PATRIOTISMO, PELOTA Y POLÍTICA
Por Rafael Calderón
NEW YORK. Para conocer cabalmente la calidad y resistencia de la dominicanidad impresa en el corazón hay que vivir un tiempo fuera de la República Dominicana, expuesto al influjo de sociedades desarrolladas. Es que los territorios extranjeros son las fraguas donde se prueba el patriotismo sin necesidad de empuñar las armas.
El respaldo que acaban de dar en los estadios los dominicanos residentes en Puerto Rico y los Estados Unidos al equipo de la República Dominicana constituyó un auténtico ejercicio patriótico, equiparable con la entrega de los beisbolistas para defender los colores de nuestra bandera en el terreno de competencia. Fanáticos y peloteros actuaron con desprendimiento y orgullo parejo para que el trofeo de campeón del III Clásico Mundial de Béisbol quedara en poder de la República Dominicana.
Los fanáticos no escatimaron tiempo, esfuerzos y gastos para decir presente en las graderías. Y lograron que el equipo en ningún momento sintiera presión por desventaja de campo, aunque todo el tiempo jugó fuera del terruño amado. Por su lado, los peloteros echaron a un lado el protocolo profesional con que juegan en las Grandes Ligas y se dedicaron a competir con la energía, la alegría y las ansias de triunfo del amateur que defiende los colores de su patria. Unos y otros celebraron al unísono en las gradas y en el terreno cada batazo, cada ponche, cada jugada importante que acercaba a nuestro país al éxtasis del triunfo.
Inolvidable ha de ser para los millones de personas de distintos continentes que sintonizaron las transmisiones de los juegos lo que se observó de manera muy especial en Miami durante el choque entre los seleccionados de Estados Unidos y República Dominicana. Lo que se veía y se sentía en la transmisión es que los dominicanos se adueñaron del estadio y que su equipo estaba jugando como local. Quienes vivimos por aquí sabemos que no pocos de lo que estaban allí enarbolando la consigna del “plátano power” ya hicieron uso del derecho que su larga permanencia en esta gran nación les ofreció para hacerse ciudadanos. Por sus demostraciones en las graderías, de ellos puede afirmarse que pasar por la fragua no ha hecho más que comprobar la calidad y resistencia del patriotismo ancestral que han transmitido a sus vástagos procreados aquí.
Aunque son actividades muy distintas, el dominicano nunca deja de transpirar patriotismo a través de la pelota y de la política, y obvia lo que sea para demostrarlo donde se encuentre fuera del país. De San Juan de Puerto Rico a San Francisco de California y de principio a fin el III Clásico Mundial de Béisbol le dio a la diáspora la oportunidad de demostrar su orgullo por nuestro béisbol y no la desaprovechó. Los peloteros con su desempeño recompensaron el respaldo de sus compatriotas entregándole un triunfo histórico, el primero invicto, para que celebren a lo largo de todo un cuatrienio. Que orgullo para nosotros las medallas de oro ganadas con gallardía por nuestros peloteros.
Pero mire qué distintas son las cosas en el terreno de la política.
La diáspora en 2012 se empeñó como nunca en las elecciones nacionales para ofrecer su aporte en procura de que se establezca un verdadero juego democrático en el país. Y el pago a ese esfuerzo recibido de la Junta Central Electoral es la suspensión de los servicios que ésta ofrecía para hacer un poco menos traumática la obtención de documentos personales oficiales a quienes viven por aquí.
La diáspora no vacila para aportarle a la economía de la República Dominicana anualmente más de tres mil millones de dólares. A cambio de ello, los grandes farsantes, los mafiosos gobernantes nos llenan de vergüenza entregando con cobardía el oro de la nación a los intereses foráneos.
¡Cuánta diferencia entre la pelota y la política! Los peloteros dejan atrás sus intereses personales, y lo arriesgan todo en procura del triunfo colectivo. Los políticos ponen al frente sus apetencias individuales, y se benefician del revés colectivo que significa regalar las riquezas nacionales. Entregaron a Cotuí y en turno está Loma Miranda.
Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones, y se apiade de la República Dominicana.
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