Por Melvin Mañón
En 1996, en la alianza con el Partido Reformista, el PLD tuvo su primera experiencia con el uso del dinero en la política y con la cultura de las trampas. El fraude electoral, como los reformistas lo practicaron en numerosas ocasiones, incluía la compra de cédulas, algunas palizas puntuales a opositores, despliegue militar oportuno para la intimidación y en caso extremo robo de urnas. Aquellas prácticas parecen juegos infantiles y torpes comparados con la escala, gravedad, complejidad y frecuencia de las operaciones fraudulentas del PLD en materia electoral. Con la modernización introducida el fraude electoral ha alcanzado la categoría de un arte siniestro sustentado en la manipulación de encuestas, la compra de periódicos y periodistas, el secuestro electrónico de datos, el uso irrestricto del dinero público para comprar tránsfugas, sobornar conocidos, neutralizar adversarios e intimidar empleados públicos para que no se atrevan a votar por otro partido.
Los reformistas hacían trampas a nivel de gallera y sancochos. Los peledeístas se sumergen en modelos y simuladores electrónicos. El PLD elevó las trampas que conoció de los reformistas a la categoría de práctica rutinaria en lugar de recurso coyuntural. Las trampas y el fraude de los reformistas eran un recurso auxiliar a las dotes de seducción de Balaguer y, hay que decirlo, a sus muchos logros. En el PLD, el proxenetismo hizo irrelevante la seducción. A resultas, la manipulación de la imagen reemplazó toda noción de contenido, hacer dinero sucio, de cualquier manera está bien y ellos no lo hacen a escondidas, lo dicen, lo argumentan y lo defienden.
Alumno aventajado, ese mismo PLD, superó con creces a sus propios maestros. Nunca antes, en nuestra historia, se invirtió tanto dinero para “ganar” elecciones ni fue tan imperiosa la necesidad de procurar ese dinero del erario ni fueron tan urgentes las expectativas de recuperación. Ellos promovieron e instauraron una cultura donde todo accionar político tiene precio y donde cualquier vestigio que quedara de la función del “servidor público” se evaporó a favor del funcionario que existe para ser servido. Si alcanzar una diputación se cotizaba en 20 millones de pesos, su rendimiento esperado para el diputado no debería ser menor de 200 millones. Entonces, quien quisiera una senaduría o alcaldía debía robar en la dependencia estatal donde estaba ubicado, asumir compromisos múltiples, endeudarse en algunos casos e incurrir en gastos cuantiosos, todo con cargo a la cuenta del futuro desempeño, todo justificado como una inversión de alto riesgo y todo comprensible, aceptado y defendido como el orden natural de las cosas. Cada posición electiva llegó a tener un precio en el mercado tanto si se trata de una regiduría como de una diputación. Con el PLD, la política, que ya había perdido contenido ideológico se transformó en una bolsa de valores: apuestas, compra y venta de futuros, especulación.
Pero los aportes mas relevantes y extraordinarios del peledeísmo son otros:
1ro.- Los antiguos reformistas y también una parte de los perredeístas robaban de una canasta cuyo tamaño no acogía más que algunas docenas de huevos. Lo que hicieron los peledeístas fue agrandar el tamaño de la canasta, perdón quise decir presupuesto. En sustitución del antiguo presupuesto ajustado, limitado, equilibrado, los peledeístas se dieron cuenta de que, para robar a la escala de su voracidad, necesitaban una canasta más grande y agigantaron su tamaño empleando dos recursos que les han funcionado de maravilla. Uno la implantación y cobro de nuevos impuestos y cargas mientras aumentaban, tanto la recaudación fiscal como el control y supervisión de esta y segundo, acudieron a la contratación masiva de préstamos y emisión de deuda a diestra y siniestra. De ese modo, en lugar de robar de un presupuesto de 24 mil millones en 1994 robarían de uno nuevo fijado en 631 mil millones en 2014. Observe el lector la escala descomunal del aumento que pasa de 24 mil a 631 mil millones. Aumentaron el tamaño del pastel para acomodar tanto raciones más grandes como un mayor número de comensales.
2do.- Los peledeístas se dieron cuenta, a diferencia de sus predecesores, de que los escrúpulos eran un estorbo, potencialmente lastrante, de su prosperidad y poder. Por lo tanto forjaron una nueva cultura en la cual ser listo, engañar al otro, fingir todo el tiempo, hacer trampas, edificar fortunas ilícitas y además exhibirlas es el camino y la demostración palpable del éxito y nadie tiene que avergonzarse de ser exitoso sino vivir para contarlo. Ministros, directores y funcionarios de todo tipo entendieron que la fortuna y el éxito eran antídotos efectivos contra el ostracismo social, la maledicencia, el aislamiento, la soledad y el fracaso. Como el propio Sergio Vargas, un antiguo cantante de méritos ahora convertido en canalla, afirmara hace poco elogiando la fortuna y el “éxito” de Félix Bautista, todo vale, si al final se tiene fortuna. Y naturalmente, para hacer esa fortuna eterna y no transitoria hay que mantenerse en el poder, pero luego tenemos que para disfrutar esas fortunas hay que estar en libertad, mantenerse fuera de la cárcel e incluso de la idea, de la amenaza de semejante ocurrencia producto de querella, indagatoria y persecución judicial.
Los peledeístas luchan todos a brazo partido por el poder, pero la cúpula y los más comprometidos hacen trampas; apoyan al gestor de esas fortunas, alientan al garante de esas impunidades y transferirán ese apoyo a cualquiera que entiendan que pueda hacer el trabajo. Mientras nosotros luchamos por un país mejor, estos tipos luchan por no ir a la cárcel, luchan por su vida y, la vida con tanto dinero, se cotiza más alto y se cree que vale más. El que aspire a ser presidente de este país o a derrotar esta gente -que no es lo mismo- deberá saber todo esto y tomarlo en cuenta; las fuerzas políticas que escojan candidato deberán saberlo y tomarlo en cuenta a menos que todo sea un juego, otro más dentro de esta modernidad líquida.
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