Por Tony Raful
El país requiere de una oposición política definida, coherente y eficaz para aglutinar a diferentes sectores sociales, en la lucha por la consecución de un nuevo gobierno de cara a las elecciones del año próximo. Si el Partido Revolucionario Dominicano no se coloca a nivel del momento histórico, el movimiento social buscará otras vías para expresarse, y de su diversidad plural surgirán líderes coyunturales que capitanearán las nuevas jornadas cívicas de la sociedad, los múltiples reclamos que impulsan en sus protestas sectoriales y que insuflan esa necesidad de cambio propia de los pueblos cuando se agotan los modelos y esquemas gobernantes.
Si el PRD desconoce la constante histórica del proceso de cambios y se muestra incapaz de poner en primer plano los intereses generales de la población, si se desmenuza en querellas internas, y no da el salto hacia la ostentación de un papel de vanguardia que canalice electoralmente el descontento rampante, corre el riesgo de anularse y dar paso a fuerzas emergentes que aprovecharían el vacío dejado por el PRD. La naturaleza no soporta el vacío, lo llena.
Ante la ausencia del profesor Bosch y la huída masiva hacia las embajadas de la plana mayor del movimiento constitucionalista, al creer derrotada la causa del retorno a la constitucionalidad en 1965, el vacío lo llenó un coronel de trayectoria represiva que se cubrió de gloria al encabezar la defensa de la soberanía nacional y los principios constitucionales. Pueden haber períodos prolongados en que se carece de voluntad política o en los cuales el descrédito de los partidos hace viable indefinidamente el ejercicio de mando un caudillo o de un líder inteligente, pero, por una ley de gravedad histórica, sustentada en ejemplos constantes, surgen alternativas inesperadas desde el vientre de la historia que posibilitan transiciones o transformaciones que modifican los liderazgos tradicionales.
El PRD no puede prolongar por más tiempo su crisis electoral interna, ni nadie tiene derecho a colocar como prioritario el interés particular por encima de la necesidad de la unidad.
Es un sentimiento y una necesidad que se produzca cuanto antes la unidad entre Hipólito Mejía y Miguel Vargas Maldonado. Esa unidad no puede darse sobre la base de reparticiones sino de principios, de acuerdos basados en políticas públicas, en formulaciones críticas del actual modelo económico predominante, en compromisos para trazar una política social demócrata a nivel del Estado, privilegiando las acciones sociales en beneficio de los más pobres, llevando a cabo una política de austeridad rigurosa donde el Gobierno ofrezca el ejemplo de servir al pueblo, en el apoyo a la inversión en educación y en las áreas de crecimiento humano, en el alineamiento cada vez más plural, cuidadoso, equilibrado, en el plano internacional, en la racionalidad del gasto público, en la creación masiva de empleos, en la penalización y sanción púdica, como propuso el Presidente Bosch en 1963, cuando habló de paredón moral para funcionarios alegres que disponen del erario.
El acuerdo de unidad es sobre esa base frente al país, no distribuyéndose posiciones o compensando beneficios personales. La unidad pregonada es para presentarle a la nación un plan de salvación nacional donde todos los sectores se comprometan a restablecer garantías de inversión productiva bajo la batuta de mando del Estado sin corromperse ante el funcionario del turno. Educar y forjar una nueva mentalidad, transformar con la herramienta de la cultura, hábitos y estructuras tradicionales que retrasan y debilitan los impulsos de la post modernidad y el progreso social.
El país quiere la unidad del PRD sobre la base de un discurso unitario contra la corrupción institucional, que refleje la sobriedad y el tono ético de una nueva administración. El país quiere la unidad entre Hipólito y Miguel que testimonie la lucha contra el narcotráfico, que impida que ningún funcionario o testaferro, pueda obtener beneficios a través de contratas y amparado en el Estado o con socios mafiosos.
El país quiere la unidad entre Hipólito y Miguel, de manera taxativa de frente a los problemas actuales, una unidad que camine dando respuestas y ofreciendo salidas, correctivos eficaces para levantar la nación del derrumbamiento social, del eclipse de futuro en que se encuentra. El país presenció una Convención ejemplar en la que cientos de miles de hombres y mujeres, sobre todo jóvenes, acudieron a las urnas para demostrar el repudio a la actual gestión gubernamental.
Esa es la lección fundamental, el quid de la noticia histórica. Lo hicieron por el PRD porque no podían hacerlo por otra parte. Lo hicieron por el PRD porque entendieron que ese partido tiene la catapulta orgánica para lanzar una campaña electoral exitosa, lo hicieron por el PRD, porque quieren desplazar a los actuales gobernantes, por la comisión de frustraciones y engaños, en una especie de retaliación o reparación histórica, como queremos interpretarla.
No hay nada que discutir que no sea la unidad con principios para llevar al PRD a la consigna emblemática de primero la gente y de Gobierno compartido. El 6 de marzo se votó, y se votó masivamente, ambos ganaron, y ambos deben ratificar esa victoria, que es victoria de masas, de pueblo. De lo contrario, por oscuro que sea el horizonte y por gigante que parezca el adversario, la naturaleza que no admite vacíos, producirá, creará sus nuevos líderes y forjará su destino liberador y de cambios.
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