Por José Carvajal
Leonardo Nin y la portada de su libro
En una conferencia acerca de la metáfora, Jorge Luis Borges dijo que “desgraciadamente, toda literatura está hecha de trucos, y esos trucos, a la larga, salen a la luz. Y entonces fatigan al lector”.
Pero en el caso de la poesía, aclaró que el “truco” es algo discreto. Y, como siempre, Borges tenía y sigue teniendo razón; el “truco” de la poesía está precisamente en la metáfora, porque esta no nombra sino que sugiere, y su relativa belleza o fealdad, su fuerza o debilidad, su acierto o desacierto, dependerán siempre de dos niveles de comprensión: el del poeta que escribe y el del lector que se presta al juego de interpretar.
Por eso la poesía, como la lluvia, no tiene reglas ni normas que atajen las inundaciones verbales. La lluvia cae ya sea de forma vertical o diagonal; la simetría no pertenece a la descarga de las nubes sino a la dirección y la fuerza del viento. La poesía es igual, o casi igual; el poeta escribe en un plano, digamos que horizontal, y luego la comprensión del lector se encarga de la simetría, porque en este caso el poeta es solo una nube que se descarga, y el lector es el viento.
“Poemas en blanco y negro” del dominicano Leonardo Nin es una descarga. Por alguna razón que podría parecernos inexplicable, el poeta consideró que el libro había abierto sus alas y que estaba listo para emprender el vuelo hacia las manos de los lectores. No sé cuántos lectores tienen este texto publicado en 2014 por Indole Editores, de El Salvador. Lo que sí estoy seguro es que a mis manos llegó un ejemplar que me envió el mismo poeta, desde Massachusetts.
Mi primera impresión del texto es la supremacía que se le sigue dando al blanco sobre el negro. Pues decir “Poemas en blanco y negro” no sería lo mismo que “Poemas en negro y blanco”, sobre todo cuando la portada tiene de fondo el rostro de una mujer negra, bastante negra.
La idea de la portada invita a buscar el tema negro en los poemas, más aun en aquellos que figuran en la segunda parte, titulada “Poemas en negro”. Sin embargo, el autor trata pero no logra el efecto "negroide” como lo conceptualizó Blumenbach; queda en el intento del truco, ya que a estas alturas debemos saber que no es negro un poema solo porque mencione las palabras negro, santero, vudú, gagá, ni algunas de las llamadas 21 divisiones de la santería (Belie, Anaisa o Legbá) u otros vocablos perturbadores para una conciencia de blanco. De hecho, hubiera sido interesante saber qué habrían dicho de estos poemas los grandes cultivadores de la poesía negra en el Caribe, como Manuel del Cabral, Luis Palés Matos y Nicolás Guillén; o qué reacción habría tenido Alejo Carpentier.
Quizá debe entenderse que toda mi interpretación deriva de la portada, del título del libro y de las partes (Poemas en blanco; Poemas en negro; y En gris y cal) que agregan contexto a la lectura. Aun así, el intento no deja de ser una valiosa osadía de Leonardo Nin.
Otra serie de tropiezos que tuve a lo largo de la lectura fue el exceso de gerundios, que a mi juicio entorpecen la magia de la poesía. Aunque necesarios y casi imprescindibles en la prosa, en poesía los gerundios pueden convertirse en trampas del lenguaje y piedras filosas en el camino.
En cuanto a las metáforas que tejen esta nueva obra de Leonardo Nin, cuya publicación me parece algo precipitada por la falta de pulimento, no tengo la menor duda de que todas “estimularán la imaginación”, como diría igualmente Borges, aunque la mayoría no pertenece a lo que el propio autor argentino definió como “modelos aceptados”. En conclusión, también “existen metáforas que no podemos remitir a modelos definidos”, y en “Poemas en blanco y negro” hay muchas de ellas, para bien o para mal del poeta.
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