Carecemos de plan que transite el camino que nos permita sobrevivir
Por BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Cuando la economía anda mal los países poderosos inician una guerra y en los países dependientes se instala una dictadura. La guerra dinamiza el complejo militar-industrial que denunció Eisenhower. Circula más dinero, se crean empleos, aumentan los precios y los sueldos. Hay una época de bonanza que ciega a quienes piensan que ese bienestar es eterno.
La Biblia enseña que primero fueron los años de vacas gordas y luego sobrevino la sequía, la hambruna, los sembrados arrasados por plagas.
Quienes no son capaces de entender que la época buena es para disfrutar con medida y guardar con inteligencia, andan perdidos en este mundo cada día más complicado.
Cuando una persona de un país desarrollado ingiere el desayuno consume naranjas y trozos de piña importados de cualquier parte, quesos y mantequilla europeos, jugos enlatados fuera de sus naciones por obreros cuyo salario por hora es infinitamente menor que el de sus trabajadores.
En otros tiempos, otros imperios lograron mantener la hegemonía mediante la fuerza y la opresión militar; el manejo del comercio tanto de compra como de venta; la dominación mediante la filosofía de gobierno que miente cuando ofrece libertad pero actúa a contrario.
En la escuela de karate Tae Kwon Do enseñan que los golpes de puños deben pegarse con los pies firmes y sin que la posición de los brazos sobrepase los hombros. El golpe va a ser más débil en la medida en que el brazo se alargue, además, puede ser halado por el contrincante.
La evolución de la economía ha pasado por los distintos estadios conocidos y siempre termina donde empezó: en la regla de oro de la ley de la oferta y la demanda.
Una nación está bien gobernada cuando el equilibrio entre las clases sociales, su relación entre ellas y su relación con el gobierno, es tan armónico que no hay ruidos extraños.
Cuando los brazos de Roma se alejaron tanto de la metrópolis, comenzó la decadencia del imperio.
Somos un barquichuelo que sigue el rastro de los Estados Unidos y no nos damos cuenta de que el trasatlántico, para salvarse, soltará las rémoras.
Carecemos de un plan serio que transite el camino que nos permita sobrevivir. Cada vez que consumimos un producto extranjero, comestible o bebible, cavamos un poco el hueco que nos lleva a la desintegración. Ello así, porque no dedicamos nuestras fuerzas a producir lo que consumimos y creamos empleos en los países de los que importamos.
Andamos de espaldas a la producción nacional en áreas tales como la producción de leche, víveres, granos, maderas, azúcar, frutas, calzados, vestidos…
El peligro de hoy es que el gobierno actúa de manera irresponsable, como si se tratara del tonto del pueblo.
hoy.com.do
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