MIGUEL VARGAS, UN SUICIDIO POLÍTICO
Por Carlos Báez Evertsz
cbe90@hotmail.com
Uno de los errores más graves que puede cometer un político es no saber el lugar que ocupa en el espacio público. Engañarse sobre eso siempre trae problemas irreparables.
Hay grandes dirigentes políticos que por sus dotes de liderazgo, capacidad de crear políticas, y grandes dotes de persuasión, parecen que están por encima de sus grupos políticos. Dan la impresión de que sus partidos necesitan de ellos más que ellos de su partido.
Pero esos son casos muy reducidos y esa capacidad de agrupar personas a su alrededor y de dirigirlas hacia una meta no dura demasiado. Hay siempre en política una fecha de caducidad para un liderazgo fuerte.
Cuando un gran dirigente se aleja de la masa de sus partidarios se queda irremediablemente solo, o rodeado de una fiel minoría de adeptos, interesados en seguirle cueste lo que les cueste. Porque pretenden con ello obtener un beneficio, sea cual sea.
Ahora bien, la gran mayoría de dirigentes políticos no alcanzan el supremo nivel de grandes dirigentes de masas y de orientadores políticos de sus partidos, sino que dependen y requieren más de la maquinaria política que lo que ella necesita de ellos.
Este es el caso de Miguel Vargas Maldonado. Nadie en el PRD ni fuera ha creído nunca que él les pueda guiar y orientar políticamente, persuadir a las masas, y llegar a ser un gran líder político.
Lo más que veían en él era un administrador con éxito empresarial que en una coyuntura pudo ocupar un lugar debido a un vacío político y que apoyado en el partido podía llevarlos al gobierno.
Fracasado en ese intento se le pasó su hora, y no pudo percibir que lo inteligente, además de democrático, era aceptar la voluntad expresada por los miembros del partido, y dejar el paso a otro, el que tenía más simpatía en ese momento, y hacer piña con él para tratar de ganar el poder.
Muy al contrario, como no le eligieron como candidato, reaccionó como un pequeño autócrata y rechazó el resultado como un fraude. Su silencio, falta de activismo y ausencia en la campaña, fue un caso insólito de ceguera política, para no usar palabras más duras. Mayor torpeza es inimaginable.
Miguel Vargas no debe echar la culpa a nadie de su defenestración política. Es ciertamente un político acabado. El único culpable de todo es él mismo. Le pasó simplemente como Chacumbele, él mismito se mató.
Tomado de acento.com.do
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