miércoles, 19 de octubre de 2011

EL TEMA DE LA UNIDAD Y UN FRENTE AMPLIO

Por Melvin Mañón

Cada vez que las penurias del pueblo se acumulan y acrecientan sin que a la vista se encuentre una propuesta de salida creíble, los grupos, personas y fuerzas democráticos del país renuevan la propuesta del frente amplio: la deseable coalición y/o alianza de fuerzas que, en este caso, debiera ser capaz de detener el colapso general de la nación dominicana.

Muchas páginas y nadie sabe cuantas horas se han dedicado a este esfuerzo tan loable como inútil. No ha habido, no hay ni podría haber frente amplio en respuesta a este tipo de convocatoria por la misma razón que ninguna casa puede ser construida del techo hacia abajo.

Cuando se plantea un frente como condición para promover una victoria (que solamente es posible y no segura) los convocados cuestionan los fines, la dirección, la composición, la táctica y la viabilidad del esfuerzo. Cada cuestionamiento por separado erosiona las bases de la convocatoria.

Algunos objetan por cortos o por largos los objetivos del frente, otros discrepan sobre la membresía de la dirección, algunos se alejan a causa de la presencia de indeseables o inaceptables con los cuales no quieren transitar juntos, las disputas sobre el cómo hacer las cosas, que métodos de lucha emplear son interminables y al final, la mayoría termina creyendo que la idea no es viable. Entonces el frente colapsa antes de haberse conformado lo cual, después de todo, es menos doloroso que verlo derrumbarse a mitad de camino.

¿Significa esto que es imposible edificar un frente amplio? No, no significa eso en lo absoluto. Esto solamente quiere decir que hemos tratado de construirlo al revés y por eso fracasamos aunque la palabra fracaso no sea placentera.

¿Cómo resolver el dilema entonces?, o más concretamente, ¿cual podría ser el camino hacia un frente amplio?

La clave reside en la agenda. Es necesario definir una agenda, mínima pero fundamental de temas sobre los cuales haya consenso. Debe ser mínima porque, la solidez del consenso es inversamente proporcional al número de temas involucrados. Por ejemplo, es posible convocar a todo el país para repudiar la privatización de la energía y los acuerdos y contratos que lo consagran. Si añadimos a este reclamo la exigencia de renegociar el RD-CAFTA que ha resultado ruinoso en extremo para el país y demandamos el fin de la privatización de la salud pública nos enfrentamos a la deserción de algunas fuerzas del frente pero también a una consolidación de los que permanecen dentro de este. Pero ¿qué resulta? Que entusiasmados por la idea de incorporar a la agenda las demandas sectoriales y también muchas coyunturales terminamos haciendo un listado que incluye decenas de reivindicaciones y estas, producen el efecto inverso al deseado. No unifican ni suman sino que restan poco a poco porque tanta gente distinta puede ponerse de acuerdo en un número pequeño y esencial de temas pero nunca consensuar en una agenda tan amplia.

Además de mínima, la agenda de un frente tiene que ser fundamental y ha de estar dirigida a los temas cuya solución determina el manejo y desenlace de otros temas subsidiarios pero, también, a aquellos temas que además de ser fundamentales son percibidos por la mayoría de la población como tales. El daño a nuestra economía producto del RD-CAFTA es más grave que la crisis energética o al menos tan grave, sin embargo, la población percibe la energía como una crisis mayor y más urgente y sobre todo, personal. Por lo tanto, la ciudadanía responderá en mayor número si es convocada alrededor de la energía dejando el RD-CAFTA como segundo tema y sujeto a reiteradas y renovadas explicaciones.

El frente amplio puede ser construido pero como resultado de las luchas nacionales y populares por temas concretos y será la experiencia de estas luchas, los acuerdos para emprenderla, los recursos comprometidos, los éxitos y fracasos obtenidos los que irán configurando el frente. En otras palabras no se tiene éxito convocando el frente para luchar, pero si se puede tener éxito organizando la lucha y con la mira de, alrededor de esta, ir configurando, construyendo, consolidando un frente cuya credibilidad y viabilidad dependerá precisamente de la capacidad que haya tenido para aglutinar las fuerzas con las cuales enfrentar los males consagrados en la agenda mínima y fundamental ya descrita.

El frente amplio, en otras palabras, no se convoca, se construye sobre la marcha, inspirado y guiado por una visión estratégica y realista. Este no es necesariamente el caso en otros países o circunstancias. En ocasiones existe una organización con liderazgo y credibilidad que convoca al resto, pero en ausencia de esa entidad o fuerza, como estamos nosotros, no debe haber convocatoria. La idea y finalidad del frente amplio tiene que mantenerse en secreto, solamente en poder de los dirigentes hasta que se haya alcanzado la fuerza y credibilidad suficiente para hacer público el proyecto.

A estas consideraciones que escribí y publiqué hace meses, deben incorporarse otras. Por ejemplo, la siguiente: el frente amplio entre iguales es muy difícil por no decir imposible. Todas las fuerzas compiten por un mismo tramo de electores. Quien logre romper ese status quo, queda en mejor posición que los demás solamente por haber mostrado al electorado que pudo penetrar más profundamente. Porque, si todos hacen y dicen lo mismo, ¿cuáles motivos podría tener el electorado para decantarse por una diferenciación positiva en vez de una asimilación negativa? Ningún incentivo ni estímulo. La idea de un frente amplio (no me refiero al proyecto existente denominado de esa manera) tiene sentido y viabilidad cuando uno de los concurrentes rompe la base social tradicional y crece a expensas del electorado inconforme.

Sin diferenciarse no hay crecimiento. Sin crecimiento no hay credibilidad de ningún proyecto de poder. El crecimiento solamente es posible rompiendo la lógica con que opera el sistema político, despreciando el discurso tradicional que acompaña a esta lógica y poniendo en marcha una práctica política nueva. El electorado, para decantarse por una opción alternativa tiene que estar persuadido no solamente de que la propuesta es honesta y progresista, sino de que sus dirigentes han sido capaces de demostrar que con lógica, discurso y práctica de ruptura pueden alcanzar una victoria, que es posible ganar sin disponer de grandes fortunas y que quienes no tienen esos dineros están obligados a suplir la desventaja con innovación, imaginación y determinación y de eso no vemos tanto como debiera haber.

Sin esa demostración de que, SÍ SE PUEDE, como gritara el público en un acto reciente de dominicanos por el Cambio, los electores dejarán solo al candidato y al frente y valga la aclaración de que DxC todavía no ha aportado esa demostración, la misma que irónicamente, le reclamaba su auditorio el 18 de septiembre.

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