viernes, 21 de marzo de 2014

EL GUARDIA CON EL TOLETE

Por ANDRÉS L. MATEO
HOY.COM.DO


En “Ideas de bien patrio”, el insigne Ulises Francisco Espaillat describe la incidencia del generalato en la deformación del aparato institucional, y opone, idealista él, un “ejército de maestros” para lograr la patria anhelada. Son pocos los políticos dominicanos que pueden escapar a esa maldad delirante y envolvente que tipifica la práctica política del siglo XIX, pero él tenía un don en el cual la sabiduría se combinaba con la inocencia, y podía darle un sentido a la vida. Por ello, muy a pesar de sus numerosos martirios, no se sentía totalmente desdichado. En su libro “El pueblo dominicano (1850-1900)”, H. Hoetink descubre una “ideología del heroísmo” , algo así como una herencia de la larga tradición manigüera del generalato, que caracteriza al dominicano. Hoetink es minucioso, detallista y profundo, y todos los ripios de esa ideología que se manifiestan en la cultura criolla, quedan al desnudo en su libro que es, sin dudas, uno de los estudios de mayor pertinencia respecto del sujeto dominicano.

Y eso fue lo que encontró José Martí, en ocasión de su último viaje a la República Dominicana, iniciado el 30 de enero de 1895. Como siempre, Martí llevaba un Diario, publicado después de su muerte; y ese Diario está lleno de generales atravesando ríos y caminos. Martí los dibuja envueltos en su gracejo popular y todo, en una escritura que imita el habla, destacando, de nuevo, la verdadera condición social de ese generalato. Una genealogía del autoritarismo desde cuya hegemonía, hasta hoy día, se ha desplegado la práctica política en nuestra nación.

Somos el país del mundo con más generales por kilómetro cuadrado. Cuando en el 2012 Leonel Fernández depositó el proyecto de Ley orgánica de las Fuerzas Armadas en las cámaras, al mismo tiempo aumentó el generalato a 214 generales activos. La ley fue aprobada en el 2013, y Danilo Medina la promulgó el 13 de septiembre del 2013, con el número 139-13. Establecía un límite a esa tradición del generalato dominicano, permitiendo sólo cuarenta generales prorrateados entre todas las instituciones armadas del país. Una forma de recuperar los discursos de deseo del insigne Ulises Francisco Espaillat. Pero no. Siempre digo que para entender el proceso social dominicano lo mejor es leer prácticas y no discursos. Pese a que fue el mismo Presidente Medina quien promulgó la ley, el 27 de febrero pasado nombró veintiún generales más, violando la nueva Ley orgánica de las fuerzas armadas.

¿Qué aportan al país estos nuevos “generales”, cuyas glorias militares se reducen a las arduas batallas en el vientre de sus queridas? Hacer política castrense con el presupuesto nacional es una forma despiadada de despilfarro, violando su propia ley y en un momento económicamente difícil. ¿Cuánto costarán veintiún nuevos “generales” absolutamente innecesarios para las estrategias defensivas del país? Leonel Fernández creó su generalato, intacto aún dentro de las fuerzas armadas. El danilismo bota el dinero público creando el suyo. El mismo tango de la convención del Partido, en la cual le abollaron los dos ojos a Leonel Fernández usando el presupuesto nacional. El PLD es un partido enteramente financiado por el Estado, y a la vieja usanza caudillesca del siglo XIX, cada uno de sus líderes se hace acompañar de un generalato inútil. Es eso lo que empuja a Danilo Medina a violar su propia ley.

¿De qué forma se puede institucionalizar un país si el mismo que promulga las leyes, las jura defender y es el emblema máximo de la representación democrática, viola sin ningún pudor las leyes que meses antes firmó? La República Dominicana está secuestrada en manos de un poder que ha perdido todos los frenos. Danilo Medina es una imagen irreal que no puede contornearse, en él se concentra toda la contradicción del filisteo, y quiere combatir a Leonel Fernández usando sus mismos métodos, sin decirlo. Le haría bien leer al insigne Ulises Francisco Espaillat, un buen tipo atrapado como él en las contradicciones del existir, pero que supo a tiempo poner de un lado la naturaleza humana y del otro el poder.

Si Martí regresara a trotar por estas tierras, en una vuelta purificadora, de seguro encontrara todavía ese retrato lastimero del generalato de manigua. ¡Oh, Dios, el guardia con el tolete!

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