OBAMA EN OSAWATOMIE
Editorial del New York Times
Después de meses de los candidatos republicanos estar ofreciendo una cascada de malas ideas acerca de la economía, el discurso del Presidente Obama en Osawatomie, Kansas, el martes fue un alivio. Él dejó en claro que estaba dispuesto finalmente a jugarse las elecciones en los temas de la desigualdad de ingresos y la obligación del gobierno y el sector privado de agrandar la cada vez más reducida clase media de la nación.
La crisis económica, combinada con el estancamiento ideológico, ha creado un momento de “hacerse o romperse” para la clase media y para aquellos que están tratando de entrar en ella, dijo. Obama enmarcó la alternativa para los votantes correctamente: el país puede volver a las políticas que apilaron las cartas a favor de los ricos, dejando a los demás a su suerte, creando lo que él llamó la “economía de defiéndete como puedas”. O los funcionarios electos pueden intervenir para mantener la competencia leal y garantizar que el gobierno tenga suficiente dinero para proteger a los vulnerables e invertir en educación e investigación.
El discurso tardó muchísimo tiempo en llegar, pero fue el golpe más potente que el presidente ha asestado contra la teoría económica en el centro de cada candidatura presidencial republicana y amada por los dirigentes del partido en el Congreso. La idea de que el mercado se hará cargo de todos los problemas si los impuestos se mantienen bajos y las regulaciones se reducen al mínimo, puede parecer estupenda en una calcomanía, pero, dijo: "No funciona. Nunca ha funcionado”. Ni antes de la Gran Depresión, ni en los años 80, ni en la última década tampoco.
El presidente repitió su llamado para que los ricos paguen impuestos más altos, para que las instituciones financieras sean reguladas más estrechamente y para que la educación se convierta en una misión nacional.
Lo que sentó su discurso aparte, fue la nueva y vigorosa explicación de por qué esas políticas son necesarias. Los ingresos del 1 por ciento más rico, señaló, se han más que duplicado en la última década, mientras que el ingreso promedio ha caído un 6 por ciento.
Las posibilidades de que un niño pobre llegue a la clase media han disminuido gravemente desde la Segunda Guerra Mundial, dijo. Eso, señaló, "azota la cara de todo aquello que nos identifica".
Es raro que un presidente sea tan explícito acerca de la brecha de ingresos nacionales, pero no es "antiamericano" pensar en ello, como dijo recientemente Newt Gingrich. De hecho, es un problema acuciante que se remonta a más de un siglo. El Sr. Obama habló en la misma ciudad donde Theodore Roosevelt emitió su llamado a un trato equitativo en el año 1910.
Al exigir "un nuevo nacionalismo", Roosevelt apoyó la supervisión firme de los negocios por parte del gobierno, un "impuesto graduado de ingresos a las grandes fortunas", un impuesto a la herencia y la primacía del trabajo sobre el capital. Por ello fue llamado socialista y otras cosas peores, como observó el Sr. Obama, quien ha sido tildado de lo mismo.
El Sr. Obama tardó en llegar al nivel de pasión y acción de Roosevelt en nombre de la clase media y los pobres, habiendo perdido varias oportunidades para hacer la carga tributaria más justa y demandar acción real de los grandes bancos, que él excorió con tanta eficacia en su discurso, en la crisis de la vivienda.
Pero él ha luchado enérgicamente por un plan realista para poner los estadounidenses de vuelta a trabajar y se ha visto obstaculizado a cada paso por los republicanos. Eso parece haber quemado su afán pasado de alentar la conciliación y el compromiso, y ahora está plenamente ocupado en combatir la filosofía de sus oponentes.
El discurso del martes, de hecho, pareció expresamente diseñado para contrarrestar el argumento de Mitt Romney de que las empresas, sin trabas, con facilidad restaurarían los trabajos a los estadounidenses y la prosperidad. Teddy Roosevelt hace 101 años supo mejor, y fue gratificante escuchar su fuego reflejado por el presidente Obama.
Traducción de Servicios Metransol (metransol@yahoo.com)
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