jueves, 7 de junio de 2012

EL DIARIO DE LA CIGUAPA

EL MÉXICO CHIQUITO
Por Sara Pérez

Desde hace quizás una década, se ha mencionado alguna vez el término "colombianización" de la República Dominicana, para hacer referencias a los problemas de inseguridad, delincuencia y violencia que se han expandido hasta "cotidianizarse" y convertirse en parte de la común experiencia social que compartimos.

El paisaje típico dominicano ha evolucionado lo suficiente como para que haya que incluir en él temibles y nuevos "actores" de reciente desarrollo, como los sicarios.

De igual forma y por similares motivos, algunos han usado la expresión "México chiquito" para reajustar un poco a la realidad al delirante "Nueva York chiquito", empleado por el Presidente Leonel Fernández, para describir el perfil del "progreso" registrado durante sus gobiernos con la proliferación de torres en la capital dominicana, muchas de las cuales se asocian al lavado de capitales provenientes del tráfico de drogas y de la corrupción gubernamental.

Tanto Colombia como México han vivido unos procesos desgarradores y dramáticos de brutalidad y violencia relacionados con la producción y tráfico de drogas y el lavado de recursos provenientes de esas actividades.

Otros varios países en la región están pasando por circunstancias similares, pero Colombia primero y México posteriormente han tenido los casos más horribles y extremos, por lo que se consideran los "modelos" entre países afectados por la violencia derivada del narcotráfico y de la con frecuencia simulada "guerra" en su contra.

Subordinada su estrategia oficial de "persecución" y "confrontación" del tráfico de drogas, a los intereses de hegemonía política de Washington, Colombia se ha desangrado por décadas, sin que las "ayudas" de Estados Unidos y los recurrentes y sonados éxitos, como el desmantelamiento casi absoluto de los grandes carteles y las muertes, apresamientos y/o extradiciones de "capos" como Pablo Escobar, los Ochoa, los Rodriguez Orejuela, etc, hayan acabado con el problema.

De México se reciben casi diariamente noticias espeluznantes de secuestros y descuartizamientos y otros horrores, cuál de todos más atroz.

Acabo de leer un libro titulado "Los señores del Narco" escrito por la periodista mexicana Anabel Hernández. No comparto algunas de las perspectivas de la periodista Hernández, pero la tesis central de su libro, probada con abundante material es irrefutable: el tráfico de drogas, la violencia desatada por rivalidades entre carteles y el éxito en el lavado de capitales provenientes de las drogas, han ocurrido con la estelar participación de las autoridades mexicanas.

También señala la complicidad y la condescendencia de los diversos presidentes mexicanos, tanto del PRI como del PAN y sus equipos, que han encabezado distintos períodos de gobierno en los últimos tiempos.

Específicamente estudia la consolidación y expansión de "Cartel del Pacífico" o "cartel de Sinaloa", actualmente supuestamente encabezado por " El Chapo" Guzmán, a quien el gobierno ha sido incapaz de mantener en prisión y de cuyo paradero no se sabe, a pesar de que ha celebrado hasta una "boda" entre cuyos invitados se contaron numerosos funcionarios gubernamentales y autoridades policíacas y militares.

El libro describe aquellos episodios del caso Irán-Contra y de cómo la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos propició la producción y el tráfico de drogas desde diversos puntos de Latinoamérica hacia Estados Unidos en la década del '80 – generando el gran "boom" de ese negocio- en pos de conseguir más recursos para desestabilizar el gobierno sandinista y financiar a la guerrilla opositora liderada por el mismo Edén Pastora que anteriormente había formado parte de los sandinistas.

En su momento, el caso desencadenó un gran escándalo, porque violentaba disposiciones explícitas del Congreso y ponía en evidencia el manejo irregular de fondos originados por tráfico de armas y drogas.

El gobierno de Reagan, con un discurso tan hipócritamente "confrontativo" con el narcotráfico, resultó a la postre ser el padrino de muchos capos que se han vuelto una pesadilla para Estados Unidos y para toda la región.

Pero el punto central de la investigación de la periodista Hernández son las conexiones entre los narcotraficantes y las autoridades mexicanas, tanto las que encabezan el poder político como las secundarias, los policías y militares encargados de contrarrestar el tráfico de drogas, que por mucho tiempo han fungido como empleados y servidumbre de los capos a quienes se supone que persiguen.

Según lo expuesto por Hernández, desde hace años, el gobierno mexicano ha sido un aliado y socio de "El Chapo Guzmán" y la "guerra" contra los narcotraficantes, ha sido una guerra contra los narcotraficantes competencia de "El Chapo".

La periodista cita docenas de expedientes y testimonios donde reiteradamente los policías y las autoridades de la seguridad nacional y de la "lucha contra el narcotráfico" y los funcionarios públicos intervienen como subalternos de los narcotraficantes, aunque también describe el proceso mediante el cuál, de ser autoridades sobornadas y empleadas por los narcotraficantes, los funcionarios comenzaron a ser narcotraficantes ellos mismos.

Leyendo el libro, no pude dejar de preguntarme una y otra vez en qué estadio, a qué altura nos encontramos de la conversión en un "México chiquito". ¿En contra y a favor de quién han sido las varias matanzas al estilo Colombia y México que ocurrieron en Baní y en Santiago? ¿Cuáles son los reales significados y consecuencias de las caídas de Quirino y José Figueroa Agosto? ¿Quiénes han sustituido en sus funciones a los capos apresados? ¿Quiénes controlan realmente "nuestros" puertos y aeropuertos, por los que algunos parecen poder andar como chivos sin ley, robando aviones y valores y sin que se sepa nunca quiénes son los dueños de algunas aeronaves?

¿Cuántas autoridades policíacas y militares trabajan para los carteles de las drogas? ¿Cuántos jefes y exjefes policíacos están metidos hasta la coronilla en estos negocios? ¿Cuántos legisladores? ¿Cuántos políticos? ¿Cuántos funcionarios?

¿Hasta dónde se ha expandido y consolidado el tráfico de drogas y el lavado de activos? ¿Se ha detenido la "prosperidad" colateral en la puerta de algún despacho?

¿Cuánto le costará a la República Dominicana ser un Nueva York chiquito?

¿Será Irremediablemente que nos convertiremos en un México chiquito, no por las mejores y maravillosas particularidades de México, sino por sus más tristes y dramáticas desdichas?

¿Qué pasará con nuestro país?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

galley472@yahoo.com