Por José Carvajal
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No sé mucho o nada de canto, ni qué debe hacerse para la buena entonación, pero sé cómo me llega de manera especial la aterciopelada voz de Virna García y esos poemas que se ha dado a la tarea de musicalizar a sabiendas de que no la catapultarán a la fama internacional. Y es que todo apunta a que el escenario que le interesa a esta trovadora dominicana del siglo 21 es aquel en que el público enmudece para escuchar el sentido de cada estribillo, de cada verso, de cada palabra amplificada por el micrófono o simplemente a capela.
La conocí una noche de juergas en compañía de los poetas Carlos Márquez y Francisco Henríquez. Este último vive en la Florida y desandaba lugares de la calle El Conde con la avidez del visitante que quiere captarlo todo en la memoria para recordarlo luego en la inocua soledad del regreso, en su caso a la mágica ciudad de Orlando, adonde se trasladó hace mucho tiempo luego de residir más de diez años en Nueva York. Carlos Márquez conocía a Virma; yo la vi por primera vez aquella noche de cielo brillante en que terminamos en el elegante patio español del bar Lucía, en la zona colonial de Santo Domingo.
Virna tiene un recorrido relativamente modesto, aunque su voz ha sacudido los cimientos de escenarios grandes y pequeños del país, como la famosa Sala Ravelo del Teatro Nacional, el Teatro Narciso González y uno que otros puntos de encuentro del ambiente literario dominicano. También ha llevado su música más comercial a bares que la contratan para entretener al público nocturno que merodea Santo Domingo bajo la luna o a la sombra de nubes grises en tiempos de lluvia.
Hace poco volví a encontrar a Virna en la tertulia que organiza el poeta Tomás Castro en el Centro Cultural del Instituto Dominicano de Telecomunicaciones. Allí la escuché cantar el poema “Yo misma fui mi ruta”, en un acto conmemorativo del centenario del natalicio de la poeta puertorriqueña Julia de Burgos.
Fue en aquella ocasión que se me ocurrió hacerle varias preguntas acerca de su empeño de musicalizar poemas de escritoras, como la clásica mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, la dominicana Salomé Ureña de Henríquez, la Premio Nobel chilena Gabriela Mistral y la ya mencionada Julia de Burgos.
¿Por qué te dedicas a cantar poemas y no a la música comercial?
—Me estoy dedicando a ambas cosas. Hice un disco de música comercial, que es posible que salga a mediados de año (2014).
¿Cuál de las poetas te dio más satisfacción musicalizar?
—Pues te diré que fueron Sor Juana, Salomé, Gabriela (Mistral), y Julia de Burgos. A Sor Juana por su extraordinaria brillantez, y complejidad. Además, la estoy leyendo desde que estaba en el colegio. A Salomé quise hacerle justicia, pues ha sido la más ignorada por los dominicanos, siendo ella la poeta prócer de la Patria. Ella fue la que más le cantó a la patria. A Gabriela (Mistral) porque de ella se ha desprendido un mito. Se ha profundizado poco en su vida y obra, además en el guion que escribí hay un aspecto de su vida no abordado, que es el de la maternidad. Ella fue madre sustituta de su querido sobrino Juan Manuel Godoy. A Julia (de Burgos) también he querido hacerle justicia, pues es muy poco lo que se conoce de su obra en nuestro país, que dicho sea de paso, ella tanto quiso.
¿Cuál ha sido la más difícil?
—¿La poeta más difícil de musicalizar? Sor Juana Inés de La Cruz. En primer lugar me dio trabajo el manejo de la versificación, pues Sor Juana es del siglo XVII, o sea barroco. Y Para adaptarlo a una estructura melódica, lógica, tuve que emplearme a fondo. Se me ocurrió la idea de hacer una fusión de géneros musicales como la copla española y la ranchera. Pues quise tomar en cuenta que Sor Juana es mexicana con ascendencia española. Fue una experiencia maravillosa, pues no solo abordé el aspecto de la labor literaria de ella ( y de todas las poetas) sino que quise destacar también las raíces culturales de estas mujeres.
¿Qué tipo de instrumentos usas?
—La instrumentación que utilizo por el momento, es mi guitarra. Todo este trabajo está en proceso de grabación y arreglos orquestales, pues estoy pensando difundirlo tanto aquí como fuera de nuestro país.
Virna es también cantautora, es decir, compone canciones propias y musicaliza poemas de amigos más contemporáneos. La última vez que la escuché fue en mi propio ordenador, en la prueba de grabación de un poema de Tomás Castro Burdiez que me hicieron llegar por correo electrónico. Espero verla pronto “modernizando el barroquismo” de Sor Juana Inés en su natal México. Y es que, como escribiera el clásico español Gustavo Adolfo Bécquer, “podrá no haber poetas, pero siempre habrá poesía”. ¡Que suba el telón internacional para Virna!
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