¿Y QUÉ SERÁ DE NOSOTROS?
Por Melvin Mañón
Hace años, numerosas comunidades luchaban por la construcción, por el mejoramiento del status de una escuela que ya existía o por la renovación de la planta física. Hoy, a medida que el campo se ha despoblado hay muchas escuelas sin alumnos y también gran cantidad de alumnos sin maestros y en ocasiones alumnos y maestros sin escuelas. Pero, en materia de educación, es poco lo que en realidad sabemos y mucho lo que creemos saber.
Hace no muchos años y dependiendo del municipio, la gente pedía al gobierno de turno un autobús para transportar estudiantes, ida y vuelta, a liceos y universidades y muchas veces tuvieron éxito. Pensamos que un problema, al menos uno, había sido resuelto. Ahora, sin embargo, hay de esos autobuses que no tienen pasajeros. No hay suficientes estudiantes en ciertos municipios y los autobuses salen casi vacíos.
En el verano se consuma, una vez más, la tragedia doméstica de comprar libros y cuadernos de texto que debiendo costar centavos consumen una fortuna que la mayoría no tiene. Nadie explica ni resuelve nada. Las autoridades recaudan impuestos y cargas a granel, pero no le rinden cuenta a nadie de dónde, cómo y con quién gastan ese dinero.
¿Qué está pasando? El país está fuera de control. Como las dolencias del cuerpo hay que ver el cuadro completo, la sintomatología. Educación es parte de la cultura, de la identidad, del modelo prevaleciente. Lo que aparenta estar desconectado, no lo está. Las cosas y situaciones se relacionan entre si.
Allí donde el modelo narco es muy fuerte, los jóvenes no están interesados en ir a la escuela y no van, no les interesa ingresar a la universidad. Su proyecto de vida es irse al extranjero; ingresar al negocio grande: drogas y viajes. Es un modelo tanto o más poderoso que el beisbol y el sueño de llegar a las grandes ligas. Para eso, ¿quién necesita ir a la escuela ni a la universidad?
No hay un lugar de este país para comer, comprar arroz, una tela, comida o comprar chicharrones que no esté lleno de ruido, estruendo ensordecedor.
Ninguno de estos lugares parece diferente al otro. En todos sirven mujeres jóvenes que creen o les han hecho creer que deben ser y/o parecer buenas porque si las mujeres no se ven buenas el modelo supone que son desgraciadas. ¿Y qué mujer puede soportar la idea de no intentarlo? Todas nuestra mujeres saben que lo que no hagan ellas lo harán las otras. La competencia por lucir es despiadada. La competencia por aparentar es inmisericorde. La competencia por gastar y por tener es compulsiva y atroz.
La escuela ni la universidad –según el creer de miles de jóvenes- no les van a traer ese progreso. La idea de pasarse años y años para terminar consiguiendo un empleíto de mierda no está en los planes de vida de esos jóvenes. Por lo tanto, a su manera, tienen razón. El mundo que ellos quieren, en el tiempo que ellos lo quieren no lo proporciona el trabajo honrado, el estudio, ni la seriedad. El mejor ejemplo es la política, otro modelo casi tan exitoso como el narco y hasta ahora, menos peligroso. Un poco de tiempo en política, una traición oportuna, un puestecito o un enllave bien colocado resuelven todo. Solamente los idiotas están dispuestos a podrirse en una posición mediocre.
Sin derrotar ese modelo de la prosperidad a cualquier precio no es posible un mejor país. Para derrotar ese modelo, el país necesita una propuesta ética creíble, resuelta, coherente e inteligente.
¿Representa, encarna o de cualquier manera aspira el gobierno a asumir una propuesta ética para regenerar el país?
NO.
¿Representa, encarna o de cualquier manera aspira el sistema político a asumir una propuesta ética para regenerar el país?
El sistema no. Pero elementos de este sí.
¿Qué será de nosotros entonces?
Los que se proponen rescatar lo que queda de la nación dominicana, por primera vez en muchos años, tienen una oportunidad. El modelo clientelista en política hizo agua y podemos hundirlo. El modelo neoliberal en economía está en bancarrota. El modelo de tolerancia líquida en lo social explotó hace rato.
Por primera vez en varias décadas, nos acercamos a una coyuntura en la cual tenemos una oportunidad. Si lo hacemos bien podemos salvar lo que queda de este país. Si lo hacemos mal, terminamos de hundirnos.
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