Por Melvin Mañón
Hipólito Mejía, infatigable a pesar de la edad, encantador a su manera, entretenido y conversador, agudo y emprendedor, con buena intuición, cálido y entusiasta, es un hombre que lee muy poco, casi nada que no sean periódicos o documentos y tiene fama, bien ganada, de no atender consejos, especialmente procedentes de asesores, intelectuales y gente que a su juicio son “teóricos” y por lo tanto, inútiles. Todo lo contrario a los ejecutivos de la corporación peledeista quienes presumen de leer aunque no lo hagan, gustan de citar entidades con las cuales se relacionan, se ufanan de contratar asesores extranjeros y en los restaurantes de lujo piden los vinos más caros; gente que para sus decisiones, depende no de sus instintos ni de su olfato sino de las encuestas y no de las que publican, sino de las que mantienen en secreto.
Hipólito Mejía es bastante predecible. Quien dispone de un perfil psicológico suyo aunque sea aficionado, puede anticipar algunas reacciones y respuestas suyas a determinadas situaciones. Su gusto por lo anecdótico y lo pintoresco, la ocurrencia oportuna, le ganaron simpatías y adhesiones porque le asociaban con el “pueblo” al que unos pertenecen y otros dicen pertenecer. Cabalgando como un llanero solitario a pesar de estar siempre acompañado, Hipólito Mejía, en su momento, no se percató de la naturaleza del adversario que enfrentaba ni del cambio de dirección del viento y la fortuna. Hipólito estaba convencido de que se enfrentaba a Leonel Fernández muchos de cuyos defectos conocía. No era así. Se enfrentaba al PLD maquinaria, al PLD corporación, a la orquesta morada, un grupo de asesores extranjeros y conspiradores criollos. Conocer los defectos de Leonel no era tan importante porque con aquel operaba un equipo que compensaba limitaciones y debilidades personales. No era un duelo entre dos personalidades y no se trataba de demostrar quién era más inteligente y capaz. El problema es que Hipólito se extravió. Él estaba acostumbrado a pelear de tú a tú; no conocía de pleitos contra un enemigo institucional, abstracto, inasible. Entonces, esos enemigos, de cuya identidad no se percató, pudieron masacrarlo a mansalva.
Hipólito fue evaluado, tasado, analizado en una serie de ejercicios multidisciplinarios donde economistas, sicólogos, sociólogos, comunicadores, mercadólogos, gerentes de marca y otros catalogaban puntos fuertes y débiles, acumulaban expedientes, archivaban testimonios y recogían evidencias por todas partes. Mientras Hipólito despreciaba a los asesores porque “el sabía más que ellos” y a su manera y para otra época era cierto, sus adversarios acudían al instrumental reseñado. Después, y como resultado, Hipólito ya no era ingenioso y ocurrente sino ignorante, un tipo bruto y atrasado que no comprendía la modernidad ni la respetaba. La corporación peledeista apostó con éxito a pintar a Hipólito como el atraso mientras ellos encarnaban el progreso, el futuro, la prosperidad. Tuvieron un éxito tan descomunal que lograron asociar la personalidad de Hipólito con la totalidad del partido que él entonces representaba. El viejo PRD, ya tenía sus antecedentes y reputación de caótico y desordenado. A esta imagen, que en esencia se correspondía con la realidad, se le añadió el estereotipo de burro que fabricaron de Hipólito con el entusiasta concurso de este. ¿Qué había pasado?
Hipólito no se percató de que la sociedad había cambiado haciéndose más compleja. Esos cambios no lo invalidaban ni a él ni a su estilo, solamente le obligaban a hacer ajustes que él rehusó reconocer y efectuar. El caudillo sordo a los consejos, el desprecio por los asesores y el rechazo a trabajar en equipo acentuaron los defectos del líder y favorecieron a sus enemigos.
Se ha dicho con insistencia que Hipólito perdió la elecciones del 2012 por haber amenazado con llevar a la cárcel a los corruptos del PLD obligándolos a cerrar filas y luchar por sus vidas. Sin despreciar la importancia del señalamiento ni los puntos que perdió por declaraciones desatinadas nunca he estado de acuerdo con ese juicio ni con esa conclusión porque en primer lugar, Hipólito Mejía, a pesar de esos graves errores no perdió las elecciones. El PLD, que ya había violentado la ley en materia de presupuestos y competencia desleal usando los recursos del estado (lo cual el propio Hipólito había hecho antes) instrumentó un fraude electrónico descomunal y ordenó una compra de abstenciones y de votos positivos a escala nacional. Todo eso está documentado, hay testigos y toda la evidencia está ahí pero la cosa se quedó así porque no había perseguidor capaz de obligar al poder a ceñirse a la ley.
La credibilidad de Hipólito en la lucha contra la corrupción en la que él mismo había incurrido antes sufría de varios defectos. Le faltaba autoridad moral porque él mismo había sido tolerante frente a corruptos pasados del PLD y de su propio gobierno y él mismo había banalizado el tema incluyendo y excluyendo corruptos a ser perseguidos en un tono que tenía más de chercha que de compromiso político. Finalmente y cuando ya el propio Hipólito conocía los aprestos de fraude del PLD en contra suya nunca tuvo la organización, la gente, los dispositivos, la visión y una estrategia que le permitiera enfrentarlo con éxito. Hipólito amenazó con la cárcel a un grupo de jerarcas de la orquesta morada pero nunca tuvo con qué respaldar esa amenaza y menos aún la organización ni la inteligencia con qué enfrentar el fraude de un adversario más poderoso, rico, dispuesto y organizado que él y sus propias fuerzas.
Hipólito Mejía subestimó grave y trágicamente la inescrupulosidad de la jefatura peledeista porque él seguía viendo al enemigo por los ojos de una persona y no de un equipo. No creyó, por lo mismo, que se atreverían a tanto, que se atreverían a hacer determinadas cosas contra él porque después de todo él había sido condescendiente y tolerante frente a ellos. Hipólito juzgó y midió a los ejecutivos de la corporación por su propia vara. Un tipo bonachón, poco rencoroso, nunca tan ambicioso no se imaginó hasta donde estaban dispuestos a llegar los peledeistas hasta que llegaron, lo cogieron por sorpresa, lo derrotaron y lo desarmaron obligándolo a rendirse el mismo día de las elecciones no porque ignoraba la escala del fraude sino porque sabía que carecía de la voluntad, la determinación y el instrumental con que ponerse al frente de una lucha que él anunció y prometió pero para la cual no estaba equipado.
Ahora que el país se aboca a un proceso electoral aún más fraudulento que el de 2012 y cuando ya Hipólito Mejía no es candidato cabe preguntarse, ¿cuál es la finalidad de haber traído a la mesa de discusión este expediente?
En primer lugar, esta discusión ilustra aún mejor que mi artículo anterior ATACAR A DANILO, DESTRUIR LA CORPORACION la diferencia entre el accionar de una corporación y el de un individuo, entre un candidato y un líder político de oposición. Como no es candidato Hipólito, si se lo propusiera, podría hacer estragos en la orquesta morada.
En segundo lugar, los que ahora participan en los aprestos para las elecciones del 2016 deben entender a lo que se enfrentan. No hay excusas para no estar preparados. Nadie podrá alegar que no fue advertido. A nadie se le podrá aceptar el llanto impotente y derrotista de que nos hicieron fraude porque el fraude está ya montado y con toda la voluntad de ponerlo en marcha y múltiples evidencias emitidas tanto por la JCE como por el Palacio Nacional. Quien es capaz de comprar y sobornar un congreso a plena luz del día y ni siquiera eructar es capaz de cualquier cosa. Esta gente hace tiempo que soltó todas las amarras. No tendrán miramientos. No se detendrán más que ante la barrera que nosotros todos seamos capaces de levantar.
Nota al lector: Este artículo estaba ya terminado cuando el martes 1ro. de Julio el periódico HOY publicó en primera plana este titular: "ACUERDO DE CABALLEROS", con las fotos de Luis Abinader y Miguel Vargas. La lectura revela de inmediato que se trata de una noticia de seis meses atrás, puro fiambre en el argot periodístico, un asunto claramente traído por los pelos. Todo el que alguna vez ha hecho periodismo sabe que esa información no merecía primera plana pero se la dieron y el hacerlo queda en evidencia lo siguiente: A) la orquesta morada reconoce los avances de la candidatura de Abinader y ya se dispuso a detenerlo. B) hay una intención subliminal de equiparar a Miguel con Luis, es decir, presentar a uno como si fuera tan sinvergüenza como el otro, lo cual se sugiere poniéndolos en un mismo plano visual. C) el tratamiento de la “noticia” revela una estrategia de comunicaciones, debatida y acordada por un equipo, no por Danilo ni por Juan ni por Pedro. Esto es lo que Hipólito nunca entendió y todavía no entiende como lo demuestran sus propias declaraciones en la misma edición del mismo periódico. Hablando del tema de la regularización, Hipólito le da al gobierno un crédito que este no se ha ganado, porque los verdaderos números de la regularización no son a los que se refiere Hipólito y todavía lo fueran, es inoportuno, imprudente y torpe asumir la agenda del gobierno. Hipólito entra en el tema de los derechos de soberanía, manoseados, manipulados y burlados por la orquesta morada sin que nada ni nadie le hubiera invitado a hacerlo en desmedro de la agenda de su propio partido y de la oposición en general. Es, por si hacía falta, una demostración adicional de no entender a que nos enfrentamos.
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