jueves, 1 de diciembre de 2011

¿Son las corporaciones de EE.UU. “buenos ciudadanos”?

Los Estados Unidos merecen algo mejor de sus líderes empresariales: obtener beneficios no debe ser la única meta.

Por Andrew Leonard

¿Tienen las corporaciones la responsabilidad social de ser ciudadanos decentes y respetables? ¿Existe un imperativo moral que obligue a Bank of America, General Electric y Apple a impulsar el empleo, abstenerse de contribuir a la desigualdad, o a no contribuir a arruinar el medio ambiente, simplemente porque eso es hacer lo correcto?

Si emplea usted aunque sea una ínfima cantidad de tiempo investigando esa pregunta, pronto se encontrará de frente con la respuesta dada hace cuatro décadas por el economista Milton Friedman: un enfático y concluyente no.

En "La responsabilidad social de las empresas es aumentar sus beneficios" (The Social Responsibility of Business Is to Increase Its Profits), publicado originalmente en la revista del New York Times Sunday en 1970, Friedman, el archi-diácono de la economía de libre mercado, declaró que cualquier hombre de negocios que piensa que una empresa debe tomar "en serio su responsabilidad de proporcionar empleo, la eliminación de la discriminación, evitar la contaminación o cualquier otra cosa" estaba "predicando socialismo puro y sin adulterar".

Los empresarios que hablan de esta manera son títeres involuntarios de las fuerzas intelectuales que han estado socavando las bases de una sociedad libre durante las últimas décadas... En un sistema de libre empresa y de propiedad privada, un ejecutivo corporativo es un empleado de los propietarios del negocio. Él tiene responsabilidad directa con sus empleadores. Esa responsabilidad consiste en conducir el negocio de acuerdo con sus deseos, que en general son el de producir tanto dinero como sea posible dentro de las reglas básicas de la sociedad, tanto las consagradas por la ley como las encarnadas en las costumbres éticas.

La gran ironía de la línea dura de Friedman es que en 1970, sus palabras probablemente sonaban mucho más extremas que en la actualidad. A pesar de décadas de verbosidades relacionadas con la idea de "la responsabilidad social corporativa", la noción de que las empresas funcionan mejor cuando tienen menos trabas creadas por restricciones reglamentarias o que deben estar guiadas solo por un deseo de generar el máximo retorno por inversión para sus accionistas son ahora la piedra angular de las fijaciones ideológicas del Partido Republicano contemporáneo.

De hecho, que recordemos uno podría argumentar que estamos más cerca ahora de la utopía de Friedman que durante cualquier otro período. El Tribunal Supremo ha aflojado vastamente las restricciones del gasto corporativo en el proceso político, la política mercantil ha apoyado una tendencia de décadas de duración hacia la inversión extranjera, la ubicación de capital y el envío de trabajos hacia el exterior, los impuestos corporativos están en un mínimo histórico, y ni siquiera la peor crisis financiera en décadas ha producido más que un tirón de orejas a los culpables.

Pero uno se pregunta qué pensaría el propio Milton Friedman si él pudiera inspeccionar la destrucción de hoy. ¿Tendría algún remordimiento al ver a los bancos rescatados generar enormes ganancias, mientras que los estadounidenses comunes confrontan problemas para encontrar y mantener puestos de trabajo y millones más enfrentan una ejecución hipotecaria? ¿Sentiría él la necesidad de reexaminar su propio argumento, en particular aquella línea que dice que los empresarios deben ajustarse "a las reglas básicas de la sociedad, tanto las consagradas por la ley como las encarnadas en las costumbres éticas”?

Debido a la enorme brecha abierta de par en par no es difícil pasarlo por alto. Consta de dos partes:

En primer lugar, ¿qué significa obedecer las reglas del juego cuando usted está escribiendo las reglas en su propio beneficio? Evidentemente, es en el interés de las empresas presionar al Congreso para que promulgue leyes que les ayude a aumentar sus beneficios. Pero de ninguna manera está claro que esta práctica sea en el mejor interés de la sociedad en su conjunto.

En segundo lugar está la cuestión de qué es precisamente definido por "encarnado en las costumbres éticas". ¿Qué creemos los estadounidenses, qué valores compartimos que deben, quizás, también compartir nuestras corporaciones? Quizás sin darse cuenta, lanzando un hueso a las "costumbres", Friedman abrió una enorme lata de lombrices. ¿Sería posible que como sociedad, creamos que las empresas tienen la obligación de impulsar el empleo en casa en lugar de hacerlo en el extranjero, o de pagar su parte justa de impuestos? ¿O quizás que, como sociedad, creamos que sea repugnante que los CEOs de las empresas Fortune 500 ganen 400 veces más que su trabajador promedio? ¿O que tal vez, en general, apoyemos las regulaciones de aire y agua limpia que los cabilderos corporativos están tan ansiosos por castrar?

Y tal vez, solo tal vez, que creamos que las corporaciones que son rescatadas con dinero de los contribuyentes tienen la responsabilidad adicional de actuar como ciudadanos responsables, y no solo como autómatas amorales que generan ganancias.

Hay asimismo otras consideraciones a contemplar que Friedman parece no haber tenido en cuenta. Por ejemplo, en una sociedad donde predomina la actividad económica de los consumidores, ¿importa lo que piensan esos consumidores? En otras palabras, si suficientes personas encuentran las prácticas laborales de Nike en Asia o la tasa de ejecuciones hipotecarias de Citigroup tan censurables que un número significativo de hecho cambia de marca o de banco, ¿no es en el interés de lucro de las corporaciones cambiar su comportamiento para que coincida con las expectativas del consumidor?

Ha llegado el momento de una reevaluación del papel de la corporación en la sociedad estadounidense. La pasión que motivó a los protestantes de Ocupar Wall Street nos dice eso, al igual que el espectáculo de un sistema político y económico que es tan claramente disfuncional.

Por lo tanto, en el espíritu de contribuir a mejor iluminar a los consumidores en cuanto al lugar que ocupan nuestras corporaciones en el rango de “ciudadanos responsables”, Salon está lanzando una nueva serie: El Desafío Ciudadano Corporativo - un intento de calificar el desempeño cívico de las mayores empresas de Estados Unidos.

Busque la primera entrega la semana después de Acción de Gracias (la primera empresa en ser evaluada fue Citigroup. Nota del traductor). Vamos a empezar con las grandes instituciones financieras que más se beneficiaron de los rescates del gobierno. Vamos a evaluarlas de acuerdo a una serie de parámetros: la creación de empleo, los dólares que gastan en cabildeo, el total de impuestos pagados, retribución de los ejecutivos, cómo impactan el medio ambiente, entre otros.

Pero no nos limitaremos solo a corporaciones como Citigroup o Bank of America. Cada corporación de EE.UU., haya sido salvada de la quiebra por el gobierno federal o no, merece una mirada detenida — y damos la bienvenida a sugerencias sobre posibles objetivos para nuestro escrutinio.

Milton Friedman odiaría este proyecto – el cual, en sí mismo, es una gran y obvia razón por la cual debemos emprenderlo. Pero vamos a darle crédito: Él abrió la puerta a este viaje con su guiño hacia ese misterioso concepto de "costumbre ética".

¿Cuál es nuestra ética? ¿Cómo queremos que se comporten nuestras corporaciones? ¿Y no debemos tomar nuestro patrocinio a otra parte si sentimos que nuestros valores están siendo pisoteados? Jurídicamente hablando, la corporación es una "persona artificial". La Corte Suprema obviamente cree que estas “personas artificiales” son verdaderos ciudadanos en cuanto a su derecho a la libertad de expresión - en forma de publicidad política - se refiere. Pero si las corporaciones son personas, con los derechos que les pertenecen, ¿no deben estas también asumir cierta responsabilidad?

http://www.salon.com/

Traducción de Isaías Ferreira (metransol@yahoo.com)

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