Por Juan Cruz Triffolio
Sociólogo – Comunicador
Triffolio@gmail.com
Hacer referencia al profesor Juan Bosch, laureado cuentista y maestro de la política criolla, es conversar de un insigne dominicano para quien las artes y la cultura, en sus diversas manifestaciones, implicaban una dimensión extraordinaria.
En diversas ocasiones se le escuchó decir que “el artista creador se parece mucho a Dios” y que era una necesidad hacer de los dominicanos, “un pueblo capaz de comprender y admirar la obra de arte”, por lo que era imperioso convertirlo en una colectividad alfabetizada.
Una vez exponía la anterior aseveración, el veterano vegano y ex gobernante dominicano, aclaraba con certeza que alfabetizar no es sólo enseñarle a la gente a graficar y verbalizar palabras, sino a que “use la facultad de leer y escribir”.
Subrayaba el expresivo político y literato que “mucha gente aprende a leer y escribir, pero no lee nunca porque no tiene medios para leer”.
Se trata de una verdad de Perogrullo que lo llevó a comprometerse, públicamente, en su alocución de fecha 17 febrero, 1963, donde narraba su viaje por Estados Unidos y Europa como Presidente Electo, a crear la denominada Lotería de la Lectura, lo que primero implicaba la publicación de diferentes obras para ser distribuidas entre los dominicanos y luego, la realización de diversos concursos de elaboración y presentación de informes sobre sus contenidos. ¡¡Una especie de lectura comprensiva!!
Si alfabetizar es liberar, como tantas veces se ha dicho, es innegable que hacemos referencia a un proceso que no debe enmarcarse al sólo ejercicio mecánico de aprender trazar letras y repetir en coro una lectura sin sentido.
Es fundamental que toda palabra sea asimilada como una herramienta de transformación social y por tanto, su lectura implica un significado y compromiso especial.
¡¡Alfabetizar no es hacer gente feliz emulando al locuaz papagayo!!
Tal como se desprende de la retórica del fundador de los dos más grandes partidos políticos dominicanos, pareciendo adelantarse al tiempo, el proceso de alfabetizar no es ni veloz pero tampoco simple o fácil.
En la actualidad, su percepción y valoración sobre lo que significa asumir la valiosa decisión de alfabetizar envuelve un conjunto de exigencias ineludibles si es que, real y efectivamente, se desea alcanzar la meta propuesta.
Si en verdad procuramos dar una estocada mortal al analfabetismo es urgente comprometernos con incentivar la cultura del estudio y convertir el aprendizaje en algo divertido, enfrentando todas las barreras que podrían existir.
Tal vez sea necesario reproducir las palabras del expresidente chileno, Sebastián Piñera Echenique, cuando abordado en torno al tema subrayó: “No podemos seguir con las técnicas y procedimientos del siglo pasado, de un profesor con un pedazo de tiza y una pizarra, dándole la espalda a los alumnos, y los alumnos esperando que toque el timbre para irse al recreo”.
Apuntaba el político en referencia que “Hoy en día, la tecnología educativa, las computadoras, las pantallas inteligentes, los pizarrones inteligentes permiten hacer clases mucho más divertidas (…) vamos a hacer los cambios necesarios para que nuestros niños y nuestros jóvenes tengan una educación que les permita incorporarse al mundo, a la modernidad, a la sociedad del conocimiento”.
Pero donde Piñera Echenique logra colocar la tapa al pomo, como popularmente expresamos en República Dominicana, es cuando advierte, con sobrada razón: “Hace 50 años, la gente creía que uno dejaba de ser analfabeta cuando sabia sumar, leer, multiplicar y dividir. La verdad es que hoy se requiere mucho más que eso. Se requiere tener acceso a la cultura moderna, a la tecnología de la información, aprender idiomas, y muchas otras cosas…”
En reducidas palabras, ayer como en la actualidad, es una tarea titánica, inmensa y dignificante, tanto para quienes participan como facilitadores, como para aquellos que buscan saborear el pan de la enseñanza.
Es una labor compleja y sistemática que, tal como lo observaba el profesor Juan Bosch unas cinco décadas atrás y lo advierte Sebastián Piñera Echenique, hace poco tiempo, que trasciende los linderos que implica el leer y escribir mecánicamente.
Siendo de esta manera, hoy, cuando los dominicanos desarrollamos un necesario y valioso Plan Nacional de Alfabetización, bajo la denominación Quisqueya Aprende Contigo, quizás no resulte imprudente sugerir el evitar desperdiciar la esencia de las acotaciones ya formuladas, en ánimo de hacer cada vez más productiva la experiencia educativa que actualmente mueve a una gran parte de la población dominicana.
Total, emular lo bueno no conlleva castigar y multar… Es nutrirnos de las experiencias y los conocimientos y eso, sinceramente, no es censurable…
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