LA POLÍTICA DEL MIEDO Y EL PROCESO ELECTORAL
Por Wilfredo Lozano
El aspecto más deplorable y ruin de la presente campaña electoral es la política del miedo. A través de esta estrategia se ha pretendido asustar a toda la población ante la real y cada vez más cercana posibilidad de un triunfo electoral de Hipólito Mejía. Los mecanismos empleados han sido varios.
El primer y más “abundante” rasgo ha sido el apabullamiento propagandístico. Miles de millones de pesos ha dilapidado el oficialismo para proyectar a sus candidatos Danilo Medina y la Primera Dama. Participación Ciudadana ha calculado que el 69% de la propaganda ha sido controlada por el PLD, lo que interpretando la Constitución casi podría permitir afirmar que se trata no sólo de un abuso, sino de una violación constitucional. Calles, emisoras radiales, canales de televisión, espacios públicos, y recientemente hasta los espacios privados a través de llamadas telefónicas y visitas dirigidas a los hogares, han ahogado la vida de las y los dominicanos con la imagen de los candidatos oficiales. A esto se une impresionantes caravanas y encuentros públicos donde el uso de recursos estatales no se oculta, sino que se exhibe. Y la idea es simple: dar no sólo la impresión de que se tiene el favor de las masas, sino y sobre todo, de que se posee el poder para controlarlas y dirigirlas.
El segundo elemento de la política del miedo y menos evidente, es el ejercicio de un chantaje publicitario que asume un discurso relativamente sencillo: si cambiamos, todo se derrumba; si nos atrevemos a pensar en un cambio, podríamos perder los “favores” estatales; y este mensaje concluye: por eso es necesario un cambio seguro. Por ello debemos ser personas dóciles y mantener las cosas como están, de ahí la idea -contradictoria en sus propios términos- del ¿“cambio seguro”?. Hay, pues, que mantener las cosas como están, pues es claro que todo cambio implica un riesgo, parece afirmar bajo cuerdas este argumento.
El tercer aspecto de la política del miedo es el control de los medios de comunicación. Sobre esto ha corrido mucha tinta, pero la verdad es que se ha debatido poco. Sin embargo, poco a poco la gente ha ido tomando conciencia de lo aberrante de este ejercicio y del peligro a que somete a la vida democrática. La idea de esta parte de la política del miedo es estimular una especie de pensamiento único, que obliga a razonar solo en una dirección. Por eso debe silenciarse a quien se oponga, vale decir, no solo al PRD sino a todo actor político que dude del pensamiento oficial. Además de ello, el control monopolista de los medios constituye un vehículo formidable para inducir una cierta visión de las cosas que interiorice en la gente una idea: la de que tanto poder acumulado por la élite o corporación del PLD, les hace invencibles y por ello no vale la pena luchar contra esta gente todopoderosa, lo mejor es callarse si no se quiere sufrir las peligrosas consecuencias de la disidencia. Con el ejercicio de ese enorme poder mediático, la corporación peledeísta persigue acallar, pues, toda voz alternativa con un simple método: en el límite no permitir espacio público alguno donde se exprese una voz diferente a la oficial. Esto explica que la oposición casi no tenga espacio publicitario en la televisión en la campaña, las noticias en los medios impresos que dan cuenta de sus actividades van a las páginas interiores mientras un bostezo de los candidatos oficiales es tema de primera página.
Uno de los subproductos de estos ejercicios, que opera como cuarto elemento, es el de producir a través de los medios y sobre todo de la manipulación de las encuestas, la percepción de un triunfo seguro del oficialismo. No hay que ser un experto para darse cuenta de hechos evidentes: el esperado y natural crecimiento del candidato oficial se interpreta como indicador de victoria segura, la cercanía de los números que favorecen a los dos principales candidatos se interpretan como indicador de la ruina del candidato del PRD, se difunde a granel encuestas que dicen exactamente lo mismo y repiten lo mismo, lo cual podría mover a dudas en cualquier otro escenario político que no sea el dominicano, pero en este caso se interpreta como un indicador del triunfo oficial que nadie puede detener. Los números oficiales son los “buenos” los números de la oposición son “malos”, y paro de contar.
Un quinto elemento es el desvergonzado manejo de las instituciones del Estado para apuntalar el pregonado triunfo del candidato oficial. Esto se materializa en varias direcciones. El primer aspecto y más evidente son las inauguraciones del Presidente en Campaña, que asumen un doble lenguaje: el que apuntala al Presidente como el verdadero pather magister de todo este montaje y hace depender y somete a los candidatos oficiales del favor del primer mandatario y el que afirma de parte de las autoridades electorales que no hay razones legales para detener este abuso. El segundo elemento es la movilización del funcionariado del Estado en las tareas de campana. Esto no se oculta, más bien se estimula su visibilidad mediática, pues se trata de lo mismo: exhibir poder y asustar al electorado vacilante, incluidos los humildes empleados del sector público. Un tercer componente es la manipulación de las autoridades electorales en un doble discurso institucionalista que penaliza siempre a la oposición y a la sociedad civil. Basta pensar en la obstinada negligencia de la JCE ante el derecho de Participación Ciudadana a la observación electoral, la negligencia oficial ante pedidos del PRD, el escarceo inicial del funcionariado de la JCE ligado al procesamiento electrónico de los datos en las elecciones, hasta llegar a cuestiones burdas como las sentencias del Tribunal Superior Electoral en torno a aliados del PRD como fueron los casos del PNVC y del PRI. Se llega incluso al absurdo de que el Presidente de la JCE pretenda sustituir la función del Tribunal Superior Electoral, al dar plazos al PRD para que presente pruebas de que sus militantes han sido objeto de agresiones reiteradas, pues que sepamos la JCE no dirime estos asuntos sino el tribunal electoral.
Finalmente un sexto elemento es el discurso cifrado por el oficialismo de que resulte lo que resulte la corporación peledeísta se queda en el poder. Se trata de un discurso oculto que importantes funcionarios difunden en círculos privados, que se deja filtrar sutilmente y que al expresarse mediáticamente asume la forma de expresiones que se han hecho del sentido común: “para ganarle al PLD hay que reunir muchos votos de diferencia”, “con pocos votos de diferencia el PLD se queda”, etc. Si se acepta como verdades de sentido común estas frases, sencillamente apuntalamos el poder oficial, damos credibilidad y firmeza a la política del miedo.
En alguno de sus libros Horkheimer, el refunfuñón amigo de Adorno y padre de la Escuela de Fráncfort, ha sostenido que la lucha contra la opresión y el miedo es la lucha contra sus autores. No podemos equivocarnos en esto. Si dejamos que el miedo invada nuestras vidas por el temor infundado a la necesidad del cambio nos anulamos como personas, entes de razón y sujetos de derecho. Podemos cambiar las cosas y las cambiaremos.
Tenemos entonces un reto inmediato que se hace necesario para evitar el naufragio de nuestra democracia, conseguida con tanto sacrificio de los dominicanos y dominicanas. Votemos este 20 de mayo con la conciencia de que hay que parar la corporación política que ha hecho de la democracia un engaño; votemos con la certidumbre de que debemos de parar el continuismo de la corporación PLD. Respeto y admiro a los candidatos y candidatas de Dominicanos por el Cambio, Alianza País, Frente Amplio, Acción por la Democracia. Todos luchadores y luchadoras por la democracia y personas integras e inteligentes. De mi parte exhorto a un voto que detenga en primera vuelta el continuismo de la corporación PLD, y ello sólo lo lograremos aquí y ahora dando un voto condicionado al PRD y su candidato Hipólito Mejía, como proponen Ciudadanos y Ciudadanas por la Democracia. Si se va a segunda vuelta, no nos equivoquemos, debemos formar un amplio frente ciudadano que detenga el continuismo oficial.
acento.com.do
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