Por Hirayda Fernández Guzmán
hima08@hotmail.com
Excelentísimo Señor ex Presidente de la República:
Todos conocemos sus habilidades para la oratoria y los recursos discursivos de que habitualmente hace uso en sus alocuciones públicas. Sin embargo, debo confesar que, nueva vez, me dejó sin palabras; en esta ocasión, con su don para la prosa dramática, el cual quedó evidenciado en su artículo publicado el pasado lunes 3 de junio en Listín Diario.
De entrada, le agradezco sobremanera que, en su artículo, haya tenido la delicadeza de presentarnos el perfil del ilustre Erasmo de Rotterdam, pues tenga por seguro que la mayor parte de sus súbditos desconoce la vida y obra de tan reconocido humanista y, más aún, es probable que haya sido al leer su artículo que se hayan enterado que, en un entonces, vivió un personaje tan emblemático para la Historia de la humanidad. Asimismo, agradezco, y creo que es un sentimiento común a todos los que le leímos, que haya utilizado un estilo de redacción relativamente simple y llano, si lo comparamos con los rebuscados términos con que suele deslumbrar a este pueblo de iletrados.
En su artículo, recurriendo a las obras de “dos colosos de la creación literaria”, como lo son Erasmo de Rotterdam y William Shakespeare, Usted hizo un intento –frustrado y contraproducente, a mi entender- para, a través del paralelismo, equiparar la tragedia recreada por Shakespeare en “Otelo” con la situación de que actualmente Su Señoría dice ser víctima, debido a las actuaciones malévolas de un puñado de envidiosos que no hacen más que denostar su obra y su persona.
Ahora bien, al leer las líneas emanadas de tan excelsa pluma como la suya, créame que me cuesta identificarlo con alguna de las fatales víctimas de la tragedia de Shakespeare. Sin embargo, con cierta facilidad y a medida que avanzaba en la lectura de su escrito, me pareció identificarlo con el personaje de Yago, y toda duda quedó disipada al leer la frase alegadamente pronunciada por tan despreciable villano para referirse a Otelo –que, para nuestros propósitos, equipararemos al pueblo dominicano-: “Al servirlo, soy yo quien me sirvo. El Cielo me es testigo; no tengo al moro ni respeto ni obediencia; pero se lo aparento así para llegar a mis fines particulares”.
Cuesta creer, Señor ex Presidente, que las múltiples “indelicadezas” que se le imputan sean meras calumnias e intrigas, fruto de la frustración, complejo, envidia y malignidad de quienes no han podido acceder al trono, por carecer de carisma y de la habilidad para embaucar a las masas, virtudes propias de un estadista de su calibre.
Lamento mucho, Señor ex Presidente, que haya empleado su tiempo en redactar un artículo para, de manera indirecta y sinuosa, responder a su modo a las diversas “indelicadezas” que se le atribuyen desde el primero de sus Gobiernos. En caso de que, como Usted ha señalado, tales “indelicadezas” sean falsas, producto de una mente perversa y trastornada, hubiese preferido que nos edificara con respuestas técnicas y jurídicamente válidas para refutar dichas imputaciones, en lugar de intentar defenderse –tristemente y sin éxito – con paralelismos shakesperianos y haciendo gala de sus vastos conocimientos literarios. Usted, además de eminente estadista y pasado gobernante, es abogado, por lo que entiendo que no tendría dificultad alguna en elevar el debate a un nivel jurídico, y no mantenerse en el lodo en que se arrastran sus adversarios, cual si todo se tratase de chismoteos de barrio.
Asimismo, el tiempo invertido en la redacción de su artículo pudo dedicarlo a textos más constructivos y útiles, como, por ejemplo, unas breves líneas en que diese respuesta a la misiva que, por esta misma vía y en el mes de noviembre, le dirigí a Su Señoría, con el vano propósito de que informara al pueblo dominicano sobre el destino real dado a los 187 mil millones de pesos que alegremente fueron dilapidados durante su Gobierno.
Me parece -Usted me corrige, si me equivoco- que este rebaño de borregos hubiera apreciado más una explicación del déficit fiscal dejado en manos del pobre Danilo, que el despliegue de cultura y sapiencia con que nos ilustró en su artículo del pasado lunes.
No, Señor ex Presidente, no me hable de la sátira escrita por Rotterdam ni del drama trágico de la autoría de Shakespeare, cuando resulta innegable que pueden escribirse infinidad de sátiras a partir de los hechos y desechos de sus gobiernos; cuando drama trágico del más alto nivel lo vemos a diario en la realidad de este pueblo marcado por la miseria, el analfabetismo, la precariedad, el hambre y la desesperanza.
¿Cómo osar escribir en prosa dramática a una nación en la que el analfabetismo alcanza niveles alarmantes? ¿A qué madre o padre de familia podría interesarle conocer a Rotterdam, Shakespeare o sus obras, cuando no pueden garantizar a su prole el sustento de cada día, o la asistencia médica necesaria, dada la deficiencia del servicio público? Queda claro que su prosa está destinada a la élite, minoría afortunada en esta tierra de parias; pero no llegue al extremo, Señor ex Presidente, de burlarse de quienes, por error o por temor, pero nunca por acierto, le colocaron al frente del Estado Dominicano en más de una ocasión, para que, al término de su último mandato, entregara en manos de Danilo los bagazos de país que aún quedan.
Para finalizar, y visto que es amante de la obra del dramaturgo inglés, me permito citar una frase que, al parecer, Shakespeare pronunció pensando en Su Señoría:
“No teman a la grandeza; algunos nacen grandes, algunos logran grandeza, a algunos la grandeza les es impuesta y a otros la grandeza les queda grande”. Creo que sabrá identificar a cuál grupo pertenece Usted.
Tomado de acento.com.do
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