martes, 15 de mayo de 2012

MELVIN OPINA

LOS LÍMITES DE UN ACIERTO
Por Melvin Mañón
FINES.ORG.DO

No son pocos los que han argumentado que fue un error de la campaña de Hipólito Mejía escoger la corrupción como el tema central de su campaña en parte porque dentro de sus filas hubo muchos corruptos y me permito añadir, porque con ese tema nunca tendría respaldo de la prensa la cual, en vez de ampliar y respaldar la denuncia, la encubre.

En las encuestas la corrupción no suele remontar el 30% en el listado de los temas más preocupantes para la opinión pública. Agregan, quienes así razonan, que la inseguridad ciudadana y la precariedad económica están -como temas- posicionadas bien por encima de la corrupción. En otras palabras y para no abundar demasiado señalan dos cosas notables: una que al denunciar la corrupción prácticamente todo el país se da por aludido y coge miedo en vez de hacerse solidario y otra que la corrupción no se hace condenable y aborrecida por la gente sino cuando es percibida como excesiva.

Creo que escoger la corrupción como tema central fue una buena idea imperfectamente trabajada.

¿Por qué?

En abstracto, genéricamente hablando, la gente sabe lo que es la corrupción pero no hace el vínculo con su realidad cotidiana, entonces y por eso, pierde fuerza.

La corrupción es la causa de que el hospital X no tenga médicos, medicinas o equipos disponibles para diagnóstico o tratamiento. La corrupción es la causa de que haya tantos caminos y carreteras en estado desastroso o francamente intransitable para sacar los productos agrícolas. La escuela que no existe, los pupitres que faltan o los maestros que no asisten y un desayuno escolar envenenado ocurren a causa de la corrupción. Por lo mismo, la corrupción es la causa de que haya tanta insalubridad, hacinamiento, inseguridad y miseria en todos y cada uno de los barrios pobres del país. Todo lo que les falta a ellos lo tienen en sus cuentas bancarias los corruptos y de estos bienes mal habidos disfrutan las esposas, los hijos, los familiares y las queridas.

El tema de la corrupción es bueno y puede convertirse en una poderosa fuente de inspiración política, pero mucha gente necesita que le recuerden que, absolutamente todo lo que ellos no tienen, es porque se lo apropiaron los corruptos; caso por caso, usando números y presupuestos que vinculen el valor estimado de esas obras con lo que se han robado estos personajes. Lo mismo es válido para la cebolla, la carne, las habichuelas y todos los productos alimenticios. La ruina del campo es producto de esas importaciones y los altos precios que pagan los consumidores en los supermercados, es resultado de la manipulación corrupta de importadores, cuotas, funcionarios y distorsiones, algunas inherentes a ese esquema económico, otras exclusivamente hechuras de este entorno.

En las circunstancias actuales, en el mundo líquido de hoy, en el ocaso de nuestra civilización es utópico pretender un grado de pureza que aunque existe en el seno de minorías, la gente, en sentido general, no se lo cree y por lo tanto no es políticamente usable. Esto plantea un problema muy serio porque luchar contra la corrupción y escoger el tema como buque insignia de una campaña no puede contener matices que sirvan al adversario para desacreditar la campaña consignando que no es contra la corrupción sino solamente contra corruptos escogidos.

Por otro lado, en el caso dominicano, la fuente de irritación a causa de la corrupción deriva de otro fenómeno social. El pueblo, en general, resiente que algunos tengan tanto, tan rápido mientras ellos, en todas sus vidas jamás podrían ni siquiera pensar en acumular tantos bienes. Un cínico podría calificar este sentimiento como envidia y creo que de hecho este componente está presente. Pero hay mucho más que eso.

A diferencia de buena parte del mundo de los anglosajones cuyas iglesias celebran el éxito, nosotros lo resentíamos hasta hace muy poco tiempo. El éxito que era aplaudido en el norte merecía una expresión condenatoria entre nosotros. La corrupción en el nuevo reinado que ha impuesto, modifica esta situación. Los mismos que han tenido éxito en sus áreas profesionales lamentan la facilidad con que los corruptos se enriquecen y todos, los que tienen y los que no tienen resienten el derroche de que hacen gala.

La campaña de Hipólito Mejía podría mejorar el aprovechamiento político del tema corrupción apelando pues a estas dos consideraciones. Una, la que vincula la corrupción con ausencias concretas de obras, beneficios y soluciones para los pobres pero entendiendo que el tema tiene que ser manejado en cada lugar de acuerdo a la evidencia e inventario de las necesidades puesto que, como se dijo antes, la prensa vendida no haría eco de esas denuncias y los periodistas corruptos tampoco. Adicionalmente, eso daría a la campaña algo del contenido que ha estado ausente.

La otra forma de aprovechamiento del tema es, confrontando a esos corruptos con lo que ha costado a otros edificar su propio bienestar o incluso sus fortunas. Sé que esta última parte ha sido más o menos reseñada, pero generalizarla, insistir en ella y profundizarla obraría contra el poderío político de los corruptos. Por lo tanto, el reinado de la corrupción hace que incluso los que han hecho fortuna trabajando se sientan tontos.

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