Por José Figuereo
El ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Juan Tomás Temístocles Montás, acaba de afirmar que en el 2016, el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) gana con cualquier candidato. Supongo que la afirmación la hace lleno de alegría, gozo y felicidad, pues en el peor de los casos, un triunfo electoral de su partido significa cuatro años más de privilegios sociales, incluyendo un ambiente donde la seguridad jurídica continúe siendo la norma para aquellos peledeístas y aliados acusados de cualquier forma de corrupción.
Me llama a la atención el hecho de que su actividad proselitista fue celebrada en la finca de un empresario, en San Cristóbal. El ambiente no podía ser más típico, porque, ¿con quién es que buscan codearse los que aspiran a la Presidencia del país? ¿A quién es que terminan sirviendo estos “prospectos” cuando finalmente llegan al poder? En otras palabras, continuamos reeditando nuestra realidad y solo cambian las caras.
Bueno, pero el tema aquí es la afirmación que ha hecho y que la prensa destaca: “para el 2016, el PLD gana con cualquiera”. Para hacer tal afirmación, el ministro se basa en el hecho de que Danilo Medina es hoy presidente de la República. Obviamente, supongo que adornó el discurso con algunas otras razones relativas al paso de su partido por la dirección del país. ¡Vaya usted a saber qué más pudo haber dicho!
Pienso que Temo está en lo correcto y que lo que sostiene su afirmación, realmente, es la coyuntura política que se vislumbra para entonces. El PLD gana las elecciones presidenciales del 2016 con cualquier candidato que presente, pero no porque “si Danilo ganó, cualquiera puede ganar”, sino porque probablemente el país continuará sin una oposición consolidada y una comunidad opuesta a continuar viviendo como vive, pero que padece de una apatía enorme a la hora de participar y provocar cambios.
El PLD ganó las elecciones no porque “cualquiera” las hubiera ganado, sino porque la fuerza política que podía evitarlo estuvo dividida, como aparentemente lo estará en el 2016. Y los resultados serán los mismos para entonces, sin lugar a dudas, pues no solo habrá un PRD aun dividido, sino que el resto de la oposición es incapaz de consolidar un frente opositor que logre desplazar al PLD del poder. El liderazgo político en la oposición está determinado por una cultura de “combo” a la hora de reorganizarse y sus dirigentes solo participan si se les concede el protagonismo del proceso.
Así que el PLD gana las elecciones presidenciales del 2016 no importa que su candidato sea Leonel Fernández o Félix Bautista. Gana por la coyuntura política del momento. Gana por la debilidad de la oposición y la inmensa cantidad de dominicanos desesperanzados y en necesidad, quienes agradecen con su voto una caja de dientes, unos anteojos, una cajita de arroz, habichuelas y espaguetis, o un pollo.
El PLD gana las elecciones no por la fortaleza de su propuesta o la “cadena de éxitos alcanzados” en sus periodos de Gobierno, sino por el descalabro institucional y la pobreza que ahogan nuestro país.
Z-101
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