Por Roberto Rodríguez
La increíble historia de un gobierno dirigido por un Don Nadie, sin carácter, prisionero de la egolatría personal y la petulancia de sus subalternos, a los que --como dice el cable de Wikileaks--, les soltó las riendas del control a la corrupción, se ha hecho más patética con el caso del consulado dominicano en Boston.
Leonel Fernández, quien ha probado con hechos sobrados que no tiene voluntad ni el coraje que demanda dirigir una nación, una confesión suya, según la embajada de Estados Unidos, ha llegado al punto de que no ha tenido siquiera la suficiente “testiculina” para hacer cumplir un decreto destituyendo a un subalterno de décima octava categoría, como el caso del cónsul Domínico Cabral.
Aunque inicialmente se dijo que se había producido el cambio de mando en el consulado dominicano—lo cierto es que el destituido Domínico Cabral sigue al frente de la sede, a pesar de la visita de una comisión que viajó a Boston desde República Dominicana para solucionar el conflicto generado por la insubordinación del funcionario cancelado.
Esa comisión estuvo encabezada por el senador por San Juan de la Maguana, Félix Bautista, quien debió regresarse al país sin poder cumplir con la responsabilidad que se le encargó.
Los datos obtenidos de buenas fuentes aseguran que después de largas discusiones, Domínico Cabral logró imponerse y permanece en las funciones de manera ilegal, por lo menos hasta que se reúna la semana entrante con el presidente Leonel Fernández, quien viaja a Nueva York para hablar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas. ¿Puede alguien creer que se respeta un presidente que en semejantes circunstancias acepte reunirse con un sublevado?
Cabral fue destituido mediante el decreto 495-11, del 22 de agosto, el cual designa en la posición a Miguel Ángel Andújar, un dirigente peledeista de larga data, vinculado a la candidatura de Danilo Medina.
Tan pronto se conoció el decreto, se asegura que Cabral tocó todas las puertas, habidas y por haber, tratando de conseguir la revocación, como se asegura lo consiguió en 2008 cuando la primera dama, Margarita Cedeño de Fernández, le habría servido de campana salvadora, consiguiendo que se revocara la destitución.
Igual juzgó un papel significativo el canciller Carlos Morales Troncoso, quien tiene dos sobrinos estudiando en Boston, igual que Cedeño de Fernández tiene un hijo en la misma situación.
Como ya decíamos en una entrega anterior, tanto Cabral como el canciller Morales Troncoso y el vicecanciller, Luis Bogaert, han estado apelando a interpretaciones cojonudas de lo que es la Convención de Viena Sobre Relaciones Consulares, cuyos resultados fueron aprobados el 24 de abril de 1963 y puesto en vigor el 19 de marzo de 1967, y que son los mismos que se le aplicaron a Domínico Cabral cuando fue designado en el cargo siendo ciudadano de los Estados Unidos.
En ese patalear, han llegado hasta a ignorar para desconocer, lo que refiere el artículo 13 de la misma Convención, sobre la “Admisión Provisional del Jefe de Oficina Consular”, y que establece sin media tinta que: “Hasta que se le conceda el exequátur, el jefe de oficina consular podrá ser admitido provisionalmente al ejercicio de sus funciones. En este caso le serán aplicables las disposiciones de la presente Convención”.
Cabral, y sus aliados de la cancillería, han argumentado que el nuevo cónsul, Miguel Ángel Andújar, debe primero acreditarse. Siempre jugando con la inteligencia de los demás.
Es, simple y llanamente, una muestra tan penosa como indignante de una falta de autoridad que raya en lo despreciable, al punto de anular la honorabilidad de las funciones públicas y dejar bastante maltrecha la investidura de un jefe de Estado.
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