viernes, 15 de noviembre de 2013

¡QUÉ FUSIÓN NI FUSIÓN!

ENTRE USTED Y YO
Por Rafael Calderón


NEW YORK. Si los gobernantes de las naciones a las cuales se les atribuye el interés por la fusión de los pueblos dominicano y haitiano consideraran el asunto realmente posible en 2010 hubiesen encargado para llevarlo a término a Leonel Fernández, quien por dinero y poder entra en todas. Esto es algo que no se ha cansado de demostrarnos con reiteración, firmeza, determinación y perversidad rigurosas en los últimos 18 años. Veamos:

La primera demostración contundente de que por su beneficio personal hace lo que sea la ofreció Leonel el 25 de octubre de 1995 cuando, para sorpresa de todos, acudió al Palacio Nacional a dar públicamente la señal de que había arreglado su mundo con Joaquín Balaguer, el hombre al que acusaba en un libro de su autoría de encabezar un gobierno cuya corrupción se tragó $30 mil millones de las arcas nacionales.

En aquella visita sorpresiva y memorable a Balaguer se le dio carácter oficial al reclutamiento de Leonel hecho por un par de ingenieros, uno que era repartidor de las obras del estado (los vehículos tradicionales de la corrupción gubernamental) y otro que era beneficiario de los repartos, a la vez que mecenas de Leonel.

Durante el encuentro, Balaguer le informó que haría que el candidato de su partido, Jacinto Peynado (EPD), a quien le tenía ojeriza, terminara tercero en las elecciones del 16 de mayo de 1996, para franquearle el paso a él, candidato del PLD. Leonel sólo tenía que ratificar su renuncia a los conceptos y principios que le había inculcado Juan Bosch, lo que de hecho ocurrió con esa reunión en la que elementos políticos que habían aparentado ser agua y aceite se emulsionaron.

Con la silla presidencial como objetivo, Leonel no titubeó para acoger ese pacto de renuncia y traición que salió a pedir de boca porque en esos días la que fuera mente brillante de Bosch ya sólo se debatía entre la senilidad y la aversión a su antiguo pupilo José Francisco Peña Gómez. Así tenemos que entre dos viejos cargados de odio y un joven cargado de ambición se formuló la entonces extraña emulsión que fue vendida a los incautos como “Frente Patriótico”. Un frente que en corto tiempo le dio a Leonel la oportunidad de dar otra severa demostración de que por dinero y poder entra en todas.

Al “patriota” y líder morado no le tembló el pulso para liquidar a precio vil las empresas del estado, siguiendo al pie de la letra el dictamen del neoliberalismo foráneo. Con esto se ganó la confianza, el derecho de abrir de par en par las puertas del sojuzgamiento económico de la entonces República Dominicana, nación que mediante el endeudamiento desaforado con el FMI, el Banco Mundial, la Sun Land, etcétera, ahora no pasa de ser una especie de finca cercada de morado.

Una finca de la cual, con el aplauso de la peonada “legislativa”, hasta el oro entregó a su conveniencia -por reconocimiento y prebendas personales- el propietario de la Fundación Global y, más importante que eso, accionista mayoritario de los negocios conocidos como altas cortes, de las tres corporaciones mafiosas que se conocen como los tres grandes partidos del sistema, los cuales formaron un “joint venture” conocido como congreso que produce barrilitos y cofrecitos de dinero y otras cosas a granel.

Duele tener que reconocer al país como una finca, pero es en lo que ha sido convertido. Es impropio hablar de que somos nación con libre determinación cuando el país no puede siquiera elaborar un presupuesto sin incluir un renglón de más préstamos que exclusivamente se usan para pagar los intereses de la deuda contraída con las mismas instituciones prestamistas internacionales.

Nuestro país es un dependiente económico de los garroteros internacionales hoy más que nunca en su historia. Eso es algo que no pueden negar los gobernantes que aceleraron violentamente la entrega de la soberanía económica que hace medio siglo disfrutó el país.

Gobernantes que solamente pueden usar la palabra patriotismo para asustar y hacer creer que hay un interés de fusionarnos con Haití, asunto que si de verdad quisieran conseguirlo las grandes naciones empezarían por apretar un chin la tuerca económica. Es más, simplemente en los días posteriores al terremoto que devastó a Haití le hubiesen dado la orden a Leonel de hacer lo mismo que hizo con el patrimonio estatal. Si no lo hicieron es porque saben que el asunto no es posible.

Hay que destacar que no se arriesgaron ni siquiera viendo los afanes de Leonel para colocarse como el líder del momento en la isla, cosa que logró. Tal fue el espejeo de liderazgo que hizo que escribí una columna bajo el título “Leonel: ¿Presidente de la isla?, destacando que en el reclamo de ayuda para Haití en los foros internacionales había sido mucho más activo que el presidente haitiano René Préval y que él, y no Préval, llevó la voz cantante en la “Conferencia Técnica Preparatoria sobre Haití”, durante la cual se esforzó en demostrar que conocía todo lo que había que hacer para la reconstrucción del hermano país.

Añada a las gestiones de protagonismo que hacía Leonel que la genuina solidaridad de todo el pueblo dominicano hacia nuestros vecinos salió a flote a plenitud. Y que los haitianos aceptaron el protagonismo exhibido por el mandatario dominicano durante esos días sin chistar.

No hubo quien no aplaudiera la generosidad mostrada por Leonel, quien abrió las puertas del país de par en par para atender a los heridos, y hasta ordenó con el dinero nuestro la construcción de una universidad. En ese momento el acuerdo con esas acciones fue unánime, puede decirse, aunque poco después nos quejamos y criticamos porque la diligencia del ambicioso político devino en la adjudicación en Haití de contratas con valor de cientos de millones de dólares para su hijo putativo, y socio, Félix Bautista.

Recalco, ese era el momento. En torno a la desgracia, espontáneamente se unieron ambos pueblos y directamente en el mando de Quisqueya estaba Leonel, el tipo de confianza del FMI, el águila que voló hasta donde otras no se atrevieron para liquidar el patrimonio empresarial estatal y poner al capital internacional a lucrarse con el negocio eléctrico del país haciendo una pírrica inversión para ello.

Por más que digan, repito, no hay tal plan de fusión. Y si llegara a existir para capitanearlo no hay otro como Leonel, avalado como está ante el criminal sistema internacional por la entrega de la economía y el oro nacionales que les hizo, y porque es quien tiene la capacidad de poner a andar sobre sus pasos a las altas cortes y demás yerbas que hoy exhiben un falso patriotismo con vocación criminal demostrada al pedir muerte para quienes se oponen a la irracionalidad de la desnacionalización contenida en la sentencia 168-13 del famoso TC.

Sentencia que a quienes vivimos fuera del país -no pocos atravesando en algún momento por la ilegalidad de status migratorio- nos avergüenza y nos pone en entredicho porque en cierta medida por aquí somos nosotros los haitianos, con la diferencia de que las leyes migratorias de aquí no se manipulan en contra de nuestros descendientes con fines politiqueros.

Asquea ver la desnacionalización de pobres dominicanos descendientes de haitianos por parte de los mismos que desnacionalizaron la economía y el oro del país, aquellos que se han enriquecido con el robo de los bienes del estado y puesto el dinero en bancos extranjeros. Mire, no conozco a ningún dominicano descendiente de haitiano que sea multimillonario ni siquiera rico, de la misma manera que no conozco a un pobre entre los que detentan el poder. Si Usted conoce alguno en uno u otro bandos que sea la excepción señálelo por favor.

Del hundimiento del estado dominicano no son responsables los dominicanos descendientes de haitianos, tampoco los que cruzan a buscar cómo ganarse la vida. Los grandes responsables son los que tienen el control político en la actualidad, los que tratan de agarrar desprevenido una vez más al pueblo dominicano, luchando contra un fantasma, para que no vea lo que le viene encima.

Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones, y se apiade de la República Dominicana.

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