AL DÍA
Por Juan José Ayuso
(buenapila@yahoo.es)
Adiós al sangrú Cardenal, semidiós prepotente "vivebien"... ojalá nunca sepamos más de él... y a Agripino, ¿le cabe el mismo mandato? Ojalá que sí; a ver si descansamos de esos dos diablos ensotanados, babosos entorpecedores, que tan mal nombre dan a la iglesia de Cristo. [La que antecede es una nota del editor, no de Ayuso.]
En unos días, Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez deberá renunciar al puesto administrativo de jefe de la Iglesia Católica aunque no al título que, al otorgársele, se convirtió en su tercer nombre.
Dicen los “estatutos” de esa fe que los dignatarios deben renunciar al cumplir los 75 años y el Cardenal los cumple.
El Vaticano deberá designar a otro porque un obispo sencillo y simple no puede colocarse como superior de un Cardenal y mucho menos del Cardenal que desde hace muchos años se gastan los católicos y no católicos dominicanos.
Hace algunas semanas, el diario “El Día” recordó lo de la renuncia de López Rodríguez y este lo tomó de la peor manera y lo presentó a la opinión pública como parte de una conspiración contra él y la iglesia.
Casi de inmediato, el matutino tabloide respondió con cierta socarronería al prelado con ánimo de disipar cualquier duda en lo que se refiere a la intención de la crónica de la renuncia mandataria.
Una de las cosas que dijo el Cardenal fue que “El Día” no “tenía” que publicar la noticia de que su mandato, por mandato de la Ley Canónica, llegaba a su fin por la cuestión de la edad.
Un diario u otro medio de comunicación no “tiene” ni deja de tener que publicar tal o cual noticia. Si es noticia debe publicarla, mucho más si la noticia es fruto de una investigación como la que daba esa exclusiva al matutino.
Desde que su iglesia lo estableció como Cardenal, los dominicanos han comprobado que este “príncipe de la Iglesia” es cualquier cosa que no sea un humilde pastor de almas.
Todo lo contrario.
Nicolás de Jesús Cardenal no sólo “peca” de falta de humildad sino que “peca” también de engreimiento, intolerancia, autoritarismo y varios más de los adjetivos en cuyo uso denostativo se ha hecho especialista el prelado.
Y ahora, al avecinarse la orden eclesiástica de renunciar, con sus declaraciones para comentar la noticia de “El Día”, el Cardenal demuestra que se ha acostumbrado al poder, que no querría soltarlo y que al parecer le es difícil aceptar la idea de volver a su casita de provincia y dejar una residencia que le habilitó y decoró el gobierno de Joaquín Balaguer a costo de entre 17 y 19 millones de pesos.
(No sobra recordar que un hermano del Cardenal, ingeniero de profesión, fue quien estuvo a cargo de la habilitación y decorado de la residencia, que es del Cardenal y no de Nicolás de Jesús Cardenal).
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