¿OTRA SEÑITA, SEÑOR PRESIDENTE?
Por Haroldo Dilla Alfonso
Aun cuando el carisma no parece figurar en el anaquel de los dones del presidente Medina –quizás por eso nos resultó tan cara su elección- confieso que tiene un sesgo de sencillez reconfortante. Sobre todo después de habernos pasado ocho años dirigidos por un hombre enamorado de su ombligo como Leonel Fernández.
Es reconfortante, por ejemplo, que el nuevo presidente se haya dado cuenta de que hay que alfabetizar a la gente en lugar de andar balbuceando eslóganes baratos sobre la globalización; o que eso de viajar con una silla-trono a cuestas por todo el país es un rasco atávico cortesano que el siglo XXI no resiste. Nunca le he oído musitar tonterías sobre un Nueva York chiquito, ni querer resolver conflictos internacionales donde nadie lo llama, ni rodearse de intelectuales tarifados. Y todo eso es muy bueno. Por lo menos ha demostrado que no es un burgués/gentilhombre.
Pero me temo que no es suficiente.
Porque al presidente Medina le han dejado la ingrata tarea de componer una economía que es un total desastre –digo una economía, no simplemente una situación fiscal- y que demorará (si tiene suerte) tres años en reflotar, tras los cuales tendremos otra vez al clan Fernández-Cedeño en la liza electoral. Y me temo que los próximos años van a ser muy calientes, con más pobres, más insatisfacciones, más protestas y más trapisondas políticas.
Quizás al presidente Medina le convenga ganar apoyos extras y hacer algunas señales a la sociedad de que efectivamente quiere hacer lo que nunca se ha hecho (que es mucho) y corregir lo que se ha hecho mal (que es todavía más). Quizás le convenga mucho decirle a la población dominicana que él es una luz al fondo de este túnel en que nos ha metido la derecha peledeísta. En otras palabras, que si quiere hacer algo tiene que gobernar con la sociedad.
La reciente destitución del contralor general tras el penoso incidente de la superpensión que este depredador público se había adjudicado es un buen indicio. Pero el funcionario destituido –dentro de esa francachela mercurial que ha sido el estado dominicano- no es otra cosa que un carterista de horas pico. Y una golondrina no hace primavera.
Creo que se necesita más, mucho más. Y que ello no solamente iría en provecho de la sociedad dominicana, sino del propio presidente Medina, quien, si no se aplica, terminará siendo el presidente Kleenex del clan Fernández/Cedeño.
Por ejemplo, si el presidente quiere mandar un buen mensaje a la sociedad, sugeriría:
• Declarar clara e inequívocamente que va a apoyar las intenciones de su procurador de encausar a los funcionarios corruptos del anterior gobierno, comenzando por el senador Félix Bautista.
• Tras enviar para su casa al contralor general de la República, debe publicar, revisar y eventualmente derogar, o al menos denunciar, todas las pensiones estratosféricas que los funcionarios de todos los poderes se han ido adjudicando y que la prensa crítica ha ido sacando a la luz para espanto de toda la sociedad.
• Debe revertir el proceso de otorgamiento de los apartamentos de los edificios El Progreso, y proceder a la venta de los inmuebles según los precios del mercado. Al mismo tiempo se debe proceder a una investigación acerca de este aparatoso fraude: sus orígenes y participantes.
• Debe destituir al ministro de economía por irresponsable. Es inaceptable que un ministro de Economía durante ocho años no conociera el estado de su materia y exprese públicamente asombro por la situación en que nos encontramos.
• Y finalmente, debe nombrar una comisión independiente que prepare un informe sobre todo el proceso que nos ha conducido a este agujero y proponga medidas correctivas, incluyendo la sanción penal de los responsables de que miles de familias dominicanas sean lanzadas a la pobreza.
Nada de esto cuesta dinero. Y estoy seguro que el presidente Medina pasaría a la historia como el mandatario estrella del devenir nacional. Por lo menos como algo más que el rol de marioneta que le tienen asignado la cacle peledeista y el clan Fernández/Cedeño.
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