EL PROBLEMA SON LOS REPUBLICANOS
Por Max J. Castro
majcastro@gmail.com
Tomado de Progreso Semanal
El extremismo de derecha, que no hace mucho era una mala palabra y una segura pérdida política, ha regresado con ganas.
“El extremismo en la defensa de la libertad no es un vicio. Y la moderación en la búsqueda de la justicia no es una virtud”. Así habló Barry Goldwater en 1964 al aceptar la nominación presidencial republicana.
Goldwater nunca llegó a aplicar su extremismo. Lyndon Johnson arrasó con él en las elecciones de aquel año y el Partido Republicano también recibió una paliza en la votación al Congreso. En medio de la Guerra Fría y la amenaza de la segura destrucción mutua, el pueblo norteamericano desconfiaba del extremismo.
Por aquel tiempo parecía que pasaría mucho tiempo antes de que el Partido Republicano –en especial su ala ultraconservadora– gobernara de nuevo en Washington. Sin embargo, tan solo cuatro años después, en 1968, el republicano Richard Nixon estaba sentado en la Oficina Oval.
La amnesia, junto con un toque de paranoia, según Richard Hofstadter, es la pesadilla de la política norteamericana. Para 1984, la facción derechista del Partido Republicano estaba casi totalmente rehabilitada y había regresado por sus fueros en la persona de Ronald Reagan.
Posteriormente parecía que Estados Unidos había tocado fondo durante el reinado de Bush/Cheney, con su política interna a la inversa de Robin Hood, su desastrosa guerra de Iraq y sus incontables ilegalidades restantes, desde la tortura hasta el espionaje interno injustificado. Pero hasta esos trágicos ocho años de desgobierno republicano no podían habernos preparado para lo que estaba por llegar: un Partido Republicano atrincherado de manera tan fiera y monolítica en la extrema derecha del espectro político como para que Ronald Reagan pareciera casi moderado.
Las resonantes victorias electorales de Reagan fueron en realidad una consecuencia de la dominación del Partido Republicano por el ala derecha. Pero solo fue un primer paso, aunque gigantesco, en un proceso que continúa avanzando. A pesar de toda su retórica belicosa, finalmente Reagan llegó a ponerse de acuerdo con la Unión Soviética y sus dos guerras, la agresión encubierta contra el gobierno sandinista y la tragicómica invasión de Granada, fueron simples puestas en práctica de la Doctrina Monroe. Antes de Reagan fue Eisenhower en Guatemala, y Eisenhower y Kennedy en Cuba. Luego llegó George H.W Bush en Panamá. Esto solo era lo de costumbre en el patio trasero. Y en el plano interno, Reagan se enfrentó a grandes déficits que su propia administración creó con una enorme reducción de impuestos. Al final terminó por aumentar los impuestos, incluso a los ricos.
George W. Bush superó a Reagan al dar a los ricos un enorme descuento de los impuestos y más tarde no hizo nada por controlar el déficit colosal provocado por sus reducciones de impuestos y sus guerras. En el plano internacional, Bush trató de extender la Doctrina Monroe al mundo entero por medio de su invasión a Iraq y la doctrina de guerra preventiva.
Actualmente los republicanos en el Congreso y en campaña están superando incluso a George W. Ellos argumentan a favor de atacar a Irán, un país mucho más grande y poderoso que el debilitado Iraq de Saddam. También se niegan a aumentar los impuestos bajo cualquier circunstancia y por cualquier razón, incluyendo el enorme déficit que la administración Bush y la Gran Recesión le legaron a Obama. Los republicanos en el Congreso han llevado incluso a usar la posibilidad de una mora de pago en la deuda de EE.UU. para chantajear al presidente Obama y así él reduzca el déficit a costa de los que menos son capaces de pagarla.
Por parte, Obama ha estado dispuesto a ceder –en exceso. Pero cuando el presidente ha hecho lo imposible por llegar a un compromiso, los dragones republicanos lo han considerado una oportunidad para patearle las espinillas y al mismo tiempo desautorizar y humillar a su propio presidente de la Cámara de Representantes después de que este hubiera negociado un acuerdo con el presidente.
Si las acciones de los republicanos en el Congreso han sido indignantes, la retórica de algunos de los miembros ha sido peor. Prueba A1 es el novato Alan West, representante por la Florida, un veterano retirado de las fuerzas armadas con antecedentes militares cuestionables. En un partido en el que gran parte de sus miembros cuentan con pensamiento mágico que echa a un lado la ciencia que apoya la realidad del cambio climático global y hasta a la evolución, Alan West puede ser el más delirante.
Durante su campaña, West alardeó de que él tenía una autorización de seguridad mayor que la del presidente de Estados Unidos, una aseveración evidentemente absurda. Un reciente video capturó al representante West asegurando que hay entre 78 y 81 demócratas miembros del Congreso que pertenecen ¡al Partido Comunista! ¿Quién hubiera sabido que los comunistas pudieran tener tanto éxito en penetrar el Congreso norteamericano? Ni Joe McCarthy en sus tiempos de gloria hizo una acusación tan ridícula contra sus propios colegas.
El viraje reaccionario del Partido Republicano ha sido tan brusco, tan implacable su despiadada guerra contra el presidente Obama y cada una de sus políticas, que hasta miembros de tanques pensantes del establishment creen que tienen el deber de dar su opinión.
Por ejemplo, el domingo pasado Thomas E. Mann, de la centro-derechista Institución Brookings, y Norman J. Ornstein del muy conservador Instituto Empresarial Norteamericano, publicaron un provocativo artículo en The Washington Post. Su título: “Digámoslo de una Vez: El Problema Son los Republicanos”.
El partido, según Mann y Ornstein, “ideológicamente extremista; despreciativo con el compromiso; impertérrito ante la comprensión convencional de los hechos, evidencia y ciencia: y despreciativo de la legitimidad de su oposición política”.
Como parte de la evidencia que demuestra este análisis, los autores citan un estudio reciente por los politólogos Keith Poole y Howard Rosenthal el cual, sobre la base de los votos congresionales, demuestran que los republicanos de hoy son más conservadores de lo que han sido durante más de un siglo.
Acerca de la renuencia de los medios a exigir responsabilidad a los culpables, Mann y Ornstein escriben que “un tratamiento balanceado de un fenómeno desbalanceado distorsiona la realidad”.
Ante lo cual, siendo alguien que ha estado diciendo la misma cosa hace mucho tiempo, siendo veterano de un tanque pensante ya difunto, y que fue seleccionado ideológicamente como objetivo, y siendo alguien expulsado de los medios principales de la ciudad por tener pensamiento liberal siendo cubano, solo puedo decir: Amén.
Max Castro, cubano, es un científico social, un columnista bilingüe y un activista progresista.
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