miércoles, 16 de noviembre de 2011

EN EL PAÍS DE ALÍ BABÁ

Por Enrique Santana

Por favor, tómese un momentito y repase la siguiente lista:

-Un avión en el aeropuerto del Higüero en Samaná.

-Todas las luces de la pista de aterrizaje del aeropuerto de Barahona.

-Barreras metálicas de contención de la carretera Azua-Barahona.

-Torres metálicas sostenedoras de cables de alta tensión.

-Cable del teléfono de la oficina del auxiliar de relaciones públicas de la Policía Nacional.

-Un yate en Uvero Alto.

-Ambulancia del INAVI en San Cristóbal.

-2000 galones de gasoil del Instituto Nacional del Seguro Social en San Cristóbal.

-Una estatua de bronce del recién inaugurado Barrio Chino de la capital.

-Tapas y parrillas del sistema de alcantarillado de la capital.

-Automóvil del cura de Bonao.

-300 sacos de arroz en Villa Altagracia.

-Objetos de valor de dos de las iglesias de Los Alcarrizos.

-Equipos del laboratorio de informática de la escuela Mercedes Consuelo Matos, de San Juan.

-Las limosnas y el cáliz de la iglesia Sagrado Corazón de Jesús, en Villa Juana.

-$170,000.00 pesos del templo mormón de Puerto Plata.

-Varios furgones en la terminal marítima de Punta Caucedo.

-Paneles solares del acueducto de Tamayo.

-Barandas metálicas de la autopista de Las Américas.

-Mobiliario de la iglesia San Luis Gonzaga en La Ciénega de Santiago.

-Paneles solares del hogar de ancianos “Hogar y Alegría” en Neiba.

-Cráneos en diferentes tumbas del cementerio de San Juan de la Maguana.

-Un recién nacido del hospital Juan Pablo Pina de San Cristóbal.

-El celular y dinero del sacerdote Carlos Santana.

Como de seguro ya usted adivinó, esa larga lista tiene un denominador común: todos son artículos robados recientemente en el país. Y como se observa, los ladrones actúan de forma muy democrática, ya que al momento de sus fechorías no atienden a ningún tipo de discriminación. Lo mismo les da que sea un cura, un estudiante, un empresario o una organización de servicios sociales, como es el caso de los hogares de ancianos.

Y nosotros nos preguntamos ¿qué nos ha pasado? Es verdad que ladrones hemos tenido siempre, pero ¿cuál ha sido la causa que ha disparado este tipo de delito a niveles insospechados?

Claro, lo primero que nos viene a la mente como causa probable es que nuestros valores morales han ido desapareciendo del comportamiento social de los dominicanos. Pero ¿por qué?

Nosotros tenemos nuestra propia teoría: El culto a lo material con que se nos bombardea diariamente a través de todos los medios de comunicación masiva ha ido calando, poco a poco, en la idiosincrasia de una gran parte de la población. En una sociedad donde no se cuestiona la procedencia de nuevas fortunas, donde la riqueza es la primera condición para una primacía social, y donde los corruptos socializan de tú a tú con los honestos y decentes, lo que menos cuenta es el trabajo y la honestidad.

Vamos a tratar de ser honestos con nosotros mismos. A este proceso degenerativo le tomó años llegar a su estado actual de deterioro. Trujillo y su familia iniciaron la estampida. De vulgares cuatreros pasaron a ser respetados oligarcas. Luego, los que supuestamente querían un cambio hacia la democracia, lo que hicieron fue repartirse en una especie de “garata con puños” los bienes que los herederos del régimen no pudieron llevarse.

Qué caro tuvo que pagarle en dinero y propiedades el pueblo dominicano a estos “libertadores” su gesto “heroico”. El Consejo de Estado y el Triunvirato actuaron como “rematadores” de los bienes confiscados. Luego llegó al gobierno el más maquiavélico de todos los gobernantes que ha padecido esta sufrida tierra: Joaquín Balaguer. Balaguer no ambicionaba fortuna, no así sus hermanas. Con tal de ganarse la lealtad política de sus funcionarios, permitió que estos manejaran las diferentes instancias del gobierno como si fueran sus fincas particulares. Lo único que se les exigía era lealtad. El resto es ya historia.

Los perredeistas, aunque menos voraces, no actuaron diferentes. Y ahí tenemos como un estigma de su paso por el gobierno el suicidio de, si no el más, uno de los presidentes más honestos que hemos tenido: don Antonio Guzmán, quien prefirió quitarse la vida antes que enfrentar la vergüenza de tener que responder a las indelicadezas de algunos de sus funcionarios.

Y es así como llegamos al presente. Leonel Fernández ha sido, sin temor a equivocarnos, el más permisivo, el más corrupto, el maestro en las artes de alzarse con lo ajeno. Ahí está Funglode, la Sunland, el barrilito, las nominillas, los cuarenta billones que descaradamente confiesa tener a mano para comprarse las próximas elecciones. Un presidente que seleccionó como su secretaria de educación (y hago énfasis en educación) a una persona que se construyó una lujosa casa veraniega con recursos de los que hasta la fecha no ha identificado su procedencia.

En fin que no somos un país de ladrones, sino un país donde los ladrones han podido actuar desde el gobierno con impunidad. Y esa impunidad está mandándole el mensaje equivocado a ciertos sectores de la población de que si los de arriba roban, ¿por qué nosotros no?

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