LA GOEBBELIANA DENUNCIA CONTRA MORENO
Por Margarita Cordero
La denuncia contra Guillermo Moreno por supuesta corrupción en las elecciones de 2008 es una manifestación del culto goebbeliano a la mentira convertido en principio por la corporación peledeísta.
A Goebbels, el ministro de Propaganda nazi, se le atribuye el aforismo “miente, que algo queda”, y sus discípulos criollos mienten a diestra y siniestra, aunque sin la maquiavélica inteligencia del alemán, convencidos de que sedimentan, por lo menos, la duda.
Contra Guillermo Moreno y su familia han inventado en estas últimas semanas toda suerte de falsedades. Algunas francamente descaradas y, por eso mismo, inocuas. A nadie engañan. Otras enmascaran su pernicioso propósito en apelaciones a supuestas contradicciones entre el principio y la práctica de un político que podrá ser criticado con justicia en muchas cosas, menos en su honradez.
Pero Guillermo Moreno se atrevió a pedir que Leonel Fernández –en estos días de viaje por Jordania nada menos que en compañía de Mustafá Abu Naba'a—fuera investigado, produciendo con su denuncia la consecuencia radiográfica de nuestro Ministerio Público: sin el menor sonrojo, el procurador general Francisco Domínguez Brito declaró inadmisible la denuncia, no en un auto formal sino en declaración de prensa donde confiesa su devota admiración por el denunciado. Como segundo “argumento jurídico” está su personal convicción de la humanidad, decencia y respeto de Fernández “aun con aquellos que políticamente le adversan”. Declaración insólita si no hubiera sido pronunciada en un país donde la institucionalidad fue hecha trizas por la egolatría de un titiritero que usa el Estado, desde el proscenio o la platea, como patrimonio personal.
La maledicencia se ha ensañado no solo contra Moreno. Su familia también ha sido víctima de “periodistas” y opinantes tarifados que, entre otras cosas, le enrostran que uno de sus hijos desempeña un cargo diplomático desde los tiempos del primer gobierno de Fernández. Cegados por su iniquidad, no paran mientes en que sus “críticas” plantean algo inadmisible para una democracia que se respete: que el Estado es botín de los vencedores. No el mérito, no las capacidades, no la inteligencia. Reivindican el compadreo, el clientelismo, el lambonismo, el tráfico, como certificado de acceso al cargo público. Y en su afán denostador pierden de vista cosas que conciernen al prestigio del propio gobierno que dicen defender, de manera abierta o vergonzante. Entre ellas, que ponen en tela de juicio la probidad como funcionario –por la que meto mi mano en la candela— del embajador a la que este hijo de Moreno sirve.
El último acto de la farsa es el sometimiento por “corrupción” contra Moreno presentado por Melvis Antonio Rivas Brito, que podrá ser un ciudadano ejemplar, no lo dudo, pero cuya presentación en escena provoca suspicacias en el más lerdo. Pagarse los abogados que se paga es un verdadero lujo que solo pueden permitirse personas de la solvencia de Héctor Rodríguez Pimentel, Adriano Román, Manuel Emilio Mesa Beltré (El Gringo), y los familiares de Rolando Florián Féliz, por ejemplo.
Contrario a lo que pudiera esperarse de alguien que cree en la integridad de Moreno, deseo que la fiscal Yeni Berenice Reynoso, quien la recibió, investigue la denuncia depositada por Rivas Brito. Y que lo haga a fondo, sin tomar en cuenta, como lo hizo injustificadamente su superior Domínguez Brito en el caso de Fernández, que la humanidad, decencia y respeto por el pueblo dominicano –y no solo por sus adversarios— de Guillermo Moreno están más allá de toda duda.
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