Por Isaías Medina Ferreira
Nota: el tema del calentamiento global no puede desaparecer del escrutinio público. Si bien este artículo lo escribí en un momento en que fuerzas del obscurantismo dominaban la política de la Casa Blanca (2007), su contenido sigue tan fresco y vigente como entonces; pero, más importante aún: ahora que tenemos gente aparentemente responsable y progresiva a cargo, la presión sobre ellos no debe ser menos, pues es éste un problema que sólo se resolverá si mantenemos nuestra vigilancia y seguimos exigiendo medidas que frenen las emisiones de gases de invernadero a los niveles necesarios para parar su daño.
El tema del calentamiento global progresivo ha estado sobre el tapete por muchos años. Pero, sea por conveniencia o ignorancia amañada, para proteger poderosos intereses económicos, las advertencias de los climatólogos de que sus consecuencias se han exacerbado por las emisiones masivas de los llamados gases de invernadero a la atmósfera —de los cuales el Dióxido de Carbono, CO2, es el principal culpable, y su mayor productor los países avanzados, principalmente los Estados Unidos—, por largo tiempo dichas advertencias han sido ignoradas. Quienes están en posiciones de tomar decisiones para corregirlo, bajo enorme presión de los intereses económicos que señalo, vienen aludiendo que los estudios no son concluyentes, que los científicos están divididos al respecto, y que por tanto no hay que alarmarse y algo se hará cuando el asunto esté mejor definido.
Para James Hansen, científico de la NASA a cargo del Instituto Goddard para estudios de la tierra de la Universidad de Columbia, New York, el problema es sumamente apremiante, lo que en una conferencia sobre el tema en diciembre del 2005, aun en contra de la voluntad de sus superiores, dio a conocer sin rodeos. En esa ocasión, decía el Dr. Hansen: “El clima de la tierra está llegando, pero no ha pasado, a un punto más allá del cual será imposible evitar cambios climáticos que tendrían consecuencias indeseables a largo plazo. Estos incluyen no sólo la pérdida del Ártico como le conocemos, con todo lo que ello implica para la vida silvestre y los habitantes indígenas, sino pérdidas en una más amplia escala debido al crecimiento de los mares”.
Añadía el Dr. Hansen, “El nivel de los mares se levantará lentamente al principio, puesto que las pérdidas en las periferias de Groenlandia y la Antártica, debido al aceleramiento de las corrientes de hielo están casi balanceadas por el incremento de la caída de nieve y el fortalecimiento de la capa de hielo en sus interiores. Pero a medida que el hielo de Groenlandia y el oeste de la Antártica sea ablandado y lubricado por el agua derretida, y mientras los bancos de hielo que sirven de refuerzo desaparezcan debido al calentamiento del océano, el balance se inclinará hacia la rápida desintegración de las capas de hielo”.
La conferencia, llamada el “Punto de no retorno”, le valió una reprimenda al Dr. Hansen y una especie de confinación por parte de sus superiores, lo cual es típico de un régimen de fuerza en el que no exista la libre expresión. Según narraban tiempo después en primera plana, tanto The New York Times como el Washington Post, los superiores del Dr. Hansen le habían prohibido dar declaraciones referentes al tema a la prensa y poner artículos en el website de la NASA, sin antes ser revisados. La orden provenía directamente de la Casa Blanca. En una entrevista que hiciera 60 Minutes, de la cadena CBS, al distinguido científico tiempo después, pudimos constatar la presión a que aludían esos medios cuando la NASA accedió a que el Dr. Hansen hablara al entrevistador del programa, sólo si permitían que se sentara en dicha entrevista un representante de la agencia quien decidiría cuáles preguntas eran oportunas y cuáles no. En un movimiento rápido de la cámara, pudimos captar a esa persona que como un guardia de la GESTAPO escuchaba atenta, presta a interrumpir si alguna pregunta no satisfacía a la administración. ¿Increíble? Increíble, precisamente en los Estados Unidos en que la libre expresión es amparada por la Constitución… pero cierto.
Y es que la administración Bush, estrangulada por las grandes corporaciones a quienes servía, no podía menos que negar la ciencia con descaro para no interferir en las mega ganancias de los monstruos multinacionales de este país y sus aliados alrededor del globo. Como muestra, la Exxon/Mobil registró por varios años ganancias récord de $10,000 millones de dólares anuales. No se puede criticar a una compañía por el hecho de exhibir ganancias en sus hojas financieras; después de todo, ese es el fin de toda empresa en el sistema capitalista. Lo que sí oponemos con vehemencia es que esas ganancias sean obtenidas en perjuicio de la humanidad, y que sean garantizadas por medio de triquiñuelas que ignoran realidades incontrovertibles con la anuencia de quienes deben proteger al público.
Tiempo después, de repente Bush, en un giro aparente de 180 grados, como un “nuevo adepto” a las reclamaciones de que se deben reducir los gases de invernadero, vociferó por un par de días su decisión de apoyar la búsqueda de energías alternativas y eliminar la dependencia de los carburantes, principales emisores de Dióxido de Carbono. Así de sorpresivo como lo vimos pontificar a través de la nación con una pasión casi convincente, así de repente desapareció la noticia de las primeras planas. Sabíamos que era otra montura propagandística y demagógica del “Dr. Merengue” (1) de la Casa Blanca. ¿Qué se podía esperar de quien se opuso a ratificar el Tratado de Kyoto y desmanteló todas las leyes de protección ambiental de su país, mientras nos quería convencer con palabras vanas de su preocupación por proteger el medio ambiente?
Según los expertos, 2005 fue el año más caliente que haya registrado la historia. Desde 1970 hasta esta fecha, la temperatura de las aguas oceánicas ha subido un grado Fahrenheit completo, lo cual significa que los huracanes y los ciclones aumentarán y se harán más violentos, y posiblemente se registrarán en lugares nunca antes vistos, hacia el norte. El calor excesivo significa, además, que al descongelarse las capas de hielo de la Antártica y Groenlandia la secuela de inundaciones por la elevación del nivel del mar, el cual podría subir hasta 80 pies en los casos más pesimistas, podría anegar en el proceso la tercera parte del sur de La Florida y la isla de Manhattan hasta la mitad del Greenwich Village. Para otras partes del mundo podría significar la desaparición de islas completas. Si tanto la Antártica como Groenlandia se derritieran completamente, el nivel de los mares subiría 220 pies. Un estudio publicado por la revista Science sugiere que para las postrimerías de este siglo el nivel de los mares podría haber subido hasta 20 pies.
En un reporte apabullante, una asociación de científicos de Massachussets predice también que para finales del siglo 21, el clima de los estados de Nueva Inglaterra —Connecticut, Rhode Island, Massachussets, New Hampshire, Maine y Vermont—, considerado uno de los más variados del mundo —de calor sofocante en verano, de follaje magnífico en otoño y de frío intenso en invierno—, podría ser comparable al de estados del Sur, como las Carolinas, Norte y Sur.
No hace mucho, la revista Time dedicó una vez más su portada al tema del calentamiento global. Como si quisiera despertarnos a la urgencia del problema, el título del trabajo es directo, casi provocador: “Preocúpese. Esté bien preocupado. El cambio climático no es un ambiguo problema en el futuro; ya está causando estragos en el planeta a paso alarmante”. Entre fotografías de sequías crónicas e inundaciones gigantescas, el reportaje trataba de convencernos de que más allá de las agendas políticas y los intereses particulares, debemos prestar seria atención al problema. Aparte de las sequías y las inundaciones, el calentamiento global podría acarrear consigo problemas de salud gigantescos para los habitantes del globo. Es hora de volvernos activistas y exigir a los gobiernos de los países desarrollados, que son los mayores infractores, que comiencen a actuar para reducir los gases de invernadero. Este no es un problema local y aislado. Este sí que es un problema en que las fronteras no existen: es humano y global.
El Dr. Hansen sugería que todavía estamos a tiempo de evitar mayores daños, y hasta cambiar el rumbo de deterioro y recuperar parte de lo perdido, si actuamos con diligencia en los próximos veinticinco años. El planeta es de todos; debemos defenderlo.
(1) El Dr. Merengue es un personaje de Guillermo Divito, Argentino. El famoso Dr. tiene doble personalidad: mientras presenta una cara de caballero correcto y educado, que nunca pierde la compostura, su otro yo es un ser vil, que se burla de los demás, en contradicción al personaje de la superficie. En las tiras cómicas, el otro yo aparece para contradecir los dichos o la conducta del Dr. En una versión algo desfigurada y transparente de Merengue, el otro yo puede aparecer emergiendo de su cuerpo o independizándose de él, incluso tomando distintas formas.
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