EL PRD ES DEL PRD
Por Yvelisse Prats Ramírez De Pérez
yvepra@hotmail.com
Debo reconocerle el crédito del título de este En Plural al Dr. Enmanuel Esquea.
Lo mencionó mientras me quejaba de que en este momento de crisis los medios de comunicación distinguen y enfrentan un PRD-Hipólito de un PRD-Miguel. Esa clasificación se debe al daño que los grupos, prohibidos en el artículo 4 del Estatuto del Partido, le han hecho al Partido Revolucionario Dominicano (PRD), a su institucionalidad y a su doctrina.
La verdad es que los grupos se expandieron, tomaron fuerza en el PRD. Me encendía de rabia cuando escuchaba a un compañero/a con vocación de siervo/a del Medioevo decir: “Soy de Fulano”, refiriéndose a un jefe de grupo. Cooptados en su miseria los de abajo, cegados de ambición los de la cúpula, muchos perredeístas abjuraron del artículo 19: “La soberanía del partido reside en la militancia”.
Al renunciar a esa soberanía, los que se sometieron a los grupos permitieron que se debilitara el “ethos” del PRD, su ideología, el Socialismo Democrático, que exige de las organizaciones que lo postulan una estructura organizativa democrática con participación de todos/as sus miembros, convocados sus organismos para debatir y tomar decisiones conjuntas.
Al instalarse en 2010 como presidente del partido, Miguel Vargas actuó como lo que era, un jefe de grupo, un empresario. Concentró el poder en nombre de un nebuloso “nuevo PRD”, desconoció los artículos 30 y 34 de los Estatutos al no convocar a la Comisión Política ni al CEN; desmanteló el Presídium, la Comisión Consultiva. Los comités Zonales y Municipales y de Base languidecieron hasta el punto que en las elecciones recientes tuvimos que inventar los Comités Afectivos.
El grupo, la jefatura de grupo, debilitó al partido, fomentó el clientelismo, la cooptación interna y externa para obtener servidores incondicionales. Recién llegados, injertos que no eran compatibles con la savia histórica del PRD, mencionaban a sus pasados líderes no a Peña Gómez, decían “nosotros” no “ustedes” al referirse a los perredeístas.
Cuando se realizó la XXVIII Convención a nuestro candidato Presidencial del Partido, Miguel Vargas se postuló. Creía que con las cúpulas complacientes existía un PRD-Miguel. A pesar de ser empresario, olvidó que en las nuevas tendencias organizacionales predomina la participación de todos/as los/as empleados/as. No pensó en la voluntad de las mayorías, el disgusto por los candidatos impuestos... y perdió la Convención. En una actitud emocional que no encaja en su condición de político, no se recuperó de su derrota. Su PRD-Miguel fue subsumido por el empoderamiento de las bases PRD-PRD.
Doy fe de que la mayoría votó por Hipólito en la Convención, fui Miembra de la Comisión Organizadora; reitero que esa mayoría votó el 20 de mayo por el candidato oficial del Partido, quien hizo campaña con todos/as los/as perredeístas.
Con el 47% de los votos de los ciudadanos Hipólito puede sentirse un líder de la oposición. Pero confío en que nunca tenga la tentación de sentirse dueño del partido.
Al partido que derrotaron el fraude y las trampas, el avasallador Don Dinero del que hablaba Quevedo, fue al PRD con sus heroicas bases rompiéndose el alma en las calles, mientras el presidente del partido mantenía una invisibilidad y un silencio inexplicable durante la campaña electoral, violando así el artículo 15 del Estatuto.
Fue al PRD al que se le arrebató el triunfo porque el PRD está compuesto no de dirigentes altos, sino de gente pobre, de humildes chiriperos, de madres desamparadas, de técnicos sin empleos; esa masa votó por el jacho a través de la marca en la cara de Hipólito, se sintió perredeísta, sin coyundas de pertenencias a Hipólito o a Miguel, a lo mejor, como yo, perredeísta-peñagomista.
El PRD debe ser un Partido, no dos partidos: nadie tiene el derecho de apropiárselo ni parcelarlo. Es ese PRD que hay que recuperar, remozar, renovar; y a la vez, paradoja dialéctica, devolverlo a sus mejores tradiciones, a sus principios de 1939, 1965, 1976, a la vigencia de las posiciones y compromisos de Peña Gómez, a las Resoluciones del Congreso del año 2010.
Debe recortar el tamaño de nuestros organismos de dirección, regular los grupos, hacer nuestro Padrón Nacional, fortalecer las escuelas políticas y doctrinarias, darle respetabilidad nombrando respetables a los organismos de Control de Disciplina; impulsar una campaña de estudio de los textos de Peña Gómez, sistematizar las reuniones de los organismos, exigir la presencia de nuestros dirigentes en sus despachos, poner a funcionar el Consejo de Doctrina, abrir los locales municipales, dar paso a la juventud capacitada para acompañar al talento de los viejos, en la alianza, que a lo mejor de ambas generaciones reclamó Peña.
Antes de esta reingeniería política, hay que LIMPIAR, corregir, disciplinar, para que el PRD no vuelva a ser propiedad privada, sino lo que es, un bien común al servicio de la democracia. O sea, un PRD que sea del PRD.
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