domingo, 17 de noviembre de 2013

HAITÍ DEBE GUARDAR CORDURA

Por José Carvajal
www.josecarvajal.com


Haití debe tener cuidado con las ínfulas, con la prepotencia, con la exigencia que hace al Estado dominicano. Si bien al nivel internacional aparece como la víctima del desatinado fallo del Tribunal Constitucional que trata de regularizar la presencia de indocumentados en República Dominicana, en el plano local Haití debe comportarse y no perder los estribos; de lo contrario hará más difícil este lastimoso proceso para ambos países.

Las autoridades dominicanas tienen todo el derecho de aplicar la ley, por más descabellada que parezca, y los haitianos deben acatarla de manera civilizada y buscar soluciones mediante el diálogo y las negociaciones diplomáticas, como ocurre en un sistema de orden democrático.

Así como se condena o se cuestiona el fallo del Tribunal Constitucional, se debe también observar de cerca y cuestionar las acciones de organizaciones y grupos de haitianos que se creen con “derechos universales” sobre República Dominicana.

No se puede permitir que ocurran disturbios como los que se registraron recientemente entre las ciudades fronterizas de Dajabón y Juana Méndez; ni que los haitianos utilicen la violencia para obligar a los dominicanos a ceder cuando del cumplimiento de la ley se trata.

El acto de interrumpir con barricadas y escombros el tránsito entre ciudades fronterizas debe ser condenado, porque no tiene justificación. Haití no puede darse el lujo de violentar el proceso iniciado por República Dominicana tras el fallo del Tribunal Constitucional, por un asunto de soberanía nacional que nunca debe cuestionarse.

Lanzar consignas en contra de las autoridades de República Dominicana y exigir que se permita la entrada ilegal al país no es ni será nunca la solución al grave problema que vive la isla Hispaniola desde tiempos inmemorables.

Me parece bien que los haitianos busquen la mejoría, pero no por medio de amenazas ni exigencias, ni mucho menos poniendo plazos a las autoridades dominicanas para que solucione una situación determinada, en este caso el que a trabajadores y escolares haitianos se les permita cruzar diariamente la frontera para laborar y recibir una educación en República Dominicana.

Debemos aclarar que una cosa es salir en defensa de los miles de afectados por el fallo del Tribunal Constitucional en territorio dominicano, y otra alentar a que los haitianos tomen las leyes migratorias por los cuernos y que irrespeten masivamente la soberanía nacional.

Lo más sensato es que guardemos las pasiones en los bolsillos y enarbolemos el diálogo con decoro y decencia. Solo así saldremos airosos de este conflicto antes que la sangre llegue al río en plena civilización del siglo 21.

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