SANTO DOMINGO (R. Dominicana).- La diputada Minou Tavárez Mirabal fijó su posición sobre la sentencia del Tribunal Constitucional que desnacionaliza a cientos de miles de dominicanos de origen haitiano, con una vibrante apelación a recordar, entre otros hechos históricos significativos, que fue en estas tierras donde primero surgió el derecho internacional con el sermón de Fray Antón de Montesinos.
Pueden estar felices los tradicionales traficantes del miedo, esos que desde las penumbras de la dictadura todavía no superada, sobreviven gracias al temor de unos, el oportunismo de otros y la desidia de quienes han olvidado que la política es un servicio a todos, que no se puede hacer sin ideas, sin valores y sin convicciones.
Tavárez Mirabal reclama a su Partido de la Liberación Dominicana fijar públicamente su posición frente a la sentencia.
Por considerarla de interés para sus lectores, 7dias.com.do la reproduce íntegra.
¡VIVA LA REPÚBLICA DOMINICANA!
El mundo es uno. Sobre todo frente a la masacre y al horror el mundo es uno. La Declaración de los Derechos Humanos de 1948 nos defiende y nos obliga. Por ella podemos llamarnos mundo civilizado.
Nuestro país hace mucho tiempo es parte de la comunidad internacional y eso significa compromisos, no significa renuncias. La soberanía se mide por la capacidad de cumplir esos compromisos, no por la irresponsable intención de violarlos o ignorarlos.
“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”
Esa Declaración Universal de los Derechos Humanos de la que somos signatarios desde el primer día, nos obliga en el mejor sentido a esperar del Estado dominicano, la protección y la seguridad de quienes habitamos su territorio. Ése es el ejercicio de soberanía que queremos. Basta de seguir el discurso de Trujillo, Pinochet, Videla o Somoza que ante la exigencia de la comunidad internacional para que respetaran la vida de sus nacionales recurrieron al burdo y torpe ejercicio de querer confundir los intereses nacionales con los de una camarilla de fascistas que no descansan en su intención de hacernos infelices y de avergonzarnos.
Hay dos asuntos que están en la preocupación de muchos dominicanos y dominicanas: uno es el principio de la irretroactividad de la ley y el otro tiene que ver con las consecuencias de las acciones de la comunidad internacional, asumiendo que nadie tiene dudas acerca de lo graves que pueden ser las consecuencias de la resolución del Tribunal Constitucional.
El principio de la irretroactividad de la ley fue el tema de la tesis universitaria de una dominicana ejemplar, la Dra. Minerva Mirabal de Tavárez, que nunca, nunca se inclinó ante la injusticia, nunca la paralizó el terror y no temió ayer a los que todavía hoy pretenden continuar su hazaña inhumana, egoísta, antidemocrática y cobarde.
Sobre lo que será la acción de la comunidad internacional y lo que podemos esperar, viene también a mi memoria el viaje de mi padre Manolo Tavárez Justo a la sede de la Organización de Estados Americanos en Washington en el año 1961 para impedir el levantamiento de las sanciones de los países de América a República Dominicana mientras no se dieran condiciones reales de avance en la democratización del país. ¿Ese recurso de Manolo Tavárez ante la comunidad interamericana podría ser interpretado como un intento de lesionar la soberanía del pueblo dominicano?
Pero sobre estos temas hay mucho más, muchos más episodios de nuestra historia que deben hacernos sentir orgullosos y también agradecidos.
Dominicanos y dominicanas no podemos olvidar que el derecho internacional se escuchó aquí primero, surgió de aquí. Fue Fray Antón de Montesinos quien en su defensa de los pueblos originarios motivó el “derecho de gentes” concebido por Francisco de Vitoria. ¿Cómo poder ocultar nuestro orgullo de ser dominicana?
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, surgió de la V Conferencia de Consulta de la OEA en Santiago de Chile en agosto de 1959 en gran medida como reacción frente al horror que provocó en los países civilizados la masacre de los expedicionarios del 14 de junio. ¿A quién puede sorprender la animosidad contra estas iniciativas de la comunidad internacional por parte de quienes celebraron aquellos crímenes?
En un país que se reclama cristiano no debemos olvidar que el ejemplo más impactante de lo que significa el compromiso con los seres humanos viene dado por un extranjero, no precisamente bien valorado en su tiempo y lugar: un buen samaritano.
Es el momento de asumir con responsabilidad que necesitamos un profundo cambio cultural y político. Mientras sigamos reproduciendo las actitudes que denunciamos nada va a cambiar: en nuestros procederes egoístas y desconfiados está la explicación de la sociedad que insistimos en mantener. Una sociedad en la que el engaño, el robo, la violencia y el fraude se han ido transformando en mérito.
Y, dominicanos y dominicanas tenemos derecho a saber lo que piensan los partidos políticos. Yo, por mi parte, especialmente reclamo conocer la posición oficial de mi Partido, el de la Liberación Dominicana.
Se sabe que la resolución afectará a un número indeterminado de personas, por lo que también reclamo del Gobierno los cambios que fueren necesarios para que quienes tengan que implementar las medidas anunciadas nos aseguren que se intentará reducir el dolor en todo lo que sea posible.
También espero que la responsabilidad gubernamental alcance para darse cuenta de que los intereses del país deberán ser bien defendidos y tenemos un Ministerio de Relaciones Exteriores ausente, que no previó absolutamente nada y que en su situación actual difícilmente pueda ayudar a mejorar los retos que deberemos enfrentar en el complejo marco de la comunidad internacional.
Una de las primeras consecuencias de la resolución del Tribunal Constitucional es que ha puesto en primer plano lo peor de nosotros mismos. En los comentarios de los periódicos digitales, televisivos y radiales, en la prensa escrita, la descalificación, la incapacidad de aceptar y aceptarnos se ha adueñado del escenario.
Pueden estar felices los tradicionales traficantes del miedo, esos que desde las penumbras de la dictadura todavía no superada, sobreviven gracias al temor de unos, el oportunismo de otros y la desidia de quienes han olvidado que la política es un servicio a todos, que no se puede hacer sin ideas, sin valores y sin convicciones.
Pero esta sensación de malestar, de incomodidad y de profundo pesar, nos debe llamar a la reflexión tranquila y a la acción decidida por una República Dominicana civilizada de la cual ahora y más tarde nos sintamos todas y todos orgullosos.
¡Viva la República Dominicana!
Minou Tavárez Mirabal
7dias.com.do
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