miércoles, 17 de octubre de 2012

DIARIO DE LA CIGUAPA

¡NO! A LA REFORMA FISCAL
Por Sara Pérez


El 12 de octubre tuve oportunidad de participar en una singular marcha de protesta contra la reforma fiscal anunciada por el gobierno. La marcha no estaba respaldada por ningún partido, ni asociación o agrupación de ninguna clase.

Sus organizadores en Santiago, encabezados por Lucienne Carlo, una joven señora profesional, no tenían expectativas ambiciosas. Simplemente, al comentar las implicaciones que tendría la nueva reforma propuesta por Danilo Medina, surgió la idea de que un grupo aprovechara la fecha en la que otros también protestarían, para expresar públicamente su rechazo a un paquete impositivo que lesiona sus derechos, sus vidas, sus ingresos, sus pequeños y medianos negocios y sus actividades profesionales. Esperaban unas cincuenta personas y aparecieron más de trescientas.

No sé si alguno de los partidos que han estado al frente de la administración pública en República Dominicana, pueda movilizar diez gentes, sin repartirles cuartos, prebendas, botellas en el gobierno y también de ron y espectáculos de bailarinas con nalgas a la intemperie, pero da la impresión de que no. Los participantes en la protesta contra la reforma fiscal asistieron gratis, sin incentivos colaterales.

A las razonables y legítimas inquietudes por su destino inmediato, también se sumaba el gesto confrontador, de quienes están cansados de aguantar y quieren y tienen el derecho de participar en la toma de las decisiones que lastiman su sociedad, deterioran su entorno y los afectan familiar e individualmente.

La marcha, con los participantes vestidos de luto, partió del Parque Colón a las 5:30, que era la hora pautada para hacerlo y subió por la calle Del Sol, en silencio, sin consignas y sin pancartas, solo con una banderola al frente, que adornada con las imágenes de dos banderas dominicanas, decía : İNo! A la reforma fiscal.

Al frente del Monumento, los participantes se reunieron a escuchar y cantar el Himno Nacional y la señora Carlo pronunció un breve discurso, muy sereno y moderado, dirigido al Presidente Danilo Medina. Explicaba que es excesiva e inadmisible la nueva imposición fiscal, que el gobierno pretende recargar sobre sectores que ya están pagando demasiados impuestos, sin recibir los correspondientes servicios.

Me sentí muy conmovida y muy indignada. Conmovida por la justa, necesaria y saludable acción de resistencia; indignada por la sordera de las autoridades, tan ensoberbecidas y tan confiadas en su perpetua impunidad y en que por siempre van a seguir dilapidando los recursos públicos y haciendo y deshaciendo como les dé la gana.

La verdad es que, muy personalmente, sentí que ni el Presidente Danilo Medina, ni el grupo de delincuentes que lo rodea merecían la ponderación y el respeto con que estos ciudadanos se refirieron a ellos.

El gobierno no ha escuchado ni a sus compinches, los banqueros, que han advertido, con sobrada razón, sobre las consecuencias adversas de penalizar con impuestos los reducidos beneficios del ahorro. ¿Qué puede esperar quien no tiene bancos para hacerse oír?

Ese grupo de lúmpenes que encabeza el gobierno, que no se ha molestado en esconder lo que ha robado, sino que anda estrujándolo en el hocico del país -sirviendo de ejemplo e inspiración a la delincuencia- no conoce, o ha olvidado, los sacrificios del ahorro esforzado, que a manera de negocio no funciona, porque sus dividendos son muy pequeños.

Esa pandilla -con capitales robados, reunidos al vapor y exportados a los paraísos consolidados del lavado, lugares todos que pueden ser muy bien descritos por gente como Luis Álvarez Renta o como Félix Bautista, que tiene negocios en Panamá - no sabe, o no recuerda, lo que es la disciplina de un pequeño empresario, a quien no le han regalado nada, que hace de tripas corazón para mejorar sus instalaciones, comprar maquinarias, expandir servicios y zancajear financiamiento o apenas sobrevivir a la competencia desleal de otros con acceso a favores, exenciones y privilegios del gobierno.
Estos tígueres no saben, o se les olvidó, lo que tiene que sacrificarse un envejeciente que renuncia a gustos y preferencias para ahorrar unos chelitos y resolver cualquier imprevisto o enfermedad o cualquier persona que vigila y reduce sus gastos, para tener algún fondo de emergencia, para pagar los estudios propios o de los hijos o hasta para vacacionar o para comprar una prenda, a lo cual tiene derecho y está muy bien, si es con su trabajo y sus ahorros.

Los lujos inadmisibles son los que crean o aumentan irregularmente patrimonios personales con dinero del país. Los cuartos que hay que salir a recoger son los de los funcionarios públicos, que nadan en la abundancia y se han hecho millonarios con el país quebrado. El cinturón que hay que apretarse, se lo tiene que apretar el gobierno a sí mismo, superando el clientelismo, resolviendo los problemas sociales a través de las instituciones y cerrando los chorros de los barrilitos que los ladrones del Congreso administran sin controles, para comprar docilidades y envileciendo a la gente.

Yo no quiero que me aumenten los impuestos a mí, para seguirle pagando la pensión de medio millón mensuales a Leonardo Matos Berrido y a todos los demás Matos Berrido que sangran el presupuesto nacional. ¿ Por qué no reforman el sistema de pensiones y lo adecentan? ¿Y por qué no se revisan esos acuerdos lesivos que el gobierno tiene con los dueños de equipos de pelota? Estos cobran y se reparten las entradas a los estadios, pero los estadios los construye y repara el gobierno, (todos los años hay que hacer reparaciones sobrevaluadas en todos los estadios) y el gobierno también aporta la vigilancia.

¿Cuántos de esos negocios mantiene el gobierno?¿Ya eliminaron la comisión por compras que se reservan los funcionarios? ¿Examinaron cómo enderezar los acuerdos con la Barrick Gold?¿Quiere el gobierno aumentar sus ingresos? ¿Y por qué en vez de regalar el Puerto de Manzanillo, no llega con los interesados –como hay varios y hay sana competencia , pues mejor- a algún acuerdo comercial de esos que no parecen tan anormales, en que el gobierno no “invierte” donando propiedades públicas, sino que los inversionistas –que van a hacer negocios con fines de lucro y no desprendida filantropía social- invierten comprando a precio razonable lo que les interesa y no esperando regalos?

Esa plaga de funcionarios, diputados, senadores, síndicos, regidores y muchos militantes y allegados al partido en el poder, no conoce o ha olvidado los frenos. No cumplen leyes, ni siquiera las que ellos mismos hacen, a la medida de sus conveniencias e intereses. No respetan el patrimonio público. Hasta la gasolina de sus vehículos y de los vehículos de quienes a ellos les dé la gana, la reciben gratis, regalada por nosotros, y sigue siendo así, al margen de lo que frente a las cámaras haya dispuesto Don Danilo, un Presidente motete.

¿Quiénes se creen que son estos vividores parásitos para disponer tan alegremente de recursos que no son suyos y por el que ellos no han trabajado?

¿Por qué tienen que duplicarle los impuestos a mi cervecita, por la que ya estoy pagando demasiada carga impositiva? ¿Y por qué tienen que aumentar los impuestos de mi vino?

Un californiano cuesta el doble o el triple de lo que cuesta en USA, a pesar del tratado de libre comercio, cuya única conquista visible ha sido la multiplicación y agilización del tránsito de la cocaína.

Lo más simpático es que cualquier vino argentino, español, chileno, francés, africano, alemán, canadiense, australiano o del infierno que provenga, también cuesta en RD por lo menos el doble de lo que cuesta en USA, a pesar de que USA tiene una industria vinícola que protege y subvenciona y nosotros no producimos ningún vino, aparte del moscatel Caballo Blanco, que nunca ha sido contaminado con la presencia de una uva. Si quieren aumentar las recaudaciones, que le cobren las bebidas importadas a Vicente Bengoa y al del PRD, apellido Alburquerque. Nunca recuerdo si el nombre es Ramón o Rafael.

Sí, hay una porción de propiedades e ingresos que tiene que pagarse, en forma de impuestos, para sostener la administración pública, esparcir la riqueza generada y aportar al bienestar social, que debían administrarse con transparencia, previsión y alguna sensatez y cuyo destino no sea abultar los bolsillos de los testaferros y adláteres de Leonel, ni inflar un partido como un globo aerostático.

El mayor aporte debía hacerlo la élite económica que explota los recursos. De las costillas del pueblo y de su clase media no hay más qué sacar.

Sí, se necesita un gobierno eficiente, organizado, fuerte, que cumpla al menos sus funciones de dirección, arbitraje, inspección y regulación; que no solo sirva para rejoder a la población común y que no sea una amenaza y un estorbo elefantiásico e hipertrófico, opresivo y voraz, convertido estrictamente en una arma de asalto colectivo.

La nueva reforma fiscal, con ese desorden que hay en el gobierno es otro robo más, a mayor escala y permanente. Si el gobierno quiere tapar hoyos, no sé por qué no usa como tapones los libros que le ha comprado a Euclides Gutiérrez.

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