miércoles, 13 de mayo de 2009

¿FUERON TIEMPOS IDOS MEJORES O PEORES?

Por Isaías Medina Ferreira

Los tiempos idos pueden ser lo peor o lo mejor, dependiendo de lo que queramos justificar en un momento determinado.

Y es que el tiempo pasado es, o un buen aliado, testigo de tiempos “gloriosos” en que fuimos parte de una “élite” triunfadora, o un “verdugo despiadado”, raíz y causa de todas nuestras limitaciones al que convenientemente el niño inadaptado que llevamos dentro tiene la tendencia de usar como chivo expiatorio y hacemos responsable de todas las frustraciones que hoy podamos estar padeciendo.

“Ah, muchachos, ustedes no saben lo que es pasar trabajo”, le oí decir repetidamente a mis mayores, cosa que mi generación ahora expresa con frases tales como “ustedes lo tienen todo... en el tiempo que yo crecí, la televisión recién empezaba y casi nadie podía comprar una”. No es raro que los más jóvenes nos manden a pastar con un “usted no está en ná… a mi no me quiera aburrir con sus sermones”.

Es cosa natural que una generación encuentre chocante lo que para otra es normal.

Criticamos a menudo la música de la juventud o su sentido común. “¿A eso le llaman ustedes música?”, decimos a menudo cuando escuchamos “rap” o “reggaeton”, esa “música monótona para la que no se necesita talento”, olvidándonos que en su tiempo, la música de The Beatles, Raphael, Javier Solís, Marco Antonio Muñiz, Manolo Muñoz o Sandro, que tanto nos gustaba, también fue criticada por nuestros mayores, quienes estaban más a tono con Lucho Gatica y su estilo “empalagoso”.

En deportes, es muy común que los mayorcitos tratemos de considerar superiores a los atletas del pasado. “¿Tú crees que Barry Bonds es bueno?... tú porque no viste a Roberto Clemente o a Mickey Mantle jugar... los de ahora son ‘peloteritos’”. Eso también oí cuando a los de mi generación nos enrostraban que si considerábamos que Marichal, Gibson o Koufax eran buenos, era porque no habíamos visto a Bob Feller, que Mantle no le podía lustrar los zapatos a Dimaggio, y así sucesivamente.

Hoy es común decir de la presente generación que “no sirve pa’ ná”, que tiene el sentido común de una mosca, que sus miembros no pueden mantener la atención enfocada por más de lo que dura un pestañeo y son ignorantes de todo lo que contenga palabras de más de cuatro letras; casi lo mismo que oí decir de nosotros. Y sin embargo, hoy somos “modelos” de producción y respeto.

Total, que aunque siempre existirá el debate generacional, cada generación tiene que enfrentar sus propios retos, diferentes a los de la generación anterior, porque diferente es el mundo que cada una hereda; y, como las anteriores, la presente sabrá elevarse a la altura del reto histórico y producirá ciudadanos dignos, como también producirá parásitos. Si hoy luchamos contra el SIDA, nuestros antepasados lucharon contra la tuberculosis, la polio y la peste. Si la generación anterior a la mía experimentó los horrores de la Segunda Guerra Mundial y los horrores de los dictadores, la mía fue testigo de Vietnam, la Guerra Fría y las barbaridades de Balaguer y todos los dictadores latinoamericanos. Así pende sobre la presente generación la incertidumbre de un futuro que podría ser cenizas, producto de las injusticias que imponen los más poderosos, cada día más sedientos de poder y expansión, poseedores de armas con las que podrían exterminar a la humanidad en segundos, y decididos si es necesario a destruir el planeta en nombre de la avaricia y las ganancias inmediatas.

Si dejáramos a un lado las peculiaridades de la división generacional, la diferencia en cosmovisión, y nos aprestáramos a aprender unos de los otros y a colaborar sin desconfianzas y desdenes por los atributos del otro, definitivamente cada generación se fortalecería y el paso de una época a la otra sería uno de continuidad, de beneficios para todos, en la que los mozos quizás cometerían menos errores. Por otro lado, es saludable que haya esa controversia, aun con los errores, pues, como todo proceso en la vida, donde no hay contradicción, no existe la dinámica que produce movimiento y echa a andar la maquinaria que hace posible el avance.

En fin, manteniendo una mentalidad abierta, respetando el humanismo de los jóvenes y su derecho a cometer errores, viendo en ellos lo que fuimos una vez, y aceptando las diferencias como una necesidad irremediable, podríamos librarnos de “calentones” innecesarios si aceptáramos que el mejor momento para vivir es el hoy y el ahora; los tiempos idos son como agua que corrió bajo el puente y lo único que tiene en común con la que corre hoy es ser agua, como la vida es vida. Debemos hacer lo máximo con lo mucho o poco que tengamos, viviendo en el presente, porque el futuro llegará lo queramos o no, y con él la “sabiduría” de las generaciones más jóvenes: la mejor forma de prepararnos para enfrentar ese futuro es vivir la vida con intensidad ahora mismo, sin buscar culpables ni excusas por nuestras limitaciones, pero sí haciendo esfuerzos para superarlas.

¡Todo comienza ahora mismo!

2 comentarios:

  1. Hola Isaias, visitandote.
    Un abrazo
    J. Tineo

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  2. Esta es, y siempre sera, una polemica generacional que como tu muy bien enfocas,debemos entender para guiar con nuestras experiencias vividas a las generaciones mas jovenes.
    Muy bien enfocada! Felicitaciones!
    Fausto.

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