martes, 2 de febrero de 2010

El clamor por el derecho a morir

Raúl Fain Binda
BBC Mundo

El clamor por la aceptación de formas moderadas de eutanasia y/o suicidio asistido se está haciendo irresistible y muchos temen, así como otros tantos ansían, que las autoridades lo admitan y cambien las leyes.

El proceso de transformación social se está acelerando, en forma similar a lo ocurrido en su momento con los movimientos que forzaron el reconocimiento de los derechos de los trabajadores, las mujeres, las minorías raciales y los homosexuales, entre otros.

Las diferencias entre estos casos son numerosas, pero todos comparten la misma dinámica, con grupos pioneros que abren el camino y poco a poco persuaden a la opinión pública, primero, y luego a los poderes del Estado.

Vacilaciones

En dos casos judiciales recientes en el Reino Unido, que demuestran las vacilaciones de las autoridades, una mujer fue condenada a prisión y otra absuelta por la muerte de sus respectivos hijos, gravemente enfermos.

En el Reino Unido son ilegales tanto la eutanasia como el suicidio asistido, pero la presión social se ha intensificado tanto que la Procuraduría Fiscal dio, en septiembre de 2009, una serie de pautas, enumerando 16 factores que tendría en cuenta para llevar a juicio a personas investigadas.

Entre los factores contemplados figuran la existencia de una motivación financiera, la presión moral sobre el enfermo y si el paciente que desea morir es menor de edad o padece de una enfermedad mental.

El hecho de que la asistencia para el suicidio siga siendo ilegal, mientras que las autoridades dicen que en determinadas circunstancias no procesarán, refleja con claridad la evolución del fenómeno social.

Formas de "dejarse morir"

Es necesario distinguir entre suicidio asistido y eutanasia. El primero no requiere explicación, mientras que la segunda describe la acción de una persona, casi siempre un médico, para poner fin a la vida de un paciente incurable, en la forma menos dolorosa posible.

Una forma muy extendida (y poco comentada) de eutanasia es la pasiva, en la que el médico se abstiene de resucitar o seguir medicando a un paciente gravemente enfermo.

Muchos médicos admiten que un número elevado de las muertes, tal vez la mayoría, pueda atribuirse a eutanasia pasiva, cuando para extender la vida del paciente se requieren procedimientos muy costosos o dolorosos.

Otra acción, que ya puede clasificarse como eutanasia activa, pero sobre la que se echa un manto de silencio, es cuando el médico aplica una dosis más elevada de un medicamento, que acelera la muerte.

En estos casos, los médicos distinguen entre una “inducción de la muerte” y un procedimiento que alivia el dolor, aunque también cause la muerte.

El tema de “la buena muerte” ha estado en discusión desde tiempos muy antiguos, pero la presión combinada de las autoridades públicas y del poder religioso lo mantuvieron soterrado hasta bien avanzado el siglo XX.

El suicidio fue ilegal hasta la década de los años '60. El proceso se aceleró en los años '70, cuando varios países reconocieron el derecho de los pacientes a rechazar el tratamiento médico.

"Dejarse morir", fue el eufemismo que se utilizó para describir esa situación.
Ahora se dice, con una lógica cuestionable para muchos, que el suicidio no es muy diferente, moralmente, a ese "dejarse morir" tan persuasivo.

La opinión pública parece estar de acuerdo con este punto de vista.

Sondeos

En el Reino Unido, una encuesta de YouGov, encargada recientemente por el diario Daily Telegraph, encontró que 75% de los interrogados quería que se cambiara la ley para permitir el suicidio asistido.

Según otra encuesta, encargada por el programa Panorama, de la televisión de la BBC, un 73% dijo que amigos o familiares debían ser autorizados a facilitar el suicidio de enfermos terminales.

El porcentaje a favor cayó a 49% en el caso de que la enfermedad fuera incurable y dolorosa, pero no fatal.

Hace algunos días, el respetado escritor Martin Amis, casado con la escritora uruguaya Isabel Fonseca, escandalizó a muchos al proponer que se erigieran "casillas de eutanasia" en las esquinas.

Y el lunes, el popular escritor Terry Prachett, que padece una forma de Alzheimer pero todavía conserva su lucidez, dio una conferencia (leída por un actor) en defensa de su derecho de elegir el momento de su muerte, y de seleccionar a una persona que lo ayude, en caso de no poder hacerlo.

Es evidente que el proceso se está acelerando en el Reino Unido; y si la experiencia con otros fenómenos similares se repite, la presión aumentará en otros países.

De EE.UU. a Suiza

Los observadores creen que la batalla más enconada se librará en Estados Unidos, donde la resistencia a la eutanasia y el suicidio asistido es muy fuerte, por la gran influencia de las iglesias evangélicas.

Ya existe un antecedente significativo: el estado de Oregon introdujo en 1997 una ley (“Muerte con Dignidad”) que autoriza el suicidio asistido por un médico.

Polos opuestos

• En EE.UU. la gran influencia de las iglesias evangélicas genera fuerte resistencia a la eutanasia y al suicidio asistido.

• Suiza tiene el régimen más avanzado, ya que desde 1941 permite el suicidio asistido por médicos y familiares, aunque prohíbe la eutanasia.

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