jueves, 21 de abril de 2011

DEJÉMONOS DE CORTESÍA

Por Paul Krugman

La semana pasada el presidente Obama hizo una fuerte defensa de los valores de su partido –en realidad, del legado del Nuevo Trato y la Gran Sociedad. Inmediatamente después, como siempre sucede cuando los demócratas adoptan una posición, la policía de la cortesía se manifestó con fuerza. El presidente, según nos dijeron, era demasiado partidista; él tiene que tratar a sus oponentes con respeto; él debe almorzar con ellos y buscar un consenso.

Esa es una mala idea. Igualmente importante, es una idea anti-democrática.

Revisemos la historia hasta ahora.

Hace dos semanas, los republicanos de la Cámara de Representantes dieron a conocer su gran propuesta de presupuesto, y se lo vendieron a expertos crédulos como una declaración de necesidad, no de ideología –un documento que decía a Estados Unidos Qué Se Debe Hacer.

Pero en realidad era un documento profundamente partidista, lo cual podría saberse desde la primera oración: “Donde el presidente ha fracasado, los republicanos de la Cámara de Representantes se harán del liderazgo”. Exageraba el peligro de los déficits, sin embargo, según su propia contabilidad (no del todo creíble) los recortes de gastos se usan principalmente para pagar las reducciones de impuestos, en vez de la reducción del déficit. El transparente y evidente objetivo fue utilizar los temores al déficit para imponer una visión de gobierno reducido y bajos impuestos, en especial a los ricos.

Así que la propuesta de presupuesto de la Cámara reveló una enorme brecha entre las prioridades de los dos partidos. Y reveló una gran diferencia en la visión de cómo funciona el mundo.

Cuando se dio a la publicidad la propuesta, fue elogiada como un plan “aprobado por los estudiosos” que había sido ideado por los expertos. Pero los “expertos” en cuestión resultaron estar en la Fundación Heritage, y pocas personas fuera de la derecha dura consideraron creíbles sus conclusiones. Según palabras de la firma asesora Macroeconomic Advisers –la cual se busca la vida diciendo a los negocios lo que necesitan saber—el análisis de Heritage era “errado y artificioso”. Básicamente, Heritage se basó en la aseveración muy refutada de que reducir los impuestos a los ricos produce milagrosos resultados económicos, incluyendo un aumento de los ingresos que en definitiva reduce el déficit.

Por cierto, Heritage siempre es así. Cada vez que al Partido Republicano no le gusta algo –digamos, la protección del medio ambiente—se puede contar con Heritage para realizar un informe, basado en ningún modelo económico que los demás reconozcan, asegurando que esta política provocaría grandes pérdidas de puestos de trabajo. En correspondencia, cada vez que los republicanos quieren algo, como reducciones de impuestos para los ricos o para las corporaciones, se puede contar para que Heritage asevere que esa política provocaría inmensos beneficios económicos.

El caso es que los dos partidos no solo viven en diferentes universos morales, también viven en diferentes universos intelectuales, con los republicanos en particular apoyados por un establo de supuestos expertos que apoyan confiadamente cualquier cosa que ellos proponen.

Así que cuando los expertos llaman a los dos partidos a sentarse a la mesa y hablar, la pregunta obvia es ¿de qué se supone que hablen? ¿Cuál es el terreno común?

Finalmente, por supuesto, Estados Unidos tiene que escoger entre esas dos visiones diferentes. Y tenemos una manera de hacerlo. Se llama democracia.

Ahora bien, los republicanos aseguran que las elecciones parciales del año pasado les dio un mandato para la visión representada en su presupuesto.

Pero el pasado año el Partido Republicano hizo campaña contra lo que llamó “enormes reducciones de Medicare” contenidas en la ley de reforma de la salud. Entonces, ¿cómo pueden las elecciones haber dado un mandato para un plan que no solo mantendría todos esos recortes, sino que con el tiempo desmantelaría por completo Medicare?

Por si sirve de algo, las encuestas sugieren que las prioridades del público no tienen nada que ver con las contenidas en el presupuesto republicano. Las grandes mayorías apoyan impuestos mayores a los ricos, no menores. Las grandes mayorías –incluyendo una mayoría de republicanos— también se oponen a grandes cambios a Medicare. Por supuesto, la encuesta que importa es la que se hace el Día de Elecciones. Pero esa es una razón adicional para hacer de las elecciones de 2012 una clara selección entre dos visiones.

Lo cual nos lleva a esos llamados en pro de una solución bipartidista. Me perdonan mi cinismo, pero en estos momentos, “bipartidismo” usualmente quiere decir reunir a algunos demócratas conservadores con republicanos ultra conservadores –todos ellos con estrechas relaciones con los ricos, y muchos de ellos mismos ricos también—y hacerlos proclamar que los bajos impuestos a los altos ingresos y los recortes drásticos en el seguro social son la única solución posible.

Esta sería una manera corrupta y antidemocrática de tomar decisiones acerca del estado de nuestra sociedad, incluso si los implicados realmente fueran hombres sabios con un profundo conocimiento de los asuntos. Es mucho peor cuando muchos de los que están a la mesa son del tipo de gente que solicita y cree el tipo de análisis de políticas suministrado por la Fundación Heritage.

Así que dejémonos de cortesía. En su lugar, tengamos una franca discusión de nuestras diferencias en particular. Si los demócratas creen que los republicanos están hablando tonterías crueles, deben decirlo –y someterlo a los electores.

Miércoles, 20 de abril 2011
Tomado de The New York Times

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