Por José Carvajal
Toda obra literaria se convierte en documento irrebatible de su época, y lo es gracias a la factura de la imaginación, pues nadie puede rebatir la manera en que algunos ven el mundo que le rodea; y en el caso del escritor, el recrear ese mundo es registrar con recurso literario lo que haría el fotógrafo con la cámara. Es sin duda lo que ha pretendido hacer el dominicano Manuel Matos Moquete con su novela “La avalancha”, que se desarrolla en un gueto haitiano de Santo Domingo.
En toda historia narrada hay dos tipos de registros: el científico y el empírico. Y entre el uno y el otro se encuentra el discurso literario que se nutre lo mismo de la verdad que de la especulación y la mentira. Por eso no hay que tomarse en serio lo que dice una novela, aunque tampoco podemos descartar lo narrado como composición camuflada o preocupación legítima del autor y su circunstancia.
De la circunstancia quiero anotar palabras del filósofo español Fernando Savater, en un breve ensayo sobre José Ortega y Gasset: “La circunstancia es la historia, la circunstancia es la gente que le rodea, la circunstancia son las ideas y hay que salvar esa circunstancia; mi yo no basta; aunque yo me retire a mi torre de marfil, no basta con que yo logre de alguna manera alcanzar cierta perfección personal si no he logrado levantar y salvar la circunstancia que me rodea, es decir, el país, la época”.
En ese sentido debemos reconocer que una novela como “La avalancha” permite varias lecturas, no lecturas repetidas, sino estadios de lecturas. Una lectura sería la del aspecto sociológico, otra lo histórico, otra lo literario; esta última tiene que ver con la construcción de una obra que nos entrega un mundo aparentemente imaginario en el que el lector conocerá gente, costumbres, lugares, la manera de pensar de una colectividad, y hasta la forma de respirar de un pueblo.
En el caso de “La avalancha” de Matos Moquete la lectura de lo sociológico se impone a las demás porque lejos de ser un cronista de la realidad sin invención alguna, el que narra es un escribidor que pretende registrar lo que parece ser la vida cotidiana del barrio Pequeño Haití, en Santo Domingo. Y quizá por ello no es descabellado afirmar que estas páginas destilan racismo y discriminación a través de personajes que suponemos representan la sociedad dominicana ante el fenómeno de la inmigración de ciudadanos del vecino país con el que comparten la isla La Española.
De hecho, cualquier estudio serio acerca de “La avalancha” debería tomar en cuenta el racismo y la discriminación que se advierten en boca de personajes tanto masculinos como femeninos, y en el discurso mismo del narrador. Voy a citar algunos ejemplos al azar:
«Los haitianos nos llenan de enfermedades infamantes y contagiosas, propagan la delincuencia, la brujería y el atraso…».
…
«…tantos extranjeros con extrañas costumbres».
…
«Una avalancha de esos extraños vecinos había invadido el lugar».
…
«Apártenme de la vista esa negra que afea mi oficina».
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«Ese ser extraño de piel oscura reluciente».
…
«Presentía que con la aparición de los haitianos llegaba una avalancha de gusanos verdes, gruesos y flácidos, que se reventaban en las aceras, penetraban en las casas y llenaban los jardines y los patios».
…
«No confiaba en alguien que se acostara con una haitiana».
…
«Cosas extrañas están sucediendo desde la llegada de los haitianos».
…
«Una limpieza que acabe con tantos negros en las calles. Llevárselo a todos. Meterlos en un camión y lanzarlos más allá del río».
…
«...cuando el lugar no estaba contaminado de haitianos, nunca hubo atracos y crímenes».
...
«En comedores improvisados los haitianos comían cosas desagradables: hongos, hojas, reptiles, escarabajos, cucarachas, tripas, entresijos, carne de la peor parte y cruda, panza, trozos de mierda».
...
«Lo peor es que muchas personas decentes les alquilan sus casas y se juntan con ellos».
Hasta aquí la muestra de que en "La avalancha" hay registro de racismo y discriminación. Sin embargo, debemos observar que el autor intenta mantener cierta objetividad, un equilibrio entre los personajes que aceptan dicha convivencia («La obra se llamará Torre Petit Haití. Será la torre de la hermandad entre los dos pueblos. Con la ayuda de los haitianos, queremos adecentar el barrio.») y aquellos que se expresan agresiva y despectivamente de los haitianos.
En una próxima entrega hablaré de la estructura literaria de “La avalancha”; de los personajes, de la composición, de espacios temporales, de contradicciones que pueden llamar la atención del lector avezado, y de referencias históricas que en el marco de la ficción pasan inadvertidas o se confunden en el contexto de lo que para mí no es más que un ejercicio de escritura sin consecuencias.
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