Por José Carvajal
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La publicidad ayuda y puede hacer creer en la posibilidad de que haga falta establecer un puente generacional o promocional. Incluso puede hacer creer que existe una necesidad de recuperar “el eslabón perdido de la poesía dominicana” como parte de una propuesta surgida de la urgencia de no quedar relegados al olvido por parte de estudiosos de la literatura nacional.
De modo que es posible que hiciera falta. Pero si es así, habrá que preguntarse por qué ahora; qué motivó a este grupo de poetas a surgir como “los independientes” del decenio de los 70; y a quién debemos atribuir el “descubrimiento antropológico” de tanta poesía rancia y fosilizada como la que escuché hace unos días en un recital celebrado en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.
Salvo mínimas excepciones (José Enrique García [presente en el acto] y Cayo Claudio Espinal [ausente]) son voces que no repercutieron entonces ni repercuten ahora en el discurso poético dominicano. Sin embargo, una lógica de temporalidad, más forzada que natural desde el punto de vista intelectual, puede llevarnos a pensar que “los muchachos” merecen un espacio y una atención especial.
Incluso ellos mismos lo establecen: “Con el nombre de Independientes del 70 y bajo el slogan: el eslabón perdido, será designado el grupo de poetas que comenzaron a publicar sus poemas en la prensa, a principios de los años 70, y que no pertenecieron a la generación del 60, ni a la de Postguerra, ni a grupos sólidos como la Joven Poesía, los talleres literarios Jacques Viau-Renaud y César Vallejo, que vienen después; ni a los grupos subsiguientes: 80, post-80 y últimos poetas (los cotidianos)”.
Parece un decreto, un manifiesto tardío; y por eso despierta la sospecha de que en el fondo algunos buscan en el pasado el lugar que no logran ocupar en el presente. En el recital parecían colegiales desempolvando recuerdos y obras apolilladas que no dijeron nada entonces ni dicen nada ahora; es un síntoma de que no hicieron un buen trabajo como poetas y una señal del porqué a nadie le ha importado la desaparición del eslabón, ni que este siga perdido en los confines de la nostalgia.
De los veintitantos que figuran en la lista de posibles miembros de la promoción del 70, solo cinco o seis acudieron a la cita del recital. Los demás han debido estar demasiado ocupados para bajar a los sótanos del pasado y exhibirse como figuras excluidas que reclaman atención inmediata. O tal vez solo reconocen que ya fueron y que no quieren volver a ser los poetas pobres de antes, pues hoy algunos son dirigentes políticos, funcionarios, empresarios y gente más o menos exitosa en la sociedad dominicana.
En realidad, no me imagino en la mesa de los “curadores poéticos” al exministro de Cultura José Rafael Lantigua; ni al general retirado José Miguel Soto Jiménez, ni al investigador y ensayista Manuel Núñez, ni al editor y bibliógrafo Miguel Collado, ni al crítico de arte Cándido Gerón.
La idea del encuentro fue del poeta Pedro Pablo Fernández, que ocupa actualmente el cargo de director de publicaciones de la Biblioteca Nacional. Al parecer, desde esa trinchera se pretende “defender el espacio ganado y ocupar el puesto que merecen” o que creen merecer los integrantes del eslabón perdido.
En otras palabras, estos poetas han declarado la guerra al tiempo y al olvido como si se tratara de soldados que exigen una pensión digna por sus aportes a la patria; en este caso “a la literatura y cultura dominicanas”, según señala el manifiesto de la presentación que hicieron el 2 de mayo en la Biblioteca Nacional.
Para fines de notas, apuntes, subrayados y demás inquietudes de investigadores, he aquí los nombres del supuesto eslabón perdido: Aquilés Julián, Aristófanes Urbáez, Cándido Gerón, Cayo Claudio Espinal, Denis Mota, Diómedes Núñez Polanco, Franklin Gutiérrez, José Enrique García, José Bobadilla, José Miguel Soto Jiménez, José Rafael Lantigua, Josefina de la Cruz, Juan Freddy Armando, Manuel Núñez, Miguel Collado, Odalís Pérez, Olivier Batista, Orlando Gil, Orlando Morel, Pedro Pablo Fernández, Pedro Pompeyo Rosario, Rafael García Bidó, Rafael Peralta Romero, René Rodríguez Soriano, Raúl Bartolomé, Salvador Santana y Tomás Modesto Galán.
Quizá cualquier investigación sobre ese grupo de poetas debería iniciar tomando en cuenta lo que escribió José Ortega y Gasset acerca de las generaciones, en su ensayo En torno a Galileo: “(…) lo decisivo en la idea de las generaciones no es que se suceden, sino que se solapan o empalman. Siempre hay dos generaciones actuando al mismo tiempo, con plenitud de actuación, sobre los mismos temas y en torno a las mismas cosas, pero con distinto índice de edad y, por ello, con distinto sentido”.
Sin duda, la propuesta queda sobre la mesa. Y el derecho a una segunda oportunidad, también.
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