domingo, 24 de noviembre de 2013

CHAPUCERÍA MILLONARIA EN CULTURA

Por José Carvajal
www.josecarvajal.com


¿Quién pide cuentas al Ministerio de Cultura? ¿Quién observa el manejo de los recursos de esa dependencia del gobierno? Me hago estas y otras preguntas ante el gasto de casi 200 mil dólares, o unos nueve millones de pesos, en la publicación de las obras completas del mayor humanista dominicano Pedro Henríquez Ureña, hoy sacada de circulación por descuido y errores inexplicables que avergüenzan a la clase pensante del país.

Por mucho menos de esa suma, en una empresa privada hubieran rodado cabezas. La primera hubiera sido la del director de la Editora Nacional, el poeta León Félix Batista; y luego la del coordinador del proyecto, el viceministro Luis O. Brea Franco, además de otros funcionarios y varios “asesores” vinculados directamente a la fallida “operación de rescate literario”. Pero el gasto ocurrió en el Ministerio de Cultura, y ni hablar de sanciones.

Los funcionarios que participaron en la imperdonable chapucería literaria solo tomaron la decisión de sacar los libros de circulación, sin informar ni dar una explicación pública al respecto. Los tomos malogrados de las obras completas de Pedro Henríquez Ureña están por ahí guardados en una bodega con la intención de hacerlos pedazos con una guillotina y luego desecharlos en algún vertedero.

La compilación de las obras estuvo a cargo del editor Miguel D. Mena, que reside desde hace mucho tiempo en Alemania. Al parecer fue contratado por José Rafael Lantigua, cuando este era ministro de Cultura. Sin embargo, el nuevo titular José Antonio Rodríguez, que se precia de exhibir transparencia durante esta gestión que encabeza, debería dar un ejemplo de seriedad administrativa y sancionar a los responsables, o en el peor de los casos cancelarlos como ocurre en las sociedades organizadas y respetuosas de los fondos públicos.

He intentado hablar del tema con personas cercanas a este asunto, pero lo evaden o simplemente insinúan que lo mejor es guardar silencio para evitar discordia y revanchas indecorosas. Aquí no se trata de denunciar a nadie por corrupción ni nada por el estilo, sino de alertar acerca de la demostrada incapacidad de gestión de algunos que dirigen proyectos millonarios al interior del Ministerio de Cultura; también se busca una explicación por una chapucería literaria que habría costado unos nueve millones de pesos.

Cuando logré conversar con Miguel D. Mena, este no dejó de reconocer escuetamente que “eso fue tremendo rollo”, pero al final me dijo que no tiene “tiempo ni ganas ni fuerzas para hablar de tantas cosas negativas”. A Miguel lo agobian otros asuntos más importantes para él, por ejemplo la salud de su madre, algo entendible, y el vender en el país algunos títulos de su propio sello editorial Cielo Naranja, que opera desde Berlín y se especializa en difundir la literatura dominicana fuera del país.

El Ministerio de Cultura es uno de los organismos menos cuestionados públicamente por malas decisiones que cuestan mucho dinero al Estado, y quizá por eso ocurren descuidos como los del proyecto Pedro Henríquez Ureña. Lo peor de este caso es que lo harán de nuevo para subsanar los errores (horrores), pero con la misma gente que participó en la primera ronda. O sea, que en vez de rodar cabezas y aplicar sanciones, el Ministerio desembolsaría otros nueve millones de pesos para que el mismo equipo fallido corrija los errores en una segunda oportunidad. Solo en República Dominicana.

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