miércoles, 13 de marzo de 2013

ENTRE USTED Y YO

¿A QUÉ HUELE EL PEPINO?
Por Rafael Calderón


NEW YORK. “República Dominicana: un pequeño continente”. Me encantó por su propiedad esa divisa, pero al terminar de leerla sin darme cuenta le agregué: “dominado por estafadores gigantes”. Esto me conmovió porque tiene tanta legitimidad como el citado lema.

Perturba reconocer que nuestro pueblo está totalmente condicionado para ser estafado, robado, atracado, atropellado. Y aflige y desmoraliza que al condicionamiento hay que aceptarlo como el protector más idóneo con que cuenta la gente para sobrevivir a los ataques de los atracadores callejeros y gubernamentales.

En los últimos días he escuchado de boca de familiares y allegados que vinieron de Santo Domingo tres relatos de episodios de atracos que sufrieron en carne propia. En el primero de ellos una querida amiga me contó como un mediodía fue despojada de su cartera en el barrio Invi de la carretera Sánchez. Las siguientes fueron más o menos sus palabras: “tuve suerte, porque reaccioné cuando una vecina me gritó y solté la cartera. Cuando me la halaron me turbé y traté de retenerla. Gracias a Dios que la solté a tiempo”.

El domingo pasado mi sobrina me relató lo que le ocurrió en la calle El Conde, también a pleno día y al salir de una tienda a la que entró para hacer un retiro de dinero en un cajero automático. “Sentí algo frío en el cuello y escuché: ‘tranquila sigue caminando sin mirar para atrás y dame lo que acabas de sacar y tienes en el bolsillo’. Saqué el dinero y lo entregué sin ver a quien”. Había puesto el dinero en el bolsillo del jean pensando en que allí estaría más seguro.

El otro episodio fue más aterrador, y le ocurrió al esposo de mi sobrina cuando fue a dejar a su pequeña en el maternal, ubicado cerca de las avenidas Lope de Vega y John Kennedy. “Iba con ella en brazos cruzando la calle. Dos tipos en un motor me cerraron el paso y uno me dijo: ‘dame ese anillo si no quiere que le dé un tiro a la niña. Me lo quité rápido sin soltar a la niña. Todo ocurrió frente a personas que estaban llegando a dejar sus hijos en el colegio. Nadie hizo nada por miedo a que dispararan”.

Esas son tres historias que dejan ver con claridad que la gente anda mentalmente condicionada para actuar con rapidez y acceder a los requerimientos de los atracadores entregando lo que le pidan para no poner en riesgo la vida. Hay que dar gracias a Dios porque realmente el condicionamiento mental salva vidas.

Asumo que los ladrones expertos saben que la gente está preparada para no hacerle resistencia y por ello dan segundos valiosos para que el atracado reacciones con prudencia tras la sorpresa inicial por el atraco. En ese sentido actúan idéntico que los atracadores del gobierno, quienes anuncian con tiempo su atraco, escuchan dos o tres insultos y toman lo que le apetece.

Ya está en el ambiente otro aumento impositivo, sugerido por el Fondo Monetario Internacional. La gente maldice pero, condicionada como está al aceptar seis reformas fiscales en ocho años, seguro que ya piensa en cómo podrá sobrevivir más que en lo que tendrá que pagar.

Mientras tanto, Danilo Medina sigue haciendo cosas que nunca se habían hecho. Acabo de verlo oliendo un pepino. Se puede dar el lujo de hacer eso y más, porque él sabe que la gente está condicionada para que la estafen, y puede que ahora crea que la indujo a interesarse y hasta a conformarse con oler pepino. A propósito, ¿a qué huele el pepino, Danilo?

Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones, y se apiade de la República Dominicana.

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