Rosario Espinal
Este 25 de noviembre se conmemoran 51 años del brutal asesinato de las Hermanas Mirabal. En 1981, en el Primer Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe celebrado en Colombia, la delegación dominicana propuso esa fecha como Día Internacional de No Violencia Contra la Mujer. En 1999, la Asamblea General de Naciones Unidas acogió el 25 de noviembre como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer.
Mucho ha cambiado la República Dominicana desde el asesinato de las Hermanas Mirabal en 1960.
Las cárceles no están repletas de presos políticos, en los periódicos y las ondas radiales y televisivas se expresan múltiples voces, el Internet ha multiplicado las posibilidades comunicativas, y las mujeres se han insertado masivamente al sistema educativo y al mercado laboral.
No obstante, a pesar de esos aires de libertad, en el espacio doméstico y social ha sido difícil desterrar la cultura criminal de violencia contra las mujeres.
Las estadísticas revelan que los feminicidios en el año 2011 ya superan los 210 registrados en el año 2010, y las cifras totales de los últimos años son alarmantes. Se estiman unos 1,150 feminicidios entre 2005 y 2010.
El feminicidio es un crimen codificado en la ley, aunque esté amparado en la errada idea de que en las relaciones de pareja todo está permitido. También es criminal la violencia contra las mujeres aunque no alcance la muerte.
Este problema ancestral se ancla en un sistema de dominio patriarcal donde el hombre adquiere derecho cultural a ejercer la violencia y la posesividad.
Que los hombres tangan con frecuencia mayor fuerza física que las mujeres magnifica el problema porque, no sólo encuentran justificaciones culturales para ejercer su poder en la cultura machista, sino que también cuentan con la fortaleza física para hacerlo. Por eso, para combatir la violencia contra las mujeres, hay que hacer grandes esfuerzos educativos y legales que gesten una cultura de respeto a la vida y a las mujeres.
En la República Dominicana, donde la ley se respeta a medias en el mejor de los casos, y donde hay cantidad de violadores a la ley en todas las esferas que nunca enfrentan un juicio justo, hay grandes incentivos para que el poder se convierta en abuso. Esto se aplica al poder personal, económico, político, policial y militar.
La violencia contra las mujeres en República Dominicana se produce en todos los estratos sociales porque se ancla en una cultura machista que tiene como uno de sus elementos constitutivos la posesividad sin ribetes. La mujer se convierte en objeto de deseo y subordinación, y es sólo funcional en tanto llena esas condiciones. Si no, es desechable. De ahí los exabruptos de violencia tan comunes en las relaciones de pareja por celos masculinos.
El proceso de desarrollo económico truncado, los grandes niveles de desigualdad económica, las expectativas de bienestar esfumadas, y la limitada institucionalidad jurídica son problemas estructurales que tienen a agudizar la violencia de género en sociedades machistas.
Actualmente, República Dominicana vive un desenfreno de violencia enmarcado en apariencia de desarrollo económico y paz. Esta violencia se expresa en feminicidios, agresión doméstica en general, delincuencia callejera, narco-violencia, el sicariato, violencia policial en los barrios, y arbitrariedad gubernamental.
Toda la sociedad dominicana es presa de esas múltiples formas de violencia, y un alto segmento de la población ha sido víctima de alguna faceta.
En este contexto estructural adverso, las mujeres sufren desproporcionalmente las consecuencias como objeto de agresión de género.
Digamos NO a la violencia contra las mujeres y luchemos por gestar una sociedad de mayor respeto a la vida
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