Por José Carvajal
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La intimidación, la intriga, el miedo, las advertencias, las amenazas, la agresión, la intolerancia, y toda una maquinaria que se desprende aparentemente desde el Poder hace pensar que en República Dominicana reina todavía, a estas alturas, la sombra del dictador Rafael Leónidas Trujillo. No se debe culpar a los periodistas e intelectuales que no hablan, y se debe erigir monumentos a los que en medio de la nebulosa democracia en que se vive en la isla Hispaniola, se atreven a desafiar los poderes invisibles del Poder.
Eso ocurre a todos los niveles, y es penoso. Hay temas solapadamente prohibidos; hay figuras aparentemente intocables que no son más que charlatanes, en el sentido histórico de la palabra. Y hay muchas personas serias que para sobrevivir a ese estado de sitio permanente tienen que convertirse igualmente en “figuras intocables”; y blindarse con sus lenguas y con los mecanismos propios del Poder.
Si dices o insinúas lo que no conviene a ciertos núcleos “poderosos”, te llueven por todas partes las advertencias, los consejos de gente que te aprecia pero que no aprueba públicamente tus acciones por temor a verse señalada como cómplice de lo bien hecho, de lo bien dicho.
Lo anterior explica en parte la paranoia cotidiana del dominicano; una paranoia histórica que se inculca desde la niñez y que recuerda a cada paso que en el país nada está garantizado; el más tonto puede resultar ser el más astuto; el más fiel un entreguista; y el más idiota un sabio de grandes proporciones.
Tampoco se puede aplicar la famosa frase de que “el poder corrompe”, pues si llegas a formar parte de él es porque estás en el umbral de la corrupción; porque has vendido tu alma al diablo para lograr sobrevivir, o porque has demostrado que eres capaz de lo peor para defender ese puesto que te has ganado con “mucho sacrificio”. Y también debes estar explícitamente de acuerdo con que en el país el Poder es una cooperativa que paga “cuotas” por aquí y por allá, para que no se te rompan los hilos que te protegen, o para no echar a perder la simple relación con el fulano o mengano que aunque más bruto, es más poderoso que tú.
Cuando te advierten “cuidado, que te puede pasar cualquier cosa”, quiere decir que desde el Poder la “cosa” se arregla de tal forma que no descartes ser provocado y golpeado en las calles por un “agresor a sueldo”, o que te pueden asaltar y matar en un supuesto robo a mano armada. Así tu eliminación entra en las estadísticas de violencia callejera, cuando en realidad serías una víctima del crimen organizado. Aunque parezca descabellado, en el Poder supuestamente democrático se originan “incidentes” y "accidentes" que acaban con vidas valiosas, con reputaciones, como en las dictaduras.
Yo me pregunto, ¿se da cuenta de todo esto el Presidente de la República? ¿De qué manera se puede controlar el rebaño hambriento de poderes menores que cerca al Poder mayor? Hace mucho tiempo que tengo pena a los presidentes, porque no tienen conciencia propia, porque al llegar a ocupar la “silla de alfileres” tienen que ceder demasiado para aparentar ser los jefes de la cooperativa, pagando altas cuotas de dignidad.
Algunos funcionarios son personas serias que actúan en el teatro del poder, un escenario que han ocupado por la ambición de ser reconocidos y aplaudidos por la multitud; pero otros son simplemente parte de un conjunto de animales que le encanta la comodidad y la seguridad que encuentran en la distinguida vida de corral.
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