NUESTRA NURIA
Por SARA PÉREZ
De muchas maneras, la excelente periodista y magnífica comunicadora Nuria Piera es un hito en los medios de comunicación dominicanos.
Tiene algo que no tiene más nadie: la capacidad de comunicarse con los sectores más populares, que no tienen formación ciudadana, que no manejan informaciones, que desconocen la naturaleza de su condición social y no saben hacer las preguntas que les competen sobre el desempeño de su país, y de mostrarle a esos sectores, un fragmento –inevitablemente pequeño- de lo que están haciendo mal sus autoridades.
Es algo que no han podido y/o no han querido hacer los intelectuales, ni la “gran” prensa, que se ha metido la boca donde no da el Sol con el caso de Félix Bautista, ni los partidos, ni las iglesias, ni los empresarios, ni la sociedad civil. Ni siquiera la izquierda, que luchó al lado de su pueblo y peleó -y pagó un precio terrible- por reivindicaciones para ese pueblo, pero nunca aprendió a hablar fluidamente con él.
No es que no haya otros buenos periodistas. Tampoco es que forman muchedumbre, pero los hay. También tenemos brillantes intelectuales, con auditorios importantes, que aportan valiosas y trascendentes “lecturas” e interpretaciones de los acontecimientos sociales, culturales y políticos.
Pero de lo que hablo es de ese singularísimo escenario que ha creado Nuria y desde el que, con su equipo, ha desplegado un trabajo encomiable, conocido y apreciado por todos los estratos sociales y que, como señaló el periódico Acento.com.do tiempo atrás, su impacto, dimensión y significado no lo ha tenido el ministerio o departamento, o lo que sea, “Anti-corrupción”, cuyo director, Hotoniel Bonilla, parece que solo sirve para pasar los días rascándose las bolsas.
¿Quiénes se comunican cotidiana y eficientemente con el pueblo? Con el pueblo, ese impreciso universo que no consigue ser tan abstracto como para que no se sienta su olor a cierta distancia, suelen comunicarse –por desgracia sin la retroalimentación que en justicia correspondería- todos los que tienen una tea de embustes o de fruslerías idiotas en las manos: La Doctora Polo, El Gordo y La Flaca, las novelas de Univisión, la iglesia.
Un mensaje de calidad informativa, que sensibiliza, con un valor reflexivo, con un poder educativo en la dirección correcta, que conciencia sobre el desbordado e intolerable problema de la corrupción e induce a una reacción social, no es lo que más consume la gente común.
De hecho, es de temer que tampoco sea lo que prefiere consumir la clase media más ilustrada, que con frecuencia –y con mucha razón- le tiene pánico a la crudeza inclemente de la realidad monda y lironda.
A Nuria hay que reconocerle la excepcional cualidad de llegar a todos los sectores y de hacerlo bien. Ella no sumerge a su público, lo eleva. Y es acogida, escuchada y recibida por gran parte de la sociedad dominicana como se lo merece, con admiración, afecto, credibilidad y respeto.
Nuria se lo ha ganado. Con persistencia, trabajo, calidad, coherencia, honestidad, independencia y valentía. Y sobre todo con algo que han perdido alguna gente y muchos colegas: la capacidad de asombrarse, de indignarse, con los desmadres, los robos, el clientelismo y la corrupción del gobierno.
Ese acto crítico, esclarecedor, sanador, justiciero, desafiante, reconstituyente, reivindicativo, de pararse ante las cámaras de televisión y mostrar sistemáticamente, durante diferentes gobiernos, las lacras de la administración pública, las irregularidades y las acciones reprensibles, las bonanzas injustificadas, las riquezas portentosas, de vértigo, de los funcionarios públicos y de algunos ‘empresarios’ particulares, tiene un impacto en el alma nacional y en la historia de un país. Rompe un silencio ominoso, maligno, cómplice, insoportable y llega a todos los oídos.
Con un correcto, límpido, institucionalista, democratizador, profesional y valiente discurso, sustentado en investigaciones y documentos, Nuria educa en el ejercicio de la condición cívica de ciudadanos. Ella construye ciudadanía. Enseña a pedir cuentas a quienes tienen el deber y la obligación de darnos las explicaciones que estamos pidiendo.
Le enseña al país el tipo de problemas de orden público en los que debe interesarse para corregir y enmendar su rumbo y de paso le enseña a muchos periodistas y comunicadores algunas lecciones que olvidaron o que nunca aprendieron.
A través de Nuria el pueblo dominicano ha aprendido sobre sus derechos ciudadanos y los ha ejercido. Es nuestra Nuria. Y la han estado acosando, amenazando, presionando y maltratando, por hacer su trabajo habitual: decir la verdad.
El Colegio Dominicano de Periodistas y el Sindicato de Trabajadores de la Prensa han hecho muy bien al brindar públicamente su solidaridad y apoyo a Nuria, gesto al que me adhiero con admiración y mucho cariño
También ha hecho bien el senador peledeísta Wilton Guerrero, al poner en conocimiento de la policía unas informaciones que dijo tener sobre un supuesto atentado contra Nuria. Él atribuyó el plan contra la periodista a la gente del “PPH”, aunque admitió no tener pruebas.
El asunto no debe tomarse a la ligera. Quién sabe si -sin saberlo- el Senador es el mensajero de una amenaza; en medio de la campaña electoral los grupos que se reparten el país como si fuera una piñata, suelen enloquecer más de lo habitual.
Sin embargo, si yo hiciera una lista de sospechosos igual que la de don Wilton, no descartaría a los del PPH, pero no la encabezaría con ellos. Entre andar atrás de Hipólito y “tumbar” el gobierno de Haití no debe dar abasto para más iniciativas truculentas.
Vigilaría más de cerca los subrepticios y escabrosos contornos de Félix Bautista y de cualquier otro funcionario de actitud amenazante hacia Nuria, especialmente si hay alguno familiarizado con caliesajes y agresiones contra críticos del gobierno. A veces ocurre que las cosas son exactamente lo que parecen. Y lo que esto parece es un intento de censura e intimidación.
Si las autoridades tienen informes fidedignos de que Nuria corre peligro, su obligación es protegerla. Ahí andan cientos de periodistas bocinas, cada uno con varios guardaespaldas asignados por el gobierno sin justificación alguna, solo para babosear, hacer bulto y tener como privilegio y prebenda la seguridad personal que el resto país no tiene como derecho.
El responsable primordial de la seguridad de Nuria es el presidente Leonel Fernández. Ojalá la asuma. El Colegio de Periodistas y el Sindicato de Trabajadores de la Prensa, deben exigirlo.
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