Por Lilliam Oviedo
Con la abstención (aunque lo niegue la JCE) de más de las tres quintas partes de la población, numerosos disturbios, seis personas muertas y decenas de heridos en hechos violentos originados en la rebatiña politiquera, culminó un proceso electoral que se sostuvo sobre una campaña alienante y poniendo en primer plano el descarado ejercicio del clientelismo.
Estos elementos dan cuerpo a la crónica de lo consumado; pero es preciso destacar que el pasado domingo fue reafirmada la posición de Leonel Fernández como jefe del sistema político y reforzado su control sobre el Estado.
Se cumplió, pues, su objetivo y el de los estrategas que le aconsejaron pactar en mayo del año pasado con Miguel Vargas la aprobación de la nueva Constitución.
El acuerdo con Miguel Vargas era el precio más bajo que podía pagar Leonel Fernández por la obtención de la mayoría que necesitaba en ese momento. La mayoría para los próximos dos años la conseguiría, como en efecto la ha conseguido, mediante unas elecciones que de escrutinio sólo el nombre tuvieron.
El uso de los recursos del Estado fue efectivo, porque su principal competidor fue un Partido Revolucionario Dominicano dividido, desacreditado y marcado igualmente por la corrupción, el abuso contra el pueblo y la complicidad con el delito en sus formas más abominables.
Para una modificación constitucional que podría incluir la reinstauración de la reelección presidencial, o para imponer una fórmula que le permita controlar el Estado sin estar en el Palacio, el señor presidente no necesitará en lo adelante a Miguel Vargas Maldonado y al PRD.
Con tanto poder acumulado, el pacto de impunidad que la clase dominante ha impuesto a las direcciones partidarias, le sirve a Leonel Fernández para neutralizar a Hipólito Mejía, quien no ha podido retomar el control del PRD. Amable Aristy y Carlos Morales Troncoso, no pueden pedir por el sello de la despedazada maquinaria electoral que representan (el Partido Reformista Social Cristiano) un precio superior al que les ha sido pagado.
El mapa electoral es pintado de morado, pero debería tener el rostro de Leonel Fernández. Él ha avasallado a la mal llamada oposición, igual que a los dirigentes del Partido de la Liberación Dominicana.
Danilo Medina, Jaime David Fernández y Radhamés Segura, ligados como están a negociaciones sucias y siendo protagonistas de sucias acciones, entre apoyar a Leonel y arriesgarse a pagar por sus tropelías, obviamente, eligen lo primero.
Un liderazgo sustentado en el chantaje y el avasallamiento, se reafirma a través de esos mecanismos. ¿Le llamamos liderazgo?
Y la abstención fue mayoritaria, a pesar de que llamaron a las urnas la Junta Central Electoral, el cardenal, y otros sustentadores del sistema. ¿Acaso se les identifica como rostros de un poder ilegítimo? Lo cierto se torna inocultable.
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