Por Melvin Mañón
El señor Danilo Medina, quien ocupa la presidencia de la república rehúsa investigar los delitos de prevaricación, asociación de malhechores, concierto para delinquir y otros de los cuales es sindicada y acusada la administración de Leonel Fernández. Medina, ha instruido al Procurador para que no se investigue y el procurador obedeció compartiendo ambos deshonor y deshonra. No parecen entender que un déficit fiscal malversado y dilapidado se convierte en fraude.
Sabemos que Medina, en su afán por llegar a presidente, se comprometió con Leonel Fernández y su grupo a garantizarles impunidad. Por eso, Leonel invirtió alrededor de 42 mil millones de pesos para imponer a Medina en las elecciones fraudulentas del 20 de mayo 2012. No debemos olvidarlo. El origen de su presidencia es espurio y el uso que hace de ella es indigno. ¿Como pretende usted que lo reconozcamos? Si usted aspira a nuestro respeto hay una sola manera de resolver ese problema Sr. Medina: gáneselo.
Nosotros, los dominicanos, no somos responsables de ese compromiso suyo. Nada tenemos que ver con eso. De hecho, hay una clara violación a la ley cuando un funcionario público se niega a abrir una investigación criminal por corrupción que es señalada por la opinión pública y admitida por una parte de los propios funcionarios de ese gobierno. Peor aun, el señor Medina, al despreciar la evidencia y los documentos que respaldan las acusaciones contra Leonel y su grupo incurre en el delito de encubrimiento y por tal motivo deberá, en su momento, responder ante la justicia, la misma que hoy nos niega.
Medina, al calificar el reclamo de justicia como un ejercicio de tirar piedras al pasado, pretende que nosotros aceptemos impunidad para los criminales y además que, siendo inocentes, paguemos por esos crímenes a causa de la reforma fiscal impuesta. Medina está equivocado dos veces y esto no lo escribo para que él se entere. El futuro y el destino dominicanos no están en sus manos, sino en las nuestras.
Primero, Medina cree que el puede hacer un buen gobierno, o al menos un gobierno aceptable dedicándose a “hacer cosas” constructivas en lugar de andar persiguiendo a los delincuentes del pasado gobierno. El no ha entendido que este país es un desorden gigantesco donde nada funciona y nada se respeta. El castigo a los crímenes pasados era y es una necesidad práctica de la gobernabilidad, no un apetito de venganzas aunque también éste sería legítimo. El buen ejemplo que aparenta impartir dejando intacto el pasado reciente es una tremenda equivocación y vivirá para responder por ella. El ejemplo, todo ejemplo, bueno o malo, es integral e indivisible o no es ejemplo. Condonar el crimen y pretender hacer un buen gobierno son finalidades incompatibles que se excluyen mutuamente.
Segundo, Medina apuesta a la abulia, al cansancio y al olvido. El y otros no se han dado cuenta de que, en apenas un mes, algo ha cambiado en este país. No se percatan de la intensidad del rencor ni de la exigencia de un cambio. No advierten la vitalidad del proceso de transformación en marcha, la amplitud y la profundidad del descontento y mientras los jóvenes se quedan sin futuro, el pueblo sin respeto y la gente sin justicia el gobierno aspira, en la más absoluta inmoralidad, a que sigamos pagando 300 mil empleados botellas que no hacen nada, miles de diplomáticos que ni siquiera han salido del país, contratistas y suplidores, cabilderos civiles, militares y faranduleros y una legión de periodistas que encubren esos y otros crímenes haciendo ruido.
Medina, no es inocente. ¿Cómo podría serlo si él sabe perfectamente bien que, del déficit fiscal de 187 mil millones denunciado, 42 mil se usaron para hacerlo e imponerlo como presidente a él mismo? ¿Con que dinero se compraron votos y abstenciones, periodistas, propaganda, dirigentes, partidos enteros, marchas, ruido, voces, encuestas? ¿Con que dinero se pagó a los tránsfugas?
Si yo acepto a Danilo Medina como presidente legítimo estoy invalidando mi propia denuncia que criminaliza a Leonel Fernández por el uso indebido de 187 mil millones de pesos.
La única posibilidad que tiene Danilo Medina de alcanzar legitimidad a posteriori es persiguiendo el crimen como le corresponde a quien ostente esa investidura. Un presidente que rehúsa investigar la corrupción es cómplice. La lucha está entablada y definida. Danilo Medina tendrá que elegir. Nosotros tenemos que forzarlo a escoger. Tendrá que ser leal a quienes compraron su presidencia y hundirse con ellos o a nosotros que al final también lo perseguiremos a él si no cumple con la ley. Tendrá que elegir entre el compromiso que asumió con los corruptos porque el quería ser presidente a toda costa o con nosotros que pedimos justicia y estamos en todo nuestro derecho de hacerlo y lo estamos haciendo con la fuerza que el no contaba que teníamos.
Danilo Medina no es inocente. No lo ha sido antes. No lo es ahora. Pero, y repito, el destino nuestro como nación y como sociedad no está en sus vacilantes manos sino en nosotros mismos, en nuestra indignación, en nuestra determinación y en nuestra capacidad para hacer bien ahora, lo que tantas veces hemos hecho mal.
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