jueves, 14 de mayo de 2009

Echemos raíces y participemos

Por Isaías Medina Ferreira

A principios de la década de 1970 leí un artículo del periodista Federico Melo Báez, quien a la sazón trabajaba para un diario de Nueva York, en el que instaba a los hispanos a pensar seriamente en concentrarse y prepararse para vivir en el país que habían adoptado para hacer vida. Decía el Sr. Melo Báez, más o menos, que trabajáramos como si este fuera nuestro país de origen, que debíamos superarnos académicamente y, que si un día teníamos la oportunidad de regresar, nos fuéramos y ya, pero que no viviéramos con un pie aquí y otro allá.

Más de treinta años han pasado desde que leí ese artículo cuya premisa he adoptado y repetido sin cesar; en ese lapso de tiempo me he unido al resonar constante de muchas otras voces para entonar que debemos ser parte de la comunidad en que vivimos, que debemos participar en actividades cívicas, que debemos ser parte activa de la educación de nuestros hijos, que si queremos hacer conquistas en este país, tenemos que adquirir el derecho al voto haciéndonos ciudadanos, y, sin embargo, la mayoría sigue tan desarraigada como entonces.

Nos seguimos engañando con la idea de que estamos aquí de pasada y volveremos a nuestros países de origen cuando hagamos fortuna. Mientras tanto, nacen y crecen los hijos, con una cultura diferente, a veces confundidos por el choque cultural y la falta de orientación al respecto, y, por falta de preparación, somos incapaces de ayudarles. Por nuestra parte, los padres no nos preocupamos en aprender el idioma inglés, que es el que los niños tienen preferencia en aprender y con ello perdemos autoridad, pues los padres empezamos a depender de los hijos para que nos traduzcan el mundo, su mundo.

Las consecuencias negativas de todo esto se puede palpar en la falta de representación política que tenemos, mientras otros toman decisiones que afectan nuestros intereses. Hasta al sistema escolar se nos hace difícil llevar representantes y no porque no haya individuos capacitados, sino por nuestra apatía y porque a veces somos tan miopes que si surge un candidato con posibilidades, de una vez aparecen más, corriendo para la misma posición, que se encargan de diluír el escaso voto hispano. Otras veces, lo que es más penoso aún, cuando logramos escalar posiciones públicas, nos encargamos de demostrar que no tenemos la madurez suficiente para ocupar dichos cargos, pues nos descuartizamos unos a otros en público, con el consecuente salto regresivo.

Mi gente, somos una minoría que crece, pero lamentablemente no tenemos fuerza, somos un gigante inválido. Los líderes comunitarios tienen un papel de orientadores importante que llenar el cual puede hacer la diferencia, pero éstos tienen que inspirar confianza, si no será inútil sermonear. Se necesita buena voluntad, desprendimiento y mucha autoridad moral, de lo contrario seguiremos arando en el desierto y quizás pasen treinta años más, otros se hagan eco de estas palabras, y estemos arando el mismo terreno estéril. Esperemos que no, que vayamos aprendiendo y demos, si no un salto, por lo menos pasitos cualitativos.

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