lunes, 3 de marzo de 2014

SI APRIETAN MÁS LA TUERCA…

Por Hamlet Hermann

Las sociedades humanas tienen un comportamiento semejante al de la corteza terrestre. Unas y otras capas se enfrentan lentamente, de manera imperceptible, cada una reclamando el espacio que consideran propio e inviolable. Ejercen presiones entre sí, resistiendo y empujando, en busca de ajustes para las situaciones que se crean. Pero tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe. Llega ineludible el momento en que las posiciones no pueden ajustarse y, entonces, sobreviene el terremoto, el tsunami o cualquier otro fenómeno que trata de restaurar el equilibrio en la superficie del planeta. El grado de violencia en el desenlace, será siempre directamente proporcional a la energía acumulada durante un prolongado período de enfrentamientos.

Las conmociones sociales que se han producido en República Dominicana han tenido, históricamente, dos componentes de importancia: el de los enfrentamientos internos y el de la situación internacional que se desarrolla en torno a problemas dominicanos o ajenos. Permanentemente, pueblo y gobierno ejercen presiones tratando de ocupar el espacio que consideran les corresponde. Uno y otro desarrollan una lucha sorda, imperceptible, mientras el grado de presiones se mantiene dentro de límites aceptables. Nadie piensa que un cambio radical podría estar a la vuelta de la esquina.

Ahora bien, ¿cuáles han sido las conmociones sociales que más se han evidenciado en República Dominicana en las décadas recientes? En orden cronológico, podemos identificar la difícil situación que vivió este país a raíz del ajusticiamiento del tirano Rafael Trujillo Molina. Los dos factores fundamentales, el externo y el interno, se expresaron de manera contradictoria y antagónica hasta producir una conmoción social que definió las décadas por venir. La mano decisiva de Estados Unidos en la muerte de Trujillo no pudo ser ocultada luego de que una Comisión del Senado de Estados Unidos, encabezada por el senador Frank Church, investigara la participación de la poderosa nación del Norte en el asesinato de varios jefes de Estado en América y África.

En aquel momento, la administración Kennedy quiso imponer la nicaragüización de República Dominicana. O lo que es lo mismo decir, repetir la experiencia de Nicaragua en años recientes donde, tras el asesinato del dictador Anastasio Somoza García, uno de sus hijos pudo continuar la sangrienta dictadura, creada y auspiciada por los gobiernos estadounidenses. Les espantaba el fantasma de otra Revolución al estilo cubano pero no dejaban de auspiciar a Somoza, Trujillo, Pérez Jiménez, Rojas Pinilla, Perón, Castillo Armas y Remón, al tiempo que agredía a Corea y empezaba a intervenir en Viet Nam. El imperio no podía ocultar por más tiempo la corrupción de los gobiernos pro estadounidenses, ni los crímenes de los militares entrenados en Estados Unidos, como tampoco podían ocultar las crisis económicas y morales que invadían cada nación americana, serviles por antonomasia al Norte revuelto y brutal.

El Departamento de Estado y la Agencia Central de Inteligencia insistieron para que se aceptara a Ramfis Trujillo y a Joaquín Balaguer como válidos vehículos para la democracia luego de más de treinta años de tiranía sangrienta. Pero este sádico intento dio origen a una conmoción social como nunca antes se había visto en nuestra historia. No valieron los acorazados apostados en el antepuerto de Santo Domingo ni los rasantes vuelos de los más modernos aviones de guerra para intimidar a la juventud dominicana imbuida del ideal de que dulce y decoroso era morir por la patria. Tampoco tuvo éxito la indiscriminada represión interna apoyada por el empresariado y por una jerarquía católica ultra reaccionaria y servil, dispuestos a continuar el trujillismo sin el Trujillo mayor. La conmoción social fue de magnitud tal que Estados Unidos tuvo que rendirse antes sus intentos de nicaragüización y maquillar la estructura dictatorial sin Balaguer y sin Ramfis. Desenvainaron entonces una pléyade de trujillistas que nunca pensaron en democracia, sino en repetir la experiencia del tirano y lograr para sí las riquezas que, hasta entonces, eran del exclusivo beneficio de la dinastía local.

Otras conmociones sociales nos han seguido afectando. Luego continuaremos recordándolas. Mientras, los sectores dominantes seguirán ignorando la gravedad del momento hasta que el lobo llegue y los haga despertar del sueño fantasioso que cree poder seguir apretando la tuerca sin tomar en cuenta que se puede correr la rosca.

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