Por Adriano Miguel Tejada
El Partido Revolucionario Dominicano tiene una oportunidad de oro para autoanalizarse y volver a convertirse en la institución señera que fue en la democracia dominicana.
Las derrotas enseñan mucho más que los triunfos. Por eso, éste parece ser el momento adecuado para evaluación sincera y serena del devenir del partido en los últimos años. La derrota de estos días es hija de los errores del pasado.
Por ejemplo: el PRD se alejó de los jóvenes y de sus bases. Eso no ocurrió ahora, sino que viene cocinándose desde hace años.
El partido no pudo gerenciar sus disidencias. Parte de la fortaleza del PRD radicó en el pasado en el manejo de las contradicciones internas bajo el liderazgo de José Francisco Peña Gómez. Es verdad que hacían ruido, pero siempre se buscaba una avenencia. El modelo gerencial de Miguel Vargas tiene muchos puntos positivos que deben aprovecharse y que el PRD necesita. Donde se equivocó Miguel fue en suprimir la disidencia y en pactar con un adversario más astuto políticamente que él.
El PRD tiene que retomar su papel de leal opositor dentro del sistema. No es utilizando métodos desfasados, sino por medio de todas las herramientas de la tecnología: tiene que volver a conectar con los jóvenes y las bases y, por sobre todo, poner la educación política en primer plano.
Eso tiene que decidirlo a corto plazo para poder insertarse a tiempo en la lucha electoral. Si se destroza en el análisis o en la lucha, podría desaparecer.
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