BOSCH: EL PEOR PADRE POLÍTICO
Por Rafael Calderón
NEW YORK. Cuando José Tomás Pérez mencionó que Juan Bosch merece que sus restos descansen en el Panteón Nacional por ser el progenitor del Partido Revolucionario Dominicano y del Partido de la Liberación Dominicana, los dos más grandes del sistema político de la República Dominicana, por mi mente atravesó como un rayo el pensamiento de que esas paternidades, precisamente, descalifican por completo a El Profesor para descansar en el Altar de la Patria.
Usted le pregunta a cualquier peledeísta por sus hermanos mayores del PRD y le dirá que a su paso por el poder robaron. Y si le pregunta a cualquier perredeísta por sus hermanos menores del PLD le dirá que son los más ladrones de la historia. Ambos tienen razón.
Así tenemos que como escritor, novelista, cuentista, ensayista y enemigo de lo ajeno Juan Bosch tiene los más altos merecimientos; pero la depravación, la perversidad y el latrocinio siempre in crescendo de sus vástagos lo han hecho merecedor de ser calificado como el peor padre político. Me he referido al tema antes, pero lo recalco por si acaso hay alguna pizca de agradecimiento en algunos de sus hijos que los conduzca a apiadarse para no seguir enlodándole más el nombre al autor de La Mañosa.
¡Qué contraste extraordinario se da en la figura de Bosch! Para mantenerlo en el pensamiento como político bien intencionado y decente es imperativo primero reconocerlo como nulo transmisor de sus virtudes o como un pésimo educador de su progenie o sepáralo de la misma. Por las acciones depredadoras de sus criaturas en el quehacer político de Bosch ha tomado vigencia total el adagio “de buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”. Es duro decirlo.
Y también es duro llamar al profesor Bosch pésimo educador político, pero son sus alumnos quienes lo han puesto en evidencia. Digamos que Bosch se fue del PRD sin odios y solamente con buenas intenciones de hacer del PLD el partido perfecto para conducir los destinos del pueblo dominicano. Y mire usted: ¿no es un infierno de inseguridad ciudadana, de corrupción administrativa, atracos y asesinatos callejeros, carencias de servicios de salud y peor educación, apagones y otros males graves lo que prevalece en el país con el PLD agotando su cuarto período de gobierno? Todo eso ocurre a pesar de que Bosch se dedicó en cuerpo y alma al intento de educar a la camada que procreó en 1973, aunque pasó sus últimos años dirigiendo círculos de estudios y esbozando teorías políticas que consideró habían sido asimiladas, por lo que se atrevió a garantizar algo tan inverosímil como que en un gobierno peledeísta nadie robaría.
¡Cuántos contrastes en la carrera política de Juan Bosch!: Medio siglo atrás nos puso a soñar a los jóvenes de mi generación con democracia y libertad, y a los pobres con mejoría e igualdad social, pero su engendro de 1973 devino en una grosera pandilla que tiene al país sumido en una pesadilla.
Cuando Bosch regreso al país franqueado por Ángel Miolán, Nicolás Silfa y Ramón A. Castillo -con quienes luego rompió- le bastó con las primeras charlas que ofreció por Tribuna Democrática para cautivar a las masas que lo llevaron al poder, pero su engendro de 1973 tiene que quebrar el país cada cuatro años para mantenerse en el poder.
No era Bosch un hombre ambicioso de poder y dinero, pero era temperamental y con el paso de los años llegó a engreírse. Su engreimiento fue malo para él y peor para el pueblo dominicano, pues tras romper con sus primeros hijos, las masas que le seguían y obedecían en el PRD, en lugar de hacer mutis decidió procrear un partido modelo de cuadros con pequeños burgueses, con todo y que él conocía como nadie y lo escribió que éstos sólo actúan en función de sus propios intereses, que son inestables, que giran 180 grados sin inmutarse, que son violentos en su búsqueda de escalar todo el tiempo y que son irredimibles de sus malos hábitos. Fue un funesto intento de lo imposible, pues su camada de 1973 sólo busca dinero y poder.
Justo es decir que Bosch en un momento se arrepintió del engendro e intentó irse, pero los años habían desgastado su ímpetu y sus luces, y no logró zafarse. Terminó su vida política como reo de su última camada y con los brazos levantados en apoyo a la jugada que hizo Joaquín Balaguer para castigar a su pupilo malcriado Jacinto Peynado, acción con la que de carambolas convirtió en baldado para siempre al Partido Reformista, por suerte para el pueblo esto último.
Y por suerte para los restos de Bosch, parece que en las postrimerías de su vida algún atisbo luminoso le indicó que tenía que garantizarse que fueron enterrados en La Vega, lejos de la capital, donde obviamente es mayor el ruido de las fechorías de su camada de 1973. Así que la mal justificada propuesta de José Tomás Pérez murió en su cuna.
Por hoy, me voy. Que Dios le llene de bendiciones, y se apiade de la República Dominicana.
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