Por Domingo Caba Ramos
Hoy La Soga está prófugo. Sus antiguos compañeros lo persiguen. En lugar de imprescindible, ahora constituye un peligro para los generales y superiores que lo fabricaron y posiblemente ordenaron muchos de los crímenes que se le atribuyen al legendario patrullero.
La Soga: más que un ser viviente, parece un personaje extraído de uno de esos relatos de ciencia – ficción. Más que un ser de carne y huesos, parece un personaje mítico y legendario.
Más que un agente del orden, se convirtió o lo convirtieron en un nocivo producto tanto de la sociedad como de la institución del orden a la que perteneció. Producto de una sociedad invertida (la dominicana) y de una institución corrompida (la Policía Nacional).
La Soga: nació y creció como Fernando de los Santos y sin ningún tipo de protagonismo en el interior de un humilde y pobre hogar; pero renació en los cuarteles con una fama y prestigio que casi siempre superaban la fama y el prestigio de generales y coroneles.
Y el capitán lo quería tener a su lado. Y el coronel quería tenerlo a su lado. Y el general soñaba con sus servicios.
Y en medio de ese panorama, La Soga entendió que era un ser imprescindible. Y “los humos se le subieron a la cabeza”. Y comenzó a firmar sentencia con la punta del cañón de su metralla. Y la sociedad entonces empezó a endiosarlo. Y comenzaron a tejerse historias:
Que mató un ladrón aquí y otro allá. Que mató uno ayer y otro hoy. Que en la Yapur Dumit estaban apareciendo cadáveres correspondientes a personas no ladronas, y que La Soga era el autor de esas muertes.
Que introducía en el baúl de su carro el cadáver de su última víctima y partía hacia una discoteca a celebrar el logro de lo que él llamaba “el trofeo que tengo en mi vehículo…” Todo eso se decía y todavía se dice, hasta que cayó en desgracia con la misma institución que lo había llevado a los altares.
Hoy La Soga está prófugo. Sus antiguos compañeros lo persiguen. En lugar de imprescindible, ahora constituye un peligro para los generales y superiores que lo fabricaron y posiblemente ordenaron muchos de los crímenes que se le atribuyen al legendario patrullero.
Así terminan casi siempre estos sujetos que se mueven en la sombra del crimen: odiado hoy por los mismos que ayer lo idolatraban.
La Soga: producto de una sociedad invertida que es capaz de fabricar falsos ídolos aunque sea en base a sangres derramadas.
De una sociedad que no confía en la justicia, y en la que se repugnan los verdaderos valores y se alaban o reconocen los antivalores. Por esa razón, son muchos los ciudadanos, entre ellos periodistas, que defienden públicamente a este siniestro personaje y hasta lo consideran un ser necesario en nuestro ordenamiento institucional.
La Soga: ¿Víctima o victimario?
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