de un mediodía primaveral se filtra por la puerta de cristales enrejados y a través de cuatro vitrales con imágenes del culto católico, entre ellas la Virgen de la Altagracia, la patrona dominicana. En tres altares hay dispersos objetos de culto: dos imágenes de vírgenes, un atril y varios búcaros de mármol blanco, abandonados de cualquier modo.

Por el altar del fondo se baja a la cripta de los dos Trujillo, un espacio tan reducido que contrasta con la pirámide faraónica de San Cristóbal en la que el dictador imaginó que reposaría hasta el juicio final. Es exactamente de las mismas dimensiones que el dormitorio de la tercera planta de la Casa de Caoba donde el sultán antillano se ejercitaba como macho cabrío.

San Cristóbal (República Dominicana) - El Pardo (España), abril y mayo 2006
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PANCARTA

30 DE MAYO: DÍA DEL DESENGAÑO, CADA AÑO
Por Raúl Pérez Peña (Bacho)

El 30 de mayo se recuerda la muerte a tiros en 1961 del tirano Rafael Trujillo, quien gobernó por tres décadas con férrea voluntad y capricho personal, registrando una copiosa gama de traumas, asesinatos y otros hechos sangrientos.

Desde entonces, el mal denominado “tránsito a la democracia” ha resultado un descomunal engaño dirigido por reducidos grupos que se han apropiado del país, representados por politiqueros que se han llevado el Santo y la limosna, bajo caretas y etiquetas.

Van más de cinco décadas de una “democracia”, entrecomillada, facturada y fracturada, mediante múltiples expresiones: antitrujillismo de enriquecimiento, golpe de Estado y otras formas de violencia política; incluida la brutal intervención norteamericana de 1965.

Montaje periódico de elecciones para presidenciales, las cámaras legislativas y los municipios.
Pese al mito del respeto a la voluntad ciudadana, con frecuencia hemos hecho coro al vil engaño electoral, interesados en imprimirle cuerpo a opciones alternativas, aún sea por plazas parciales del poder.

Si gota a gota se rebosa la copa, los recientes comicios presidenciales fueron más que elocuentes para entender que no quedan hendijas ni brechas para colar esperanzas de candidaturas genuinamente democráticas en el tinglado o montaje de los procesos electorales.

Hemos de decir que la expresión imperante del sistema es más grave que una “dictadura constitucional”.
Vivimos bajo una dictadura multilateral sustanciada por una partidocracia corrupta.

A la vista, una sociedad servil, un avasallante poder mediático, omnipresente injerencia extranjera, poderes fácticos arribistas, una permanente involución cultural y otros resortes de grosera dominación.

Se suma que los dolientes del pueblo o sectores de mayor conciencia ciudadana, nos hemos quedado kilométricamente cortos en la necesidad de integrar proyectos políticos capaces de responder, resistiendo esquemas de control ejecutados desde los poderes públicos.

Este grave déficit organizativo y de condiciones sugestivas nos coloca a la defensiva, pero no nos amilana al defender los principios y para señalar las coordenadas del presente panorama.

Debemos ser atrevidos en una reflexión amplia y descarnada sobre nuestras debilidades e incompetencias, pero sin dar tregua, ni legitimar las aberraciones en nombre de la “legalidad del poder”, mientras la limitación de derechos anda de manos con el crecimiento de fortunas ilícitas.

Llamemos al 30 de mayo “día del desengaño”, cada año. La denominación caducará cuando el pueblo se desengañe.
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FUERZA ALTERNATIVA

TRINITARIOS DE LOS NUEVOS TIEMPOS
Por FIDELIO DESPRADEL

Las cúpulas políticas y sociales han sembrado desigualdad

Nunca una fuerza alternativa, de reciente formación, había alcanzado casi 70,000 votantes en su primera participación electoral. El gran 14 de junio de Manolo reunió grandes multitudes en la plaza pública, pero nunca tuvo que ponerse a prueba en unas elecciones. Y el PLD del profesor Bosch, con cuatro años de trabajo, alcanzó en 1978 la cifra de 18,000 votantes en su primera prueba.

Setenta mil dominicanos y dominicanas, desafiando el bi-partidismo de dos inmensas maquinarias electorales y erigiéndose por encima de la desesperanza que se le ha impuesto al pueblo dominicano, votaron por Alianza-País y por su novel candidato.

Esos dominicanos y dominicanas constituyen una plataforma para construir la fuerza alternativa, que en base a la convergencia de fuerzas ciudadanas, sociales y políticas, podrá arrancarle el poder a las cúpulas políticas y sociales que a lo largo de 47 años han sembrado desigualdad, desesperanza, entrega, corrupción e impunidad en forma cada vez mayor.

La única vez que el PLD, liderado por Juan Bosch, ganó limpiamente las elecciones, sin pacto patriótico ni entrega de sus banderas morales y políticas, fue en las elecciones de 1990, y en esa oportunidad el PLD no era un partido de los llamados de masas sino una eficiente maquinaria política constituida por alrededor de 16,000 militantes y activistas organizados.

Sin una maquinaria similar, guardando la distancia, no es posible convertir esta incipiente fuerza política que es Alianza-País, victoriosa en su primera prueba de fuerza, en el dínamo que necesita la Nación para forjar la gran convergencia de fuerzas ciudadanas, sociales y políticas, que en base a fuerza de pueblo, sea capaz de quebrar el poder de los actuales detentadores.

Tal es la dimensión de las tareas que tenemos por delante. Existe ya una candidatura que no tiene tasa de rechazo y sí unas simpatías y respeto creciente y probado, pero ello no es más que un pequeño, aunque firme punto de apoyo. Construir una fuerza con un núcleo central de miles de trinitarios de los nuevos tiempos, en medio de un combate político cada vez más firme, es el inmenso desafío que tenemos por delante.

Recuérdese que para Alianza-País, sólo uniendo lo mejor del pueblo dominicano alrededor de la construcción de la República Duartiana, traicionada luego de las jornadas independentistas, se podrá cambiar el rumbo fatal que le han impuesto a la Nación, y que para ello ha colocado en el centro de su ideario político “convocar una Asamblea Constituyente, electa por voto popular, para elaborar una nueva Constitución que sirva de marco general para refundar esta República Duartiana, que por definición ha de ser justa, solidaria, participativa, independiente y soberana”.
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AGENTE BUENO... AGENTE MALO

EL ÚLTIMO CLAVO EN EL ATAÚD
Por HAMLET HERMANN

La dicotomía paz y guerra volvió a surtir efecto ahora en 2012

Antes de la emisión del primer boletín de la Junta Central Electoral (JCE), los centros de cómputos del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) y el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ya habían detectado la tendencia del conteo de votos: Danilo Medina, del PLD, lucía como potencial ganador de la Presidencia de la República.

Sin perder totalmente las esperanzas por un repunte de la candidatura de Hipólito Mejía, los principales especialistas del PRD intensificaron la búsqueda de posibles fraudes que explicaran la derrota que ya se veía venir.

Más de 24 horas y diez boletines de la JCE convencieron a los más incrédulos perredeístas de que no podía posponerse un minuto más que Hipólito admitiera la derrota en una cadena radiada y televisada a todo el país.

Sorpresivamente, en Santo Domingo empezó a desarrollarse entonces un alud de comunicaciones electrónicas masivas. Una avalancha de mensajes empezó a pronosticar el apocalipsis.

El Armagedón sería la capital dominicana. La JCE y otros organismos del gobierno empezaron a despachar a sus empleados antes de completar la jornada normal de trabajo.

La Policía Nacional anunció el acuartelamiento de la mitad de sus agentes y declaró una situación de predisposición combativa para las tropas especiales. La expectativa de violencia se difundió con la velocidad pasmosa que sólo una maquinaria enorme y experimentada podía lograr.

Ningún fenómeno de comunicación por generación espontánea podía ser capaz de crear un pánico colectivo como el que se forjó el martes 22 de mayo de 2012 en tan corto tiempo.

Algunos recordaban momentos semejantes en otras coyunturas electorales de la historia reciente en los que se inventaron crisis mostrando como partidario de la violencia al candidato a quien se quería perjudicar.

Por vía de consecuencia, el otro aparecía como representante de la paz. ¿No fue eso lo que se logró en 1962 para desplazar al trujillista Balaguer y colocar al “democrático” Consejo de Estado? ¿No fue un ardid semejante cuando en 1966 se identificó al intimidado Bosch como representante de la continuación de la guerra y a Balaguer como candidato de la paz? ¿Y en 1978 cuando el Comando Sur del Ejército de Estados Unidos intervino para frenar el continuismo de Balaguer y sus Generales de horca y cuchillo presentando un Guzmán pacífico? ¿O no fue lo del “camino malo” que Balaguer y el actual grupo dominante del PLD inventaron en 1996 para evitar que Peña Gómez ocupara la Presidencia de la República?

La dicotomía paz y guerra volvió a surtir efecto ahora en 2012 cuando la maquinaria comunicacional interactiva del gobierno martilló el último clavo en el ataúd político de Hipólito Mejía.

El derrotado candidato nunca pensó siquiera en lanzar sus seguidores a la calle para protestar. Pero La Maquinaria le atribuyó perversas intenciones.

La mejor prueba del comportamiento pacífico del líder perredeísta fue la candidez e ingenuidad que reflejó en su discurso.

Nunca pudo imaginar Mejía que el grupo corporativo gubernamental no se conformaría con derrotarlo gracias a la descomunal fuerza del Estado, como lamentara Danilo Medina en 2008.

El propósito de esa ofensiva era crear la impresión ante el pueblo que Hipólito era un desesperado perdedor dispuesto a utilizar la mayor violencia para apoderarse del gobierno.

El candidato perredeísta pareció ignorar entonces que la orientación del pensamiento de la cabeza del gobierno en materia de propaganda fue copiada de Walter Lippman y de la Comisión Kreel.

Aquellos genios perversos, representantes de lo peor del tradicional belicismo estadounidense, sentaron plaza en el mundo por sus respectivas capacidades para convertir una población pacifista en un rebaño histérico y belicista. Para ellos, mentir no es pecado, siempre que responda a sus intereses del momento.

Nuestro Presidente demostró desde el poder que podía fabricar falsos consensos para lograr la aceptación de proyectos que el pueblo no había pedido ni necesitaba.

Asimismo, ha impuesto la idea de que el pueblo no sabe conceptualizar y es como un “rebaño desconcertado de cuyos pisotones y rugidos hay que protegerse”.

Definitivamente, la falsa crisis creada para “matarle el gallo en la funda” a Hipólito y presentarlo como portador de incontrolable violencia, se convirtió en el último clavo del ataúd del derrotado candidato del PRD.
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lunes, 28 de mayo de 2012

RESACA ELECTORAL

CRÓNICA DE UN MATADERO ELECTORAL ANUNCIADO
Por TIRSO MEJÍA-RICART
(tmejiaricart@hotmail.com)

El PLD y Leonel se prepararon para controlar absolutamente el Estado

Los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 20 de mayo parecen la crónica de una muerte anunciada. Efectivamente, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y Leonel Fernández se prepararon para controlar absolutamente el Estado y retener el poder a toda costa en los próximos años.

Así, los cambios de la Constitución en el 2010, la elección de una mayoría con un cuadro del PLD a la cabeza en la JCE; lo mismo que el Tribunal Superior Electoral, la designación de los funcionarios claves en esos órganos vitales para la democracia, incluyendo la dirección de las Juntas Electorales de los principales municipios, de Elecciones, Informática, Registro Civil, Registro Electoral, Logística y Consultoría Jurídica, entre otros; la renuencia a aprobar una Ley de Partidos Políticos y las reformas necesarias a la Ley Electoral para adecuarla a la nueva Carta Sustantiva, que por ser una Ley Orgánica requiere mayoría de las dos terceras partes del Congreso Nacional; el arbitrario rechazo de las alianzas de dos partidos con el PRD y hasta la pintura de sus locales con los colores del PLD, anunciaban claramente la vocación fraudulenta y prepotente de la JCE.

Sin duda el candidato del PRD Hipólito Mejía y sus asesores trataron y lograron en parte evitar la ejecución de algunos de los planes del peledeísmo con los padrones y los cómputos electorales; pero no pudieron contrarrestar el uso abrumador de los recursos del estado, el control de la mayor parte de los medios de comunicación y los comunicadores, volcados cínicamente a favor del candidato oficialista, que apenas cuatro años antes los sufrió en carne propia, así como la compra masiva de cédulas y votos casi a la vista de todos.

Para colmo, el presidente de la JCE impidió ilegalmente que los delegados técnicos de los partidos estuvieran presentes en el cómputo de los votos y la definición de los boletines, que con precisión de relojería se organizaron en proporciones tales que fueran perfilando una mayoría a favor de Danilo Medina. Infortunadamente, el país recibirá en corto tiempo los efectos económicos y sociales de las últimas travesuras electorales de una nueva oligarquía dominicana, orquestada por el Comité Político del PLD.

Pero sin duda el “matadero electoral” de que nos hablaba Juan Bosch, ha sido revivido hoy día por sus descarriados discípulos. Hay que establecer una Junta Central Electoral y un Tribunal Superior Electoral verdaderamente independientes, que sean elegidos por dos terceras partes de la Cámara de Diputados, que es mucho más representativa que el Senado, para que rompan de una vez por todas con un sistema electoral que garantiza impunidad ante el fraude, y que una minoría dueña del país mantenga en la mayor miseria y envilecimiento a la mitad de la población, vendiéndole esperanzas y dándole mendrugos, mientras atrae por el cohecho a parte de las élites dominicanas.

Quebrar ese infernal estado de cosas es la tarea política trascendente de la ciudadanía consciente dominicana en el próximo futuro.
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RESACA DEL PROCESO ELECTORAL...

LO QUE VI
Juan Taveras Hernández
juanth04@hotmail.com

Pensé quemar las naves y nadar hacia otros mares hasta encontrar otra tierra más segura, más cálida, donde nadie viole mis derechos más elementales, ni se burle de mi ser social, político y económico.

Pensé quemar las naves para siempre y sumergirme en un océano de silencio para que mi voz no se vuelva a escuchar nunca más, para que mis palabras no salgan de mi boca maldiciendo a quienes merecen ser maldecidos por los siglos de los siglos. Encerrar la voz en el cielo de mi boca.

Pensé irme lejos, tan lejos que nadie pudiera alcanzar mi sombra, ni tocarme con un beso o alcanzarme con el pensamiento.

Cuando vi la compra masiva de cédulas, a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional militarizar pueblos enteros para que la gente no votara y para proteger a los corruptos que andaban con millones de pesos comprando conciencias, cuando vi todo lo que vi, pensé dejarlo todo, romper con mi entorno, con ese círculo cada vez más estrecho que me rodea para evitar ofensas y golpes bajos.

Durante el proceso electoral vi tantos amigos venderse como reses, taparse las narices y caminar abrazados con las ratas del poder en procura de un pedazo miserable y sucio del pastel de la corrupción que envilece y empobrece el alma.

Vi gente plegarse a lo perverso, a lo cruel, a lo injusto, solo por dinero, por el dinero del pueblo, el dinero de los pobres. Sentí pena por ellos. Y por de mí.

Vi amigos de los medios defender lo indefendible por una pauta publicitaria, por un cheque en blanco, por un sobre amarillo lleno de billetes sucios, por un decreto sin función, por un cargo barato, por una botella en el Estado.

Vi los abogados del diablo defendiendo al diablo sin vacilar, sin pensar en la toga, ni en la doctrina. Sin escrúpulos, sin moral.

Vi a los canallas caminar abrazados con gente creí honorable. Y me sentí asqueado y avergonzado.

Vi tantas deslealtades, tantas vilezas, tanta pobreza espiritual, tanta indignidad y tanta falta de respeto, que pensé esconderme en el caparazón de mi propia vergüenza para no sufrir la ajena. ¡Lo juro!

Vi tanta podredumbre, tanto estiércol durante la campaña electoral, que al final pensé quemar mis naves, largarme del país como lo hizo el Padre de la Patria, y morir, como él, en otro punto del planeta, totalmente olvidado.

Pero también vi gente buena, gente seria, gente con dignidad y decoro, gente leal, gente que ama, gente que trabaja, gente que no se roba el dinero del pueblo, gente transparente, gente que desea lo mejor para sí y para los demás. Vi gente de vergüenza, orgullosa de sus valores y principios. No ratas inmundas, ni cucarachas de cuatro patas disfrazadas de gente.

Y me di cuenta que esa gente humilde y buena, gente que trabaja, que produce, constituye una mayoría, muchas vencida veces por la traición y el odio de la canalla vil y cobarde colocada siempre al lado de los peores intereses de la nación.

Por esa gente vale la pena el sacrificio de continuar luchando por alcanzar los nobles ideales que hicieron posible la fundación de lo que hoy llamamos República Dominicana.

Además, este es el único país del mundo donde no soy extranjero.

PD: Lo que más lamento del proceso electoral he haber perdido un amigo de toda la vida. ¡Es lo que más me duele!
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domingo, 27 de mayo de 2012

Y SIGUE EL "RECHÍN" EN LA JCE...

ENTRE USTED Y YO
Por Rafael Calderón

Me quito el sombrero ante quien se ensució en la JCE

NEW YORK. Así son las cosas en nuestro país: se puso en marcha una extraordinaria investigación para identificar a la persona depositaria de una pequeña funda de excrementos en el ascensor VIP de la Junta Central Electoral (JCE). El frenesí de la pesquisa obliga a que uno piense que la búsqueda es para trancarla, ¡qué paradoja!, y no para premiarla, como muy bien se lo merece.

Mire, el ingenioso acto puede ser definido por cualquiera que asuma el papel de mezquino como un simple voto de reconocimiento, simbólicamente acorde con la tremenda embarrada (permítame el eufemismo) que bajo el liderato firme de Roberto Rosario le dio la JCE a la democracia durante todo el montaje hecho para otorgarle a Danilo Medina el título de presidente de la República Dominicana.

Pero la realidad es que el asunto tiene una trascendencia mucho mayor, porque el personaje anónimo logró abrir, justo a tiempo, una válvula de escape para un pueblo burlado a punto de estallar de ira. El desahogo que produjo la publicación del hallazgo de la fundita, desde ya histórica, se pudo apreciar en los millares de comentarios y en la risa colectiva que causó y que, sin duda, regocijó al gobierno porque le evitó enviar a los acuartelados guardias y policías a dar funda por todo el país. Todo el mundo, menos Roberto Rosario, gozó con la genialidad.

Digo, se entiende que Roberto Rosario no se riera con el asunto, pues lo ensució de otra manera para siempre. Antes la gente sólo hablaba de su habilidad para buscarse la funda de millones de pesos que se ha buscado en la JCE y en la Lotería Nacional por su efectivo liderazgo del grupo de sicarios que silenció la democracia. Ahora, dígame Usted, cómo podrá alguien evitar pensar en la otra funda, la fundita de excrementos, dondequiera que aparezca la figura del juez presidente de la Junta del embarre electoral. Es imposible no pensarlo, como imposible es para Roberto y cualquiera que use el ahora famoso ascensor no recordar la fundita cuando lo haga.

Qué pena no conocer a la persona que con un solo acto, silencioso y anónimo, pero con un simbolismo gigante, incuestionable, inobjetable e inolvidable subió en el propio ascensor de Roberto Rosario y compartes hasta una altura en el sentir del pueblo que los jueces jamás alcanzarán, pues evitaron obrarse en el poder perverso que los contrató con el encargo de matar la democracia.

Me hubiese gustado, después de felicitar hoy a todas las madres, hablar con Usted acerca del paso de Miguel Vargas de presidente del PRD a peón del PLD; de la nerviosa rapidez con que la prensa está arriando a la gente para que se dedique a trabajar para cubrir los gastos de la campaña de Danilo; del rápido recordatorio de Leonel a Danilo de que tiene el título de presidente electo gracias a la$ obra$ de su gobierno o de las expectativas de factoría que están lanzando en serie para tapar, como lo hacen los gatos, el embarre electoral, pero me decidí por quitarme el sombrero ante la anónima persona que se ensució sobre la JCE. Mis felicitaciones para él o ella, pues logró que un momento de ira el país riera. Gracias de mi parte, porque es cierto que la risa es remedio infalible para todos los males, por terribles que sean.

Por hoy me voy, que Dios le llene de bendiciones, y se apiade de la República Dominicana.
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sábado, 26 de mayo de 2012

¿SON LAS ASPIRACIONES ALTERNATIVAS ILUSIONES NADA MÁS?

¿QUÉ PASÓ CON LOS “ALTERNATIVOS”?
Por Narciso Isa Conde

Todos, los cuatro partidos llamados “alternativos”, obtuvieron menos del 2% de los votos válidos en el contexto de unas votaciones polarizadas y altamente viciadas por la intervención degradante de las dos grandes corporaciones de la partidocracia criolla (o grandes CxA de la política) que se consideran dueñas del sistema político del país: los partidos de la Liberación Dominicana (PLD) y Revolucionario Dominicano (PRD), que succionaron casi el 98% del total de votos depositados, con una abstención registrada y admitida del 31%.

El PLD, con un 51% del total, se impuso al PRD que le computaron un 47%; todo esto en el marco de en unos de los procesos más sucios de las últimas décadas, en el que la maquinaria peledeísta exhibió mas capacidad de adulteración de los resultados que su principal contrincante dotado de mañas parecidas.

CORRELACIÓN ENTRE LOS CUATRO

Entre esas cuatro pequeñas agrupaciones (AP.-Alianza País-Guillermo Moreno, CxD.-Dominicanos por el Cambio-Eduardo Estrella, FA.-Frente Amplio-Julián Serrulle y APD.-Alianza por la Democracia-Máx. Puig), el partido Alianza País (AP) logró casi las tres cuartas partes de ese pequeño espacio no erosionado por la polarización (62 mil Votos, 1.37% del total). El resto se distribuyó en 0.11% APD, 0.14 % FA y 0.21% DxC.

Nada de extraño tiene ese resultado en el mundo de los partidos muy pequeños, dado que Guillermo Moreno siempre estuvo mejor posicionado. Previamente había un pequeño nicho en sectores de las capas medias y sustentó una propuesta y un discurso, que auque sumamente moderado y sistémico, resultó ser coherente con su trayectoria; poniendo especial énfasis en la anticorrupción, en los derechos ciudadanos, en el cumplimiento de las normas institucionales, en la independencia respecto a las dos facciones de la partidocracia y en reformas políticas, económicas y sociales, que sin impugnar el modelo neoliberal, tenderían a moderar algunos de sus aristas más negativas.

Por demás, Guillermo fue percibido por algunos sectores como de izquierda y votado ingenuamente por ellos como tal, a pesar de su inconsecuente empeño en definirse como “centro progresista”, preservándose de tintes izquierdistas y subordinando los componentes de esa procedencia.

CAUSAS DE LA REDUCCIÓN DEL ESPACIO COMÚN

El predominio de proyectos muy personales, la división entre los cuatro (a pesar de no exhibir diferencias significativas de carácter programáticos y a pesar de los reclamos que le hacia una franja de la sociedad proclive a inclinarse por una opción unificada e independiente de la partidocracia tradicional), redujo aun más el espacio intermedio entre PLD y PRD, comprimido por una polarización histórica y sistémica favorecida por la cultura política dominante, por las ventajas estructurales, la enorme inequidad en el acceso a los recursos y medios de campaña, las rentables articulaciones con los poderes temporales y permanentes, y el apoyo de la clase dominante metida de lleno en el negocio político.

Dos de ellos, APD y DxC, sencillamente no tenían nada de alternativos ni podían ser percibidos como tales.

APD cargó con el pesado fardo de la colaboración y participación con los gobiernos corruptos y neoliberales del PLD-Leonel durante 11 años de gestión, sin mediar una ruptura reivindicadora.

DxC venía de un desgarramiento interno en el Partido Reformista Social Cristiano de Balaguer (extrema derecha) a consecuencia de un pleito de candidaturas, y pese a los esfuerzos de su candidato por lucir un tono sobrio, moderado y reformador, mantuvo -junto a un conservadurismo esencial- la reivindicación de su nefasto caudillo histórico: Joaquín Balaguer.

A la sociedad dominicana y particularmente a la franja con ideas de avanzadas, enfrentada al partidismo tradicional, le resultaba difícil asumir como auténticamente alternativas esas organizaciones y sus propuestas.

Mientras la candidatura presidencial del Frente Amplio resultó desde su inicio la crónica de un fracaso esperado: un verdadero fiasco por su alto grado de desestructuración mental y su incapacidad para generar simpatía.

Además esa agrupación, que fue fundamentalmente producto del cambio del nombre del MIUCA (sustentando por el Partido Comunista del Trabajo-PCT y algunos aliados sumamente débiles), arrastraba los justos cuestionamientos por su reciente alianza con el PRD en las elecciones de medio tiempo; y, además, nunca logró explicar con razones entendibles (que no fueran resentimientos ocultos) el hecho de que después de haber sustentado en los pasados comicios presidenciales la candidatura de Guillermo Moreno, rehusó hacerlo en esta nueva ocasión, dando un absurdo salto al vacío.

LOS CANDIDATOS DE AP Y FA NO INTENTARON SER ALTERNATIVOS

En realidad, por diferentes razones -siendo común a ambos el conservadurismo y el personalismo en la política- los candidatos presidenciales de AP y FA, aun contando con el apoyo de ciertos sectores con tradición de izquierda y con cierta aceptación potencial en la franja más avanzada de la sociedad, no se decidieron por ser alternativos, rehusaron ser impugnadores del modelo neoliberal, de la dependencia y de la institucionalidad basada en la Constitución del 2010 y en el orden jurídico-político-vigente.

Ambos fueron copados por concepciones “posibilitistas”, por el pragmatismo y la llamada “viabilidad” de las opciones políticas, que de hecho acepta el orden legal establecido y apenas se propone algunas reivindicaciones, ligeras reformas y modificaciones que no chocan con los pilares de sustentación del sistema ni con los intereses del bloque dominante. Que no implican cambios estructurales ni desmonte del modelo neoliberal, confundiéndose -o no diferenciándose debidamente- de los discursos demagógicos de las opciones tradicionales más inteligentes.

Nada de procurar hacer posible lo aparentemente imposible, nada de esgrimir la necesidad de una nueva institucionalidad.

Alianza País sobredimensionó el legalismo, el camino a través de las pervertidas instituciones establecidas y el respeto a la Constitución reaccionaria y a las leyes que las sustentan.

Clase dominante, patriarcado, homofobia, adulto-centrismo, racismo anti-haitiano, saqueo e intervención estructural y cotidiana del imperialismo, ecocidio… no fueron blancos de ataque permanentes ni razones para formular propuestas contundentes, superadoras de esas terribles realidades; temas bastante ausentes -o débil y ocasionalmente incluidos- en sus discursos.

El Frente Amplio agregó a eso más pobreza de pensamiento una candidatura impregnada del conservadurismo histórico del PLD hacia la clase dominante con un discurso seudo político de pésima calidad.

Max Puig fue el que más conceptualizó sobre una parte de estos temas, no precisamente los de corte anticapitalista o antiimperialista, pero sin lograr credibilidad alguna después de su larga alianza con el pele-leonelismo.

UNA ACTUACIÓN PROPIA DE LA “CLASE POLITICA”

Los cuatro no se alejaron de la forma de actuar de la llamada “clase política”, colocada siempre por encima de la sociedad, del pueblo y de los movimientos sociales en lucha; reproduciendo “la cultura” propia del partidismo tradicional; al punto de estructurarse de la misma manera, reciclando formas centralizadas y semi-caudillistas de gestión y proyección.

Incluso hasta agrupaciones con presencia de ciertos grupos experimentados en luchas sociales (pero impregnado de reformismo), cayeron en el electoralismo simplista, asumiendo o apoyando en ocasiones ciertas luchas reivindicativas como cuestión subalterna a una la lógica fundamentalmente electoral.

El liderazgo “alternativo” fue concebido principalmente presentándose separados en la competencia electoral de las dos grandes opciones partidocráticas, pero al margen de contenidos y prácticas realmente diferenciadoras; sin entender que ser candidato presidencial con ese perfil no es necesariamente sinónimo de liderazgo popular alternativo, algo que solo se forja en los grandes combates políticos-sociales, en las grandes rebeldías políticas o promoviendo iniciativas, acciones y posiciones que tienda a resquebrajar el orden decadente.

El antidemocrático y excluyente sistema electoral establecido en este país reduce la competencia al partidismo registrado o legalmente reconocido por sus autoridades, imponiendo por ley enormes restricciones y contaminando los procesos con manipulaciones y favoritismos detestables, que merecen ser confrontados para lograr la diferenciación y la credibilidad necesarias después de tantas frustraciones.

Pero resulta que el sujeto político-social alternativo -más aun después del impacto de la era neoliberal en todos las vertientes de la sociedad (incluidas detestables mutaciones de la partidocracia y de la política como negocio)- va mucho más allá del sistema de partidos reconocido y comprende una gran diversidad político-social potencialmente transformadora, olímpicamente despreciada por los llamados partidos emergentes.

EL VALOR DE LA LUCHAS EXTRA-INSTITUCIONALES

Si ciertamente es difícil reducir en grande la polarización estructurada, reproducida por el sistema dominante y sus medios de comunicación, es prácticamente imposible hacerlo sin potenciar y politizar al máximo las luchas sociales extra-institucionales y abrirse a los nuevos sujetos sociales y actores político-sociales.

Por un lado hay que chocar con fuerza las instituciones, confrontar inteligentemente con el orden establecido y deslegitimarlo al máximo en el curso de esos combates; y por el otro, construir paralelamente un gran movimiento político-social, que actúe como contra-poder, agrupe la diversidad transformadora y represente programáticamente los puntos de unidad y confluencia de esa diversidad.

La beligerancia eficaz, en el escenario electoral y en cualquier otro, no se puede forjar desde el sectarismo, el conservadurismo, el electoralismo simplista, la división, el partidismo puro y simple, el verticalismo y la relegación de temas tan cruciales como la lucha de clase, la insumisión de la juventud, la emergencia del feminismo, la liberación de los tabúes, las discriminaciones por razones sexuales y raciales y el gran tema ambientalista.

No puede alcanzarse sin una la dosis de antiimperialismo y un programa de desmonte del neoliberalismo, que implique desprivatización del patrimonio público y natural del país y se articule todo esto a la demanda de un proceso constituyente para refundar la república soberana.

Esas carencias explican los pobres resultados obtenidos con esa manera pálida y mediocre de concebir lo alternativo, traducida en la pulverización electoral de tres de las opciones presentadas y en la minimización de aquella que logró ser percibida como diferente en el terreno moral y confiable en la independencia respecto a la partidocracia tradicional; precisamente en una coyuntura en la que pudo lograrse mucho más, dado el descrédito de las fuerzas dominantes.

Vale decir en términos autocríticos que la tardanza en la articulación de las izquierdas revolucionarias y en su entronque con los movimientos sociales contestatarios, junto a la ausencia de una matricula electoral unitaria y receptora de una propuesta realmente alternativa, facilitó ese derrotero oportunista altamente vulnerable.

De ahí el valor a futuro próximo de los esfuerzos discretos, pero sistemáticos y trascendentes, realizados para iniciar el Proyecto Unitario de las Izquierdas Revolucionarias con la idea de ir más allá de la recién concluida coyuntura electoral.

El valor de esforzarnos, aun tardíamente respecto a la coyuntura, en hacer renacer la esperanza de una unidad transformadora con capacidad de intervenir en todos los escenarios y promover la insumisión generalizada del pueblo oprimido y los sectores medios gravemente afectados en un periodo.

Unidad revolucionaria que apunta en dirección a intervenir y crecer en el contexto de una crisis sistémica de mayor profundidad y extensión, que habrá de darle mayor razón, después de este proceso viciado y esta imposición ilegitima del peledeismo, a la necesidad de refundar las instituciones, el sistema político y los mecanismos electorales, mediante una Constituyente Popular.

RESULTADOS: TRES CATASTRÓFICOS Y UNO PRECARIO

Los resultados del APD, DxC y F.A fueron sencillamente catastróficos y se hace el ridículo cuando se intenta justificarlos o maquillarlos.

Los resultados del AP-Guillermo Moreno, si bien no son deprimentes e incluso revelan un crecimiento significativo en el espacio de las minorías, se quedó por debajo de la meta mínima que implicaba garantizar la continuidad de su matrícula electoral y a una enorme distancia de los punteros.

AP, con su 1.37 %, perdió el reconocimiento y sus prerrogativas, lo que constituye, más allá de su precario pero significativo avance en la votación, un revés que la obliga a repetir el esfuerzo de estructurar su nueva solicitud de reconocimiento en condiciones relativamente mejores.

El revés no es catastrófico, pero es revés. La distancia respeto a los dos polos es enorme, casi abismal. El oligopolio electoral PRD-PLD sigue siendo apabullante, pese a la enorme crisis de credibilidad de sus actores y no podrá ser revertido partiendo de niveles tan precarios desde una lógica exclusivamente partidista y electoralista y desde una actitud tan conservadora.

Es inconsistente y acomodaticio, carente de espíritu autocrítico el discurso triunfalista de AP -sobretodo mediando esa distancia abismal respecto a los dos primeros lugares- presentándose como “tercera opción”, mas cuando incluso dos de los grupos satélites (PRSC y MODA) superan su precaria votación y el PRSC con un 6% (aun con una cantidad de votos prestados) será promovido mediáticamente como tercera fuerza electoral.

La ventaja sensible, casi enorme, de AP es frente a APD, FA DxC. Pero eso se limita el mundo de los pequeñitos.

POSICIONAMIENTOS POST VOTACIONES

Pero más preocupante que ese triunfalismo irreflexivo y nada autocrítico, es el posicionamiento político post votaciones de AP, que además de un innecesario reconocimiento al PLD-Danilo como “ganador”, incluye el anuncio de diligencias para presentar una lista de irregularidades a la misma JCE que auspicio la gran trampa y que debería ser impugnada ya, sin pérdida de tiempo, si no se hizo antes de consumar ante los ojos de los partidos contendientes y de la propia AP uno de los procesos más viciado de la historia electoral reciente.

Julián Serrulle, llevándole gabela, fue capaz de fomentar ilusiones en el nuevo gobierno peledeista, llamando a todos a contribuir a que pueda hacerlo bien.

Lo acontecido es de una gravedad enorme. Los resultados viciados, que consagran el hecho bochornoso en el que la facción de derecha con mayor capacidad para adulterarlos se impone sobre otra de igual calaña, no es como para aceptar pasivamente las reglas de juego y las instituciones que hicieron posible ese desastre; menos si tiene conciencia de lo que habrá de desatarse después de esta tragi-comedia en medio de la crisis en marcha.

Mas crisis local, mas crisis mundial, con un gobierno con tufo a fraude y facciones de la partidocracia dominante corroídas por sus contradicciones internas y afectadas por su desprestigio general, es para proponerse una construcción alternativa y un posicionamiento político diferentes, que contribuyan a crear las condiciones para conquistar desde la movilización social una Constituyente popular y un nuevo sistema electoral, superando esta institucionalidad decadente gerenciada por una “clase política” corrompida y al servicio de la globalización neoliberal.

El espíritu de ruptura, de discontinuidad en el corto y mediano plazo, debe apoderarse de quienes anhelamos una transformación trascendente. Y esto precisa de un esfuerzo crítico y auto-critico superador de viejas prácticas y viejas visiones todavía influyentes, echando al basurero todo conservadurismo asumido en interés de hacerse potable al sistema vigente y funcional al juego electoral tal como ha discurrido en las últimas décadas sin el rechazo masivo necesario; o a lo sumo reciclándolo con algunos remiendos aceptables para los que dirigen sus desprestigiados órganos rectores.
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